La moción de censura ha logrado hacer retumbar entre los muros del Congreso la corrupción del Partido Popular, la manipulación de las instituciones, la destrucción de los órganos de control y la búsqueda de la impunidad en un todo vale que amenaza con tornar la democracia en una parodia. Buena cosa es. Comparto el diagnóstico y comparto la gravedad terminal del enfermo, al que unos años más de PP pueden rematar sin remedio.
Hemos comprobado que tanto Unidos Podemos, con Montero, como el Grupo Socialista, con Ábalos, tienen unos portavoces de altura parlamentaria, que Hernando sigue siendo un miserable y que el correoso Rajoy sigue sin moverse de su posición política y de su oratoria irónica y cínica. Sabemos que sigue mintiendo y que no tiene el más mínimo propósito de enmienda.
Tenemos más claro que nunca que Ciudadanos y Unidos Podemos no podrán estar juntos en ningún tipo de acuerdo, pacto o investidura. Resulta palmario que el PP va a seguir ausente mientras la oposición se arrea entre ella, y que a río revuelto ganan los populares, que se ríen porque no ven posibilidades de ser desbancados del poder y eso, todos lo sabemos, es lo que realmente les importa.
Lo malo es que también nos hemos dado cuenta de que Iglesias ha pulsado el botón rojo del arma nuclear y no ha pasado nada. La sensación de desvalimiento y agonía de la ciudadanía decente al ver cómo reprobar ministros, crear comisiones de investigación o usar el más potente mecanismo constitucional, la moción de censura, no mejora la situación, ni consigue sacarnos de este fango, es cada vez mayor.
Y ese es un efecto negativo de las sesiones parlamentarias que acabamos de vivir. No es bueno que los votantes perciban que en el Congreso no pueden cambiarse las cosas o que la tarea de oposición es banal porque no consigue ningún fruto.
También se ha visto en la tribuna la mano tendida de Iglesias al PSOE. No cabe pensar que vayan a asírsela a toda mecha y no tiene sentido, por tanto, que Unidos Podemos intente marcar deberes para después del verano en aras a presentar otra moción que consiga desalojar a Rajoy del poder. Pero la mano está ahí y el reconocimiento de los errores por parte de Iglesias, también. Al menos, una esperanza aunque la intervención del portavoz socialista no haya obviado el reproche reiterado del voto negativo a la investidura. Sólo han pasado siete meses, aunque nos parezcan siete años.
La pregunta para muchos es si podremos tener una oposición constructiva o si los recelos electorales de las dos principales formaciones de izquierda nos abocan a una legislatura casi completa en la que el Partido Popular siga intentando buscar impunidad para sus desmanes sin realizar tarea legislativa alguna ni casi de gobierno. La duda es si las suspicacias y la lucha por los votos futuros nos obligan como país a hacer un inmenso paréntesis en el que las cuestiones más perentorias –regeneración, libertades, igualdad– queden relegadas o aún más perjudicadas para la sociedad española. La esperanza es si libradas sendas batallas que se habían autoimpuesto tanto Sánchez como Iglesias serán capaces de hacer algo por este país.
Ya sólo le queda munición al soldado Sánchez. Sólo él mantiene el comodín de la moción de censura y la aritmética parlamentaria sólo podría soportar que, en un eventual acuerdo para intentarlo de nuevo, el líder del PSOE fuera el candidato a presidente del Gobierno. Y mientras llegan o no esos tiempos, sigue quedando impedir que el PP cometa tropelías en su beneficio –como capar la acusación popular o dar la instrucción a los fiscales– e intentar poner en marcha iniciativas que sí sean efectivas, y no meras proposiciones, para mejorar situaciones que no admiten más dilación.
Vamos a oír todavía muchas veces decir que el PSOE no debe acercarse a Podemos como táctica de supervivencia, pero también resuenan las opiniones de los socialistas que hablan de diálogo y de entendimiento y que han querido adivinar un tono distinto en las intervenciones de ambos grupos durante este debate. Algunas de esas voces están muy próximas al recobrado secretario general.
La moción de censura arroja también un resultado numérico que indica que hay más diputados que se nieguen a respaldar a Rajoy que a apoyarle. Quedémonos con eso y con ese apretón de manos entre Iglesias y Ábalos.
Que nadie nos arrebate la esperanza.