Una de las causas que más contribuyen al deterioro de la política sucede cuando los intereses electorales (ganar o perder votos) retrasan las soluciones a problemas importantes. Lo vemos con la crisis de los refugiados. En 2010, Ángela Merkel, que en este asunto jugaba el papel de paloma y no de halcón en Europa, retrasó el primer paquete de rescate a Grecia porque tenía elecciones regionales. Ahora ha adelantado la cumbre del Consejo Europeo sobre la inmigración por los mismos motivos. La política (con minúscula) vence a la política (con mayúscula).
En España estamos acostumbrados a la política en minúsculas. Lo acabamos de ver. El presidente en funciones Mariano Rajoy ha acudido a la cumbre con las manos libres, sin un solo mensaje o advertencia de Sánchez, Iglesias o Rivera que le llevara a pensárselo a la hora de doblegarse ante las posiciones brutales de Holanda, Hungría, Polonia o Dinamarca. De una Unión Europea que cada día camina más deprisa para dar la espalda a la crisis humana más grave tras la Segunda Guerra Mundial.
Desde el martes día 1 hasta el viernes pasado, día 4, los líderes de los partidos españoles, los nuevos y los viejos, se subieron a la tribuna del Congreso de los Diputados para echarse en cara todo lo que tenían a mano, hablar para los suyos y en contadas ocasiones, para ocuparse de los problemas que preocupan a la ciudadanía.
Ni Pedro Sánchez, ni Pablo Iglesias ni Albert Rivera tuvieron palabras serias, con carga de profundidad, para frenar la actitud complaciente, sumisa del Gobierno del PP para con las soluciones duras que se adoptarán en la UE, dispuesta a hacinar a millones de seres humanos en campos de concentración, ya sea en Turquía o en Grecia. ¿Dan por hecho que a sus votantes no nos importan esos millones de almas que se arrastran por ahí afuera, en circunstancias inhumanas? No. Solo tenían tiempo para el corto plazo, para sí mismos y su futuro.
Las muestras de solidaridad de la ciudadanía española son evidentes cada día y marchan muy por delante de las de nuestra clase política. No hay comunidad autónoma, ciudad o Ayuntamiento que no tenga preparado desde hace meses lugar de acogida para los refugiados. Han llegado ¡18!.
El asunto no es nuevo. Europa y sus problemas actuales (Gran Bretaña y su Brexit, Grecia como experimento de la desastrosa austeridad, los refugiados, los populismos...) aparecen en los programas electorales de los partidos de manera muy genérica. Y nada en los debates televisivos.
Quizá lo más próximo a la crisis de los refugiados se recoge en el documento inicial del PSOE después de las elecciones, titulado “Programa para un próximo gobierno progresista y reformista”. En un apartado titulado “Una Europa más social y solidaria que pueda dar una solución a la crisis de los refugiados”, se dice: “Establecer un plan europeo contra la pobreza con fondos de cohesión y solidaridad europeos, para atender los problemas más agudos de la exclusión social. Impulsar una política común europea de asilo e inmigración. Dar respuesta efectiva y urgente a la crisis de las personas refugiadas mediante el apoyo a los países vecinos, el incremento del número de acogidos, la dotación de los programas de asentamiento, la aceptación de admisiones humanitarias y la concesión de visados a personas. Reforzar las oficinas de asilo y la presencia en ellas de la representación oficial de Acnur, eliminando las malas prácticas y corrigiendo las instrucciones ministeriales que restringen de facto la posibilidad de solicitar asilo”. Vaguedades.
Sus señorías quieren trabajar en el Congreso, dicen un día sí y otro también, precisamente para justificar el parón a que tienen sometido al país en la formación de Gobierno. Sería este el momento de que alguien exigiera la formación de una comisión sobre la ayuda a los refugiados, que se estudie a fondo el asunto, que cada formación se retrate con sus soluciones políticas y económicas al problema, que se convocara al presidente del Gobierno.
En este país, los ciudadanos están muy por delante de la clase política también en solidaridad. Saber cómo y de qué forma van a actuar cada uno de los líderes -nuevos y viejos- con respecto a la barbarie que se vive cada día en las fronteras europeas será un síntoma inequívoco de la talla moral e ideológica de quienes quieren ser nuestros próximos gobernantes.