Sánchez, patada a seguir

Pedro Sánchez le ha pegado un puntapié al marco de explicación, análisis y asunción de responsabilidades al que le obligaban los malos resultados electorales en Galicia y, sobre todo, en Euskadi, y ha tocado la corneta que le gusta oír a su militancia de base: hay que echar a Rajoy a toda costa.

Para reforzar la elección de un marco que le resulte favorable y huir del que le exigía dar un paso atrás, Sánchez se ha adornado con un regate chocante: Rajoy no ha sabido leer los resultados electorales. ¿Él sí?

No sabemos qué hubiera pasado de haber sido otro el secretario general, el caso es que las pérdidas han sido con Sánchez y que los candidatos en Euskadi y Galicia estaban en perfecta sintonía con él y en discordancia, por ejemplo, con el alcalde de Vigo, Abel Caballero.

Sánchez parece no asumir ninguna responsabilidad, se salta los resultados con pértiga, da una patada a seguir y contraataca con un calendario apurado, urgente, que incluye hasta un Congreso, ahí es nada, unas primarias, vete a saber cuántos comités federales y unas seguras riñas a garrotazos en los medios de comunicación con los barones de guardia, resueltos a descabezarle.

Un Iceta desencajado le pide a Sánchez que les libre del (Mal) Rajoy y los barones que más han destacado en la siembra de minas en plena campaña electoral (Vara y Page) parecen atónitos con la capacidad de resistencia del interesado y, desde luego, están tan indignados como dispuestos a echarle. La duda estriba en si será con piolet o con recortada, pero que quieren que se vaya, es evidente.

El no a Rajoy, en el que se atrinchera Sánchez, está claro, pero el sí a una posible alternativa parece más que imposible. No sólo porque los resultados de las Mareas en Galicia y Elkarrekin en Euskadi han sido decepcionantes respecto de las esperanzas depositadas en ellos, sino porque ahora es de todo punto imposible que desde su renovada debilidad, elección tras elección, Sánchez pueda encabezar ninguna iniciativa de formación de gobierno.

Se quejan dentro del PSOE de que Sánchez no tiene la cultura de partido que le hubiera llevado a dimitir; pero también es cierto que los que parecen tener esa cultura han reventado una campaña electoral que estaba llena de corrupción para el PP y que algunos socialistas se han dedicado a contraprogramar con la exteriorización de esta bronca cainita y cansina.

La política de resistencia contra Rajoy no ha dado buenos resultados, ni en Galicia ni en Euskadi. Sí parece que, de seguir en la línea enunciada este lunes, Sánchez puede acabar siendo muy querido por un sector de la militancia, pero provocará un destrozo en su partido que le marginará en su capacidad para hacer política.

Un añadido. Casi no ha terminado el recuento de votos en las elecciones gallegas y vascas y, sin una mínima pausa para analizar qué consecuencias tendrá el resultado en las respectivas comunidades, que de eso se trata, nos hemos lanzado todos a especular sobre las consecuencias que tendrán –para el presente de Sánchez y el futuro de Rajoy– en un ámbito para el que no estaban convocadas. Quizá este empeño galopante, esta falta de sosiego, revela lo insostenible de la situación.