¿Va a poder Sánchez salir de este entuerto?

El Congreso de los Diputados ha demostrado una vez más ser una institución incapaz de proporcionar luz alguna sobre los problemas y los conflictos que afligen a la sociedad española. Más que aclarar, oscurece. El debate sobre la necesidad de reforzar la política de defensa, en línea con lo que pretende hacer la Unión Europea, ha confirmado esa desgracia. La nueva diatriba entre los partidos no ha hecho sino añadir más interrogantes a los muchos que se planteaban los ciudadanos antes de la sesión del miércoles. Pero, más allá de eso, el asunto se tiene que resolver. Y quien ha de hacerlo es el gobierno.
Tras el giro copernicano que Donald Trump ha dado a la política exterior estadounidense de las últimas ocho décadas, consolidar la defensa europea se ha convertido en una necesidad existencial para la UE. Estados Unidos ha sido el paraguas militar que ha protegido a Europa desde el final de la segunda guerra mundial, pero su nuevo presidente ha dicho que ya no quiero serlo más. Que sus prioridades están en otras partes del mundo y que Europa deberá cubrir con sus propios medios, poniendo un dinero y un esfuerzo estratégico que se ha venido ahorrando década tras década, el hueco que la retirada paulatina de sus fuerzas armadas y apoyo logístico empezarán a dejar dentro de poco. Hasta un mínimo cuya cuantía se desconoce por ahora, pero que será insuficiente para garantizar la seguridad europea. Sobre todo cuando están creciendo las amenazas potenciales que suponen tanto Rusia cuanto Oriente Medio.
Las autoridades europeas, encabezadas por la presidenta de la Comunidad Europea, Ursula Van der Leyen, han reconocido plenamente esa necesidad existencial, anunciando que para hacerle frente es preciso que se apruebe y se articule un plan por valor de 800.000 millones de euros, cuyo contenido militar específico y plan de financiación se desconocen por el momento, pero cuyo debate debería empezar en breve y con carácter de urgencia. El presidente francés Emmanuel Macron ha enarbolado también la bandera del reforzamiento de las capacidades defensivas de Europa y ha propuesto adicionalmente la creación de una fuerza europea para velar por el cumplimiento del futuro, aunque todavía incierto, plan de paz para Ucrania.
El primer ministro británico, Keir Starmer, volviendo a una muy activa unidad de hecho con la UE que Gran Bretaña abandonó tras el Bréxit, se ha alineado plenamente con los planteamientos que ahora mandan en Bruselas y anunciado, además, que recortará gasto social para atender el esfuerzo militar que su país está dispuesto a hacer. El gobierno alemán y buena parte de los demás de la UE están en esa línea, matiz arriba, matiz abajo. Queda por conocer la postura de Italia. Y, claro está, la de España, enfangada como se decía en un debate interno del que poca luz sale.
De todas maneras, el presidente del Gobierno español ha expresado claramente su alineamiento con la posición de Van der Leyen y su voluntad de que España contribuya al esfuerzo inversor en materia de seguridad y defensa que la UE está dispuesta a hacer. “Sin recortar gasto social” ha añadido más de una vez Pedro Sánchez. Pero en principio, y a la vista de lo manifestado por los distintos portavoces este miércoles en el Congreso, pocos partidos del arco parlamentario. A lo sumo, y por el momento, el PNV y Esquerra Republicana. El resto de las formaciones de izquierda, incluido su socio de gobierno, Sumar, están en contra. Y aunque sus correligionarios del resto de Europa sean los principales sostenedores del plan de la Comisión, el PP ha denostado sin piedad las intenciones de Sánchez aún si pronunciarse sobre el proyecto de Van der Leyen.
A la vista de ello, el líder socialista tiene por delante una tarea ardua. Pero no necesariamente destinada al fracaso. Su primer y fundamental escollo es que Sumar modifique en buena parte su oposición inicial a cambio de que el PSOE confirme que sus intenciones no apuntan a una rearme puro y duro sino a inversiones en materia, sobre todo de seguridad. Opinar sobre qué posibilidades hay de que esa línea tenga éxito no tiene sentido mientras la Comisión Europea no aclare el contenido preciso de su plan y, sobre todo, mientras no avance mínimamente una negociación entre Madrid y Bruselas sobre la posible contribución española. En todo caso, parece que hay margen para que el PSOE y Sumar lleguen a acuerdos en esta materia. Lo contrario, supondría el fin del gobierno de coalición.
Superado ese grave escollo, si es que se supera, el Gobierno tendría ante sí la posibilidad de articular medidas de aumento del gasto de defensa y de seguridad sin necesidad de solicitar la aprobación del parlamento. El dato de que el déficit público de 2024 haya sido 8.000 millones de euros menor que el del año anterior, según se ha sabido este jueves, da un nuevo margen, y no precisamente pequeño, a esa línea de actuación.
Ese es el escenario de partida para este debate político crucial. Pero no el de llegada. La decisión final española, que todavía es una incógnita en sus detalles, necesitaría expresarse con un mayor apoyo político, no necesariamente parlamentario, del que hoy presenta. No es imposible que Sánchez lo logre. Entre otras cosas, el PP no puede mantener la actitud que hoy manifiesta, aunque hoy sólo se manifieste en la descalificación y el insulto. Es muy posible que alguno de sus socios europeos se lo haga ver. Porque el enfrentamiento entre Estados Unidos y Europa es gravísimo -en muchos frentes y particularmente el comercial- y en una situación como esa no tienen sentido juegos dialécticos sin compromiso como el que el PP está haciendo.
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