La portada de mañana
Acceder
Aldama zarandea al PSOE a las puertas de su congreso más descafeinado
Corazonadas en la consulta: “Ves entrar a un paciente y sabes si está bien o mal”
OPINIÓN | Días de ruido y furia, por Enric González

El Rubius y su tropa de “niños rata”

30 de enero de 2021 21:41 h

0

Un millonario se va a Andorra para pagar menos impuestos y encima pretende dar pena. La de El Rubius es la historia de un privilegiado perseguido por las autoridades fiscales que busca refugio alejado de lo que más quiere en un pequeño país a dos horas en coche de Barcelona porque Hacienda le manda requerimientos y ya no puede soportar la presión. Un drama de nuestro tiempo. El infame estado le obliga a mudarse a un refugio alpino con fibra óptica donde por fin podrá ser feliz, subir las persianas y respirar el aire puro que las autoridades fiscales le habían negado. Un sueño de liberación. Pasear sin ser reconocido, mirar por la ventana suspirando por la liberación anhelada, ya recuperada. Por fin El Rubius alcanza su desahogo lejos de la persecución política y fiscal del Estado español. Un luchador por la libertad que consiguió encontrar la felicidad pagando solo un 10% de sus ingresos. ¡El Rubius libertad!

El Rubius está triste. ¿Qué tendrá El Rubius? Se ha ofendido porque le llamé niñato mientras denuncio “el retroceso de España” en Infames. El pobre se cree que la pérdida de su aportación cultural hace peor nuestro país. Si lo hubiera leído, él o el que le ha redactado el comunicado, sabría que hay un capítulo específico para los de su calaña. Para esos seres despreciables, egoístas e insolidarios que solo piensan en su bienestar y del colectivo solo quieren aquello que le puedan extraer como elite parasitaria que son. El youtuber ha elegido irse, y mostrar un mensaje reaccionario y despreciable en el peor momento de nuestra historia, cuando la gente normal, la que tarda las dos horas que él tardará en irse de compras a Barcelona en ir a trabajar cada día, necesita la ayuda del Estado para sobrevivir. Decide fugarse a su jaula de oro andorrana en el momento en que es necesario cada euro de todos los que podemos pagar la parte proporcional de nuestro sueldo para adquirir vacunas y tratamientos, para pagar salarios de personal sanitario y ERTE y subsidios a quien ya no puede más. Esa es la reciprocidad que tiene pagar impuestos, aunque puede que a El Rubius no le parezca suficiente porque él no ha precisado de ninguna de estas atenciones. Porque de eso se trata, de pagar para que reciban más los que no tienen tu suerte. Entiendo que a un niñato privilegiado eso le importe poco.

El pensamiento que exuda ese comportamiento social parasitario de esos youtubers no deja de ser una caricatura de una doctrina neoliberal aspirada en memes como rayas de coca virtuales. Aspiran a ser lobos en un mundo en el que predomine el darwinismo social. Es de análisis freudiano que algunos se pongan hasta en el nombre su pretensión de estar en lo más alto de la pirámide comiéndose a desdichadas ovejas que trabajan de sol a sol pagando sus impuestos para ganarse la vida. Los complejos que asoman en su propia percepción son solo una muestra del estado nervioso en el que viven por tener una imagen distorsionada de sí mismos entre lo que se creen que son y la lástima que dan. El liberalismo de saldo que solo conocen por haber leído alguna cita de Hayek a Rand les lleva a ver la sociedad como una competición en la que solo vencen los más preparados, necesitan mostrar ante su público la avaricia como un valor y la ambición como una necesidad. Una burbuja de ego y podredumbre que evidencia egoísmo cuando lo que quieren es mostrar poder. Narcisos que dan pena.

Lo más triste de la actuación de El Rubius no es que las arcas públicas que están destinadas a la educación, la sanidad, la seguridad o la protección a los más vulnerables dejen de ingresar uno, dos, tres o los millones de euros que sean por la declaración de la renta del youtuber, sino el ejemplo que da a sus seguidores con el poder que su influencia tiene. Podía haber utilizado su altavoz, su mensaje y su poder de convocatoria para aportar algo a quien menos tiene, para mejorar la vida de forma sustancial de aquellos por los que él es millonario. Pero ha decidido mirar única y exclusivamente por su cuenta corriente y por trasladar un mensaje de insolidaridad de niñato privilegiado. Porque eso es, aunque le duela. Un privilegiado que no sabe lo que es la necesidad.

Peor que El Rubius y la piara de youtubers andorranos es la tropa de “niños rata” que les defiende. Wannabes de medio pelo que desprecian cualquier crítica al comportamiento de su ídolo con una soberbia infantil alejada del mundo real porque creen que algún día estarán en su misma situación. Aspiran a lograr lo que él ha conseguido y tener su propio ejército de ilusos de mente preadolescente y comportamiento incel. Lo defienden como soldados alienados y trepanados porque sueñan con seguir su ejemplo y hacerse millonarios delante del ordenador jugando a videojuegos y retransmitiendo en stream o grabando vídeos. De los millones de seguidores que tiene El Rubius es posible que uno, dos o diez lo consigan. Seguramente sean los más inteligentes, los que están aprendiendo, alejados del ruido y la zombificación de quien se cree que el que más grita a los críticos de la insolidaridad de su youtuber preferido conseguirá alguna de las migajas que El Rubius desprecia en su huida cobarde.

Los efectos de la droga de la esperanza neoliberal que supone creer que el mercado va a recompensar los esfuerzos de todo aquel que pasando horas frente al ordenador se va a hacer millonario han infectado a muchos incautos. Lo que es seguro es que pasarán el síndrome de abstinencia usando los servicios públicos del estado del bienestar que desprecian. Algún día necesitarán una cama de hospital para sus padres, un tratamiento médico para sus abuelos o un pupitre en un instituto. Sí, “niño rata”, lo más seguro es que jamás seas youtuber, pero sí es seguro que vas a agarrar la mano de alguien de tu familia en la cama de un hospital público. Tu futuro está más cerca de una cuña en el hospital que de irte a Andorra.