Si sale cara, ganas tú. Si sale cruz pierdo yo

Carlos Sánchez Mato

Concejal de Economía y Hacienda del Ayuntamiento de Madrid —

Prueben a lanzar una moneda al aire con la regla que apunto en el título de este artículo. Resultará más fácil entender cómo nos la han jugado los que, desde la ortodoxia económica liberal, han defendido la gestión económica del Ayuntamiento de Madrid. Las operaciones de cobertura de riesgo de tipo de interés han sido un enorme desastre económico para las arcas municipales. Un swap de tipos de interés (IRS) o swap de intereses es un contrato en el que dos partes acuerdan, durante un periodo de tiempo establecido, un intercambio mutuo de pagos periódicos de intereses denominados en la misma moneda y calculados sobre un mismo principal, pero con tipos de referencia distintos. Detrás de estos términos aparentemente complejos, se esconde una explicación muy sencilla: Madrid se ha comprometido a pagar un tipo de interés fijo por un porcentaje muy elevado de su deuda bancaria contraída a tipos de interés variable pero la apuesta ha salido mal y nos toca pagarla a los ciudadanos y ciudadanas madrileños.

A 31 de diciembre de 2014 las operaciones a tipo variable que tenía el Ayuntamiento de Madrid ascendían a 2.501 millones de euros. En definitiva, hay swaps por casi 3 de cada 4 euros de deuda contraída de este modo. Hasta 31 de agosto de 2015, el coste de todas estas operaciones ha supuesto 247.605.736 euros al Ayuntamiento de Madrid.

En concreto, en 2014 el gasto financiero por este tipo de coberturas alcanzó la cifra de 65.989.541 euros lo que supuso más del 30% del total de intereses de préstamos liquidados en el período y que multiplica por seis lo gastado por el ayuntamiento en políticas activas de empleo.

Ante el descalabro que suponen, lo lógico para cualquier gestor público sería que procediéramos a su eliminación, pero el coste de cancelación de estas operaciones para el Ayuntamiento de Madrid es desmesurado ya que a fecha 31 de agosto de 2015, ascendía a 402 millones de euros (es decir, más de 6 años de pagos si se mantiene el ritmo actual). La explicación es fácil: las entidades bancarias que ofrecieron esta bicoca al Ayuntamiento de Madrid no son tontas y no quieren perder un maravilloso instrumento en sus manos que les permite cobrar hasta el 4,5% de interés mientras ellas nos abonan el 0,027%. Quieren cobrar un rescate y actúan de acuerdo a su lógica ya que comercializaron productos que les interesaban mucho y de los que obtenían enormes ganancias económicas. A los que somos profundamente críticos con el sistema nos produce rechazo, pero sabemos que esas son las reglas.

Pero quizá hay que ir un poco más allá. La apuesta le salió mal a Madrid como a tantas y tantas familias a las que se les vendieron productos similares (cláusulas suelo) que les obligan a satisfacer elevados intereses en un momento en que los tipos están en mínimos históricos. Pero, ¿podía haberle salido bien? Un análisis serio muestra fácilmente que estas operaciones apostaban desde el principio a que una de las partes perdiera siempre. ¿Alguien puede pensar que en 2011, en plena recesión, el Banco Central Europeo podía hacer otra cosa que reducir los tipos de interés en línea con la actuación de la Reserva Federal de Estados Unidos? Pues sí, alguien lo hizo. El equipo de gobierno del Partido Popular en el Ayuntamiento de Madrid asumió que “no podía arriesgarse a futuras subidas de tipos” y nos encadenó con estas operaciones de cobertura hasta el año 2025. Incluso en el caso de que esa gestión fuera intachable desde punto de vista legal, aspecto éste que está aún pendiente de ser analizado, existe a todas luces una responsabilidad política ante el enorme quebranto para las arcas públicas.

Esta es una de las consecuencias que tiene para una ciudad como Madrid encadenar el futuro a la trampa de la deuda y a los intereses de los acreedores. Por eso, el actual equipo de gobierno de Ahora Madrid ha defendido y defenderá en el proceso de aprobación de presupuestos para el próximo año que las políticas de gasto deben ser financiadas con impuestos e ingresos municipales y no apelando al endeudamiento. Esa es la única forma de escapar a la perversa dinámica de lanzar una moneda al aire con la seguridad de que, fuera de las élites, los demás siempre perdemos.