- Cuesta entender es que la llamada “comunicacioÌn alternativa” se sume al lamentable festival de acusaciones y sentencias que la prensa extramuros de la democracia ha puesto en circulacioÌn contra el sindicalismo. A propoÌsito de la reflexioÌn de Carlos Elordi.
En las uÌltimas semanas leo opiniones de periodistas amigos empenÌados en tenÌir de negro el futuro de los sindicatos. En sus alegatos progresistas nos abruman con las “ingentes subvenciones que reciben los sindicatos del Estado”, en buena parte producto de “trampas e irregularidades”, lo que a su juicio puede ser el principio del fin de UGT… Y tambieÌn de CCOO. Ellos, siempre sensibles a los rectos ideales, no dudan en reducir la lucha del movimiento sindical y su incierto futuro, a un estricto y severo balance de nuÌmeros y resultados. Son la sal en el postre.
Y lo peor de esta turbia campanÌa, que con tanta pasioÌn llevan a cabo los heraldos mediaÌticos de la derecha, las fuerzas poliÌticas conservadoras y alguÌn que otro grupo ultra con una larga noÌmina de abogados a su cargo, es el recurso a un argumentario de acusaciones contra los sindicatos que estaÌ plagado de lugares comunes, todos ellos comprometidos con el discurso antisindical y, si me apuran, con el decidido propoÌsito de dejar a los sindicatos sin futuro. Lo vuelvo a repetir, a la derecha espanÌola la financiacioÌn de los sindicatos, su actuacioÌn en los ERE o las subvenciones para la formacioÌn son la coartada perfecta en su objetivo por acabar con la uÌltima trinchera que se antepone al programa de acoso y derribo al estado de bienestar, al derecho del trabajo, a la negociacioÌn colectiva y a los derechos sociales; es decir, al ideario liberal.
EntenderiÌa, porque es un debate que desde hace un tiempo afrontamos en CCOO, que el pensamiento criÌtico nos hiciera llegar sus cabales preocupaciones por el futuro del sindicalismo al calor de la deriva que estaÌ tomando el complejo proceso de las facturas y la financiacioÌn de alguÌn sindicato. Sobre todo por el impacto del sostenido y furioso ataque del que es objeto el movimiento sindical en los uÌltimos anÌos a manos del aparato mediaÌtico de la derecha. CCOO, por ejemplo, estaÌ empenÌada en cortar de raiÌz todo lo que de responsabilidad propia pueda haber en la intervencioÌn sindical en los ERE, la formacioÌn o cualquier otro aspecto de la accioÌn sindical. Y al efecto, constituimos una ComisioÌn de InvestigacioÌn que no fue una mera exhibicioÌn de formalidad o justificacioÌn retoÌrica, sino que precisoÌ con el mayor rigor juriÌdico los campos de juego de unos y otros, y con la mayor solemnidad proclamoÌ que, de existir alguna actuacioÌn irregular individual o colectiva del sindicato, seriÌa sancionada de inmediato.
Lo que cuesta entender es que la llamada “comunicacioÌn alternativa”, use la brocha gorda y se sume al lamentable festival de acusaciones y sentencias que la prensa extramuros de la democracia ha puesto en circulacioÌn contra el sindicalismo. Ni siquiera cuidan el lenguaje, que se contagia del peor manual de estilo de la derechona: la formacioÌn como principal fuente de financiacioÌn, ingentes subvenciones del Estado, opacidad e irregularidad en la financiacioÌn, trampas, praÌcticas fraudulentas, subvenciones por silencio, conductas equiparables a las de cualquier empresa. Incluso se remite, como gesto de autoridad, a un informe de una resucitada CNT, para cargar contra el sindicalismo de clase.
La estética de la opinión
Con frecuencia los sindicatos son observados por el ojo criÌtico. Es algo consustancial a la democracia y es de agradecer que la informacioÌn vigile de cerca a los grandes activadores de las poliÌticas puÌblicas, ya sean partidos, sindicatos, movimientos sociales o instituciones del Estado. Es imprescindible que estas organizaciones sean sensibles al ejercicio honesto de la informacioÌn, porque ambos son necesarios para renovar la poliÌtica y la democracia.
Distinto es el oficio de la opinioÌn. Sus autores reparten tiÌtulos igual que respiran. Defienden una opinioÌn y su contraria como quien ve llover. Simpatizaron con Zapatero, elogiaron el 15M, cantaron a las barricadas, agitaron la huelga general (aunque muchos no la hicieron), alabaron a ONG y censuraron a los partidos con el mismo entusiasmo que se hicieron eco de su peor versioÌn. Todo lo que les rodea es susceptible de ser vilipendiado. Nunca se preguntan “¿queÌ hacer?”; como mucho improvisan “¿queÌ decir?”. AsiÌ nadie les echaraÌ en cara una actuacioÌn poco decorosa… Y las palabras se las lleva el viento.
Somos conscientes de nuestras debilidades. Los sindicatos cometen errores, pueden llegar a protagonizar praÌcticas irregulares; incluso, alguno/a de sus representantes pueden extralimitarse en el ejercicio de su funcioÌn sindical. Todo lo que se nos diga al respecto debe ser considerado, sin perjuicio de que las direcciones de los sindicatos corrijan, erradiquen o sancionen a la mayor brevedad aquellas actuaciones. Pero no parece que forme parte del debate abierto y plural entre el sindicalismo y el periodismo campanÌas sobre las predicciones de futuro, la cuantificacioÌn de las eventuales praÌcticas fraudulentas, el silencio sindical ante los gobiernos, lo que podriÌan haber recibido los sindicatos del Estado, la trampa de la financiacioÌn, lo que deciÌa la CNT, la posible quiebra sindical. Y estas perlas no van a un papel o a un espacio digital de la mano de un genuino informador del periodismo conservador. No, las firman quienes anuncian nuestra defuncioÌn aunque la lamenten.
CCOO acumula decenios de transparencia y criÌtica con los medios de comunicacioÌn. Desde 1978 compartimos con ellos, los momentos maÌs solemnes –sin excepciones- del hecho sindical, congresos incluidos. Pero que no nos confundan ni se equivoquen. El futuro del sindicalismo de clase dependeraÌ, sobre todo, de la voluntad decidida y consciente de una organizacioÌn por defender a las trabajadoras y trabajadores, no de una cuenta de resultados.