Salpicaduras de mierda judicial
No sé si entendéis el concepto caer por su propio peso: imaginaos una estatua hecha de mierda que se hunde lentamente en el desierto, eso es caer por su propio peso
El magistrado canario Salvador Alba ha sido condenado a seis años y medio de prisión, 18 de inhabilitación como juez y el pago de una indemnización de 60.000€, por haber cometido prevaricación, cohecho y falsedad en documento judicial. Alba perpetró los peores delitos que puede cometer un juez para conseguir perjudicar a otra juez canaria -Victoria Rosell- que había dejado su juzgado para dedicarse a la política y que había sido elegida diputada por Podemos. Las maniobras judiciales la obligaron a dejar la diputación permanente del Congreso, a no presentarse a nuevas elecciones y a volver a su juzgado para defenderse y dejar de estar aforada ante la sala que preside Marchena. Hizo bien. Ahora el Supremo, sin la presencia de este, ha condenado la maniobra que se emprendió contra ella y enviado a prisión al juez que la instrumentó. Hasta aquí la crónica breve de un lawfare de manual que ha tenido un final adecuado pero que abre muchos interrogantes sobre las personas que participaron en esta ordalía.
Salvador Alba delinquió para perjudicar a Vicky Rosell. Alba, que estaba en la Audiencia de Las Palmas, forzó que le enviaran al juzgado de Rosell para meter las narices en lo que ella había hecho e intentar echarle mierda encima. ¿Lo hizo solo o buscando su interés a través del interés de otros? Ahora se come el marrón mientras que los demás actores necesarios de esta asquerosa farsa se van de rositas. La condena del juez Alba, la constatación de que sus maniobras fueron tan burdas y tan deleznables que han fraguado en una condena de prisión del Supremo, solo dejan claro que la conspiración tramada contra Rosell era cierta y apunta con un dedo justiciero a todos los que aparecen en ella. Una de las pegas de este caso es la maraña procesal que se tejió en torno a él. Mil veces he asistido a intentos de explicar qué es lo que sucedió en las que el lector se pierde en la maraña jurídica y abandona. No quiero que les pase eso. Aquí tenemos al entonces todopoderoso ministro del PP José Manuel Soria, antes vicepresidente de Canarias, y a sus hidras de la abogacía -el ex-fiscal general de Estado, Eligio Hernández y Nicolás González-Cuellar- y al magistrado más poderoso de España, Manuel Marchena, íntimo amigo de todos ellos. Se lo expliqué ya en 2016 cuando escribí 'El clan de la toga', pero solo ahora a la luz de la condena de Alba cabe hacernos algunas reflexiones que ya nadie puede tachar de especulaciones.
Esta conspiración contra Rosell siempre se ha basado en los vasos comunicantes entre los enredos de Alba en el juzgado que le heredó y la utilización procesal de los mismos que han hecho los abogados del ex ministro Soria en la sala de Manuel Marchena. Es singularmente importante que Eligio Hernández, abogado de este y mentor de Marchena, presentara una querella contra Rosell como acusación popular, que no como interesado. El Tribunal Superior de Canarias ya le había dicho que era una locura y la Fiscalía del Supremo informó que tal cosa no se podía admitir pero se admitió porque Marchena pidió directamente un informe al delincuente Alba, un informe fuera de todo uso procesal, que le permitió imputar en plena campaña electoral a Victoria Rosell.
No era la primera querella con la que el ex ministro Soria intentaba cargarse a Rosell, hubo otra anterior en Plaza de Castilla que no fue admitida y en la que le representaba el abogado canario y gran amigo de Marchena, Nicolás González-Cuellar. Ambos, Marchena y Cuellar, escribieron juntos un libro que presentaron por toda España. Soria le tenía ganas a Rosell, no solo por podemita, sino porque su pareja, a la que también implicaron en el embrollo, es uno de los periodistas que más persiguió la corrupción de Soria cuando era presidente de los populares de las islas.
Sin complicarles más, porque el tema es adrede un embrollo, lo que queda claro es que Salvador Alba acaba de ser condenado por su participación en una conspiración política, puro lawfare, contra Victoria Rosell y que él esperaba ser recompensado al parecer con venirse a Madrid, bien al CGPJ bien a la Audiencia Nacional, lo que en su día contó a todo aquel que quiso escucharle. No solo se quedó sin recompensa sino que se comió el marrón. Así pagan algunos. Que sirva de ejemplo para los que pretenden medrar haciendo favores de esta calaña a los políticos de turno.
De esta condena, más allá de la reparación del daño hecho a Rosell, salta a la vista la ausencia de todos los coadyuvantes para que la situación llegara donde llegó y, sobre todo, las expectativas de futuro de muchos de ellos que siguen estando apoyados por el Partido Popular.
Tenemos a Nicolás González-Cuellar, abogado de Soria en su momento y del magistrado corrupto Salvador Alba en este asunto de la condena. Este caballero era ni más ni menos que el segundo candidato del Partido Popular para el Tribunal Constitucional junto con Enrique Arnaldo. Fuentes conocedoras de la negociación han dejado claro que esta era la primera opción de Casado y que solo la insistencia del PSOE en hacer un nombramiento paritario logró que los populares cambiaran a González-Cuellar por Concepción Espejel. Eso no significa que la amenaza haya desaparecido. Estoy convencida de que el PP intentará colarlo de nuevo y por eso es necesario mostrar su presencia permanente en todas estas maniobras oscuras.
La otra cuestión, no menos relevante, es la posición adoptada en su día por el presidente de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, el todopoderoso Manuel Marchena. Marchena se empeñó y convenció a sus compañeros de sección para admitir a trámite una querella a la que nadie veía recorrido jurídico -ni los jueces de Canarias ni la Fiscalía del Supremo- y que él apuntaló en la extraña petición de esos informes viciados de un juez que es un corrupto y que conspiraba para derribar a Rosell. “La gravedad de las imputaciones formuladas contra la señora Rosell, por más que, hasta ahora, sólo tengan un sostén puramente hipotético o conjetural (…) imponen de forma obligada requerir los documentos a los que se alude en las informaciones a las que se hace referencia en la querella”, sostenía el auto del que fue ponente Marchena. Es más, la imputación que Marchena realizó a Rosell descansaba exclusivamente en la documentación enviada por el corrupto Alba sobre la declaración del empresario canario y presidente del CF Las Palmas, que comprometía a Rosell y a su pareja. Esta declaración fue preparada de forma ilegal entre Ramírez y el juez Alba en el despacho de este y por la grabación de esa porquería, de esa corrupción infecta, ha sido condenado. No había árbol con un fruto más envenenado.
Alba se ha caído con todo el equipo pero su mierda no hubiera hecho daño sin la actuación de otras personas. En primer lugar, el ex ministro Soria y, como queda dicho, los abogados Eligio Hernández y González-Cuellar, pero también los periodistas que sirvieron de máquina del fango para que estos pudieran vender que las maquinaciones que cocía Alba las conocían por la prensa y poderlas incorporar a documentos judiciales. También tendría que dar explicaciones el entonces presidente del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, Antonio Doreste, sin el que Salvador Alba no hubiera podido ir a meter las narices en el juzgado de Victoria Rosell y el que era fiscal jefe de Las Palmas, Guillermo García-Panasco que fue el primero en poner en marcha unas diligencias previas de investigación a partir de un anónimo. Esa primera cacería contra la “juez podemita” fue tan irregular que la anuló el propio TSJ canario pero dejó claras las intenciones contra ella.
De todo esto fue capaz el sistema judicial contra una de sus miembros, Victoria Rosell, porque esta se desmarcó y se fue a hacer política donde no debía. Si esos seis años de calvario se le pueden infligir a una del gremio ¿qué no serán capaces de hacer con un simple ciudadano? La Justicia que se le ha hecho a Rosell ha sido tardía y le ha arrebatado cosas que nadie le devolverá, incluyendo esa parte de su prestigio que no van a restituirle los medios que la arrastraron en cada paso procesal y que ni se han dignado en reflejar que la sentencia del Supremo contra Alba la deja limpia de polvo y paja y fija en papel timbrado la corrupción que se empleó contra ella.
He abreviado porque me temo que la gran parte de las gentes se pierden en la selva procesal tejida corruptamente en torno a esta cuestión. Lo he masticado pero casi vomito el resultado porque es difícil creer, constatar, asumir que tanta mierda surge de personas que han jurado estar en el lado correcto de la ley.
Da asco. Da miedo.
Rosell se ha salvado, sí, pero por los pelos.
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