Sacrificar al 8M
Los complejos y miedos del PSOE con la reacción son uno de los tópicos históricos más recurrentes de nuestro relato común junto a los tics golpistas de nuestra derecha y la capacidad de inmolación de la izquierda. La prohibición de las movilizaciones del 8M es el último ejemplo de una larga historia de concesiones de Ferraz para aplacar los ataques del cañón mediático que la prensa conservadora y su mandado Pablo Casado dirigen contra Pedro Sánchez cada vez que encuentran una debilidad donde hacer sangre para morder con saña.
Una de las quejas más recurrentes del movimiento feminista es que sus reivindicaciones siempre son secundarias para la carne macha de la izquierda. No les falta razón, han vuelto a sufrirlo. El hecho de que las manifestaciones del 8M sean las primeras que la Delegación del Gobierno se ha atrevido a prohibir por cuestiones de salud pública, cuando hace solo unos meses negaba que eso pudiera hacerse, solo muestra una vez más que el feminismo es secundario cuando priman otros intereses políticos. Porque que a nadie le quepa duda, el PSOE –el Gobierno, porque José Manuel Franco es solo un mandado de Iván Redondo– ha decidido jugar una baza estratégica con la prohibición del 8M en su disputa electoral eterna con la derecha para ganar la partida. El feminismo ha sido un peón sacrificado.
La estrategia es sencilla, pero no por ello menos calculada. Delegación del Gobierno prohíbe las manifestaciones provocando que el colectivo feminista se sienta agraviado al comprobar que sus movilizaciones son las únicas suspendidas cuando la derecha se ha movilizado contra la ley Celáa, los negacionistas marcharon por Madrid sin mascarilla en enero con una incidencia del virus cuatro veces mayor y ninguna movilización contra la encarcelación de Pablo Hasel fue prohibida. El agravio, razonable y justificado, hace que los colectivos feministas salgan igualmente a la calle, con más presencia aún de las que no tenían pensado hacerlo, y realicen sus movilizaciones. La Delegación del Gobierno no hará que se cumpla la prohibición y no mandará a la Policía a disolverlas. No si antes la justicia no da un zarandeo al delegado por su laxitud legal al considerar las más de cien movilizaciones comunicadas como si fueran una sola para justificar el riesgo para la salud pública. Pero ya da igual, el Gobierno tiene su coartada para evitar el ataque frontal de la reacción y sus satélites mediáticos. Por el camino solo ha contribuido a la criminalización del feminismo que se inició hace un año.
El PSOE no aprende, se cree que prohibiendo las movilizaciones del 8M en Madrid le quita un hueso mediático a la derecha. A estas alturas todavía no conoce el funcionamiento de la caverna mediática y de los colmillos insaciables de la reacción. Lo siguiente que ha hecho la derecha al ver al PSOE claudicando y doblando la rodilla al sacrificar las manifestaciones feministas para saciar su sed de sangre es pedir que se prohíban en toda España. Siglos de conocimiento de la reacción y la conformación de la indignidad conservadora y aún no han aprendido que lo único que se puede hacer para derrotar a la derecha es no dar jamás un paso atrás porque nunca se contentarán y exigirán ponerte contra el precipicio.
El pasado 8M se marcó a las feministas con la letra escarlata. La culpa de la peste era del feminismo, de las mujeres, las brujas. Cuando la pandemia nos había golpeado pero aún no éramos conscientes de lo duro que era se celebraron eventos masivos de todo tipo por toda la geografía nacional. Pero solo señalaron a las mujeres. En Sevilla, el Real Madrid jugó ante el Betis el domingo 8 de marzo ante 51.521 enfervorizados seguidores que gritaban y se abrazaban cuando Tello marcó el gol de la victoria ante los de Zidane. Pero solo señalaron a las mujeres. En Madrid, donde se celebró la manifestación más grande del 8M, el Atlético de Madrid recibió en el Wanda Metropolitano al Sevilla. Fueron 60.422 los aficionados que disfrutaron del partido. Pero solo señalaron a las mujeres.
Señalaron a las mujeres, al feminismo, el PSOE lo sabe porque sufrió parte de ese ataque interesado. Les hizo daño y ahora deciden formar parte de la campaña de descrédito sacrificando el feminismo para librarse de la disputa. Ceder ante las embestidas de la carcunda por cálculo político para ganar un poco de tiempo solo añade culpa a las mujeres. Hay causas demasiado elevadas como para ser solo una pieza a sacrificar en los movimientos interesados de Iván Redondo, el feminismo es mucho más importante de lo que será jamás cualquier victoria coyuntural del quintacolumnista de Moncloa. Las feministas no se lo perdonarán.
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