Estamos convirtiendo las cloacas en criaderos de monstruos. El último lo hemos sacado esta misma semana de un colector de la ciudad de València: un enorme gusano de residuos compactados de un kilómetro de longitud y casi mil toneladas de peso.
La bestia se alimentaba de las toallitas húmedas, bastones de oído, tampones y preservativos que la gente tira al váter. Sacarlo de ahí le ha costado al ayuntamiento cerca de dos millones de euros. Como dirían los valencianos: acollonant!
El problema de las toallitas se nos ha ido de las manos hasta tal punto que no solo afecta a la red de alcantarillado urbano, sino que los daños se extienden ya a toda la red de saneamiento: desde los emisores hasta las estaciones de bombeo y las depuradoras de aguas residuales.
Un apunte que puede ayudar a entender la magnitud de la tragedia: cada año se extraen de las depuradoras del Área Metropolitana de Barcelona 4.400 toneladas de toallitas húmedas. Eso equivale a 12 toneladas diarias. ¿No les parece increíble? De hecho, la mitad de las emergencias atendidas por los servicios técnicos de la red de vigilancia y control del alcantarillado están provocadas por las toallitas.
Un problema que no solo afecta a las grandes aglomeraciones urbanas, sino que se ha extendido a buena parte de nuestros municipios. Para intentar ponerle freno se están llevando a cabo campañas de sensibilización en las que se reclaman la colaboración ciudadana. Porque una cosa esta clara: la única manera de atajar este serio conflicto ambiental es la prevención.
Además de las campañas de prensa y los consabidos folletos, adhesivos e imanes, se están repartiendo papeleras de lavabo en bares y restaurantes para ponérselo fácil a la gente y que les cueste el mínimo esfuerzo: basta con desviar un palmo el tiro y echarlas a la papelera en lugar del váter. Pero ni con esas. Los monstruos de las cloacas siguen creciendo y colonizando los sistemas de alcantarillado de todo el país.
Por todo ello, y llegados a esta situación, suscribo la moción aprobada por el pleno del ayuntamiento de València mediante la que se instaba al Gobierno a obligar a las empresas de toallitas húmedas a que indiquen en su envase de forma clara que no deben ser tiradas al váter. Incluso las biodegradables -añado- pues ya sabemos que se trata de un concepto vacuo que los fabricantes utilizan en su único interés, tal y como hace unos meses explicamos aquí.
El modelo a seguir podría ser el del tabaco. Una ley que obligue a que todos los envases de toallitas húmedas, con independencia del uso para el que hayan sido fabricadas, luzcan en un lugar destacado de todos sus lados un texto claro, directo e inequívoco, en letras grandes: NO ARROJAR AL VÁTER. De esa manera los fabricantes dejarían de llevar a engaño al consumidor con la artimaña del biodegradable.
Para acabar, y una vez más, insistir en que no se trata de prohibir el uso de las toallitas húmedas, sino de regular su gestión como residuo para evitar que acaben siendo desechadas por el váter. De lo que se trata es de tomar medidas urgentes para acabar con el grave problema medioambiental y de salud pública que están ocasionando y que nuestros sistemas de alcantarillado dejen de albergar a más monstruos.