"No pienses que el dinero lo hace todo o acabarás haciéndolo todo por el dinero"
La semana de la resaca electoral ha traído muchos dolores de cabeza también en el órgano constitucional de más duración de la historia de las democracias occidentales. Los señores del jamás renovado Consejo General del Poder Judicial -los que quedan, porque esto es una especie de novela de Christie en la que aguantan 16 de 21- también esperaban el resultado previsto para ver qué iba a pasar con ellos. Ahora parece más claro que les vuelve a quedar para rato o para aun más rato, dependiendo de cómo salgan las cosas, así que los acontecimientos se han precipitado en la sede de Marqués de la Ensenada.
Hacía tiempo que no mirábamos hacia allí, creo que nos quedamos en que el suplente del dimitido Lesmes (Rafael Mozo) se jubilaba y debían recurrir al suplente del suplente que, como se decidió ante la anomalía, sería el de más edad. Así que era Vicente Guilarte el llamado a la suplencia del suplente, con la característica de que Guilarte es abogado y cátedro y que, desde la malhadada reforma de Gallardón, la mayoría de los vocales sigue con su trabajo mientras dura su mandato. Así que el llamado a dirigir el Poder Judicial era un abogado que ejercía, por lo que era exigible que abandonara todas sus actividades profesionales antes de acceder al cargo.
Entenderán que a Guilarte no le hiciera mucha ilusión la cosa, porque dejar tu despacho profesional y tu universidad para asumir un cargo muy vacío de competencias, muy desprestigiado, y por un tiempo no determinado, no es económica ni profesionalmente la opción más seductora. Así que anduvo a la espera de ver qué pasaba con las elecciones. Obviamente si se confirmaba el relato de las encuestadoras y gobernaba el Partido Popular, el cambio del formato de elección de vocales estaba sobre la mesa, y después la renovación porque siempre suponen que los socialistas no se van a portar como los peperos. La situación resultante no ha sido la prevista. Tal y como está la cosa, ¿quién puede saber cuándo se renovará el CGPJ? Eso no está al alcance de Sánchez ni tampoco Feijoo, así que imaginen si podemos preverlo los demás.
Así es como comenzó la guerra interna en la que se han enfrascado los vocales durante la semana que termina y que no ha sido, como pensarán, entre progresistas y conservadores sino entre los que salían mejor y peor parados de los cambios. En esto, como en las listas o en los pactos, no olviden nunca el consejo que Garganta Profunda le dio a Woodward: “sigue la pista del dinero”. Pues eso. Guilarte se queda de presidente por segundo accidente y ha decidido cambiar los integrantes de la Comisión Permanente, que en teoría es rotatoria, pero que como es la que corta el bacalao y además en la que se cobran 130.000€ al año llevaba fosilizada casi desde el principio. Así que los que salen no pierden poco y los que entran no ganan poco. Podría desgranarles aquí las razones de los que se oponen a estos cambios -que han hecho un voto particular y amenazan con ir a la Sala III porque dicen que es ilegal- y las de los que dicen que es un proceso perfectamente normal. Pa qué. Son cuestiones de me la agarro con papel timbrado prolijo, aburrido y poco estimulante. Razones legales para un cabreo siempre se encuentran. El caso es que se han destripado por los pasillos y han elevado el nivel de tensión del de por sí deteriorado órgano de ¿gobierno? de los jueces.
El llamado equilibrio ideológico de la Comisión Permanente parece no haber cambiado aunque puede que, en el fondo, las cosas sí varíen algo. Las personas cuentan y su forma de ser también. Mozo, no era hombre de mucha acción. En principio los conservadores más conspicuos no se fían de Guilarte porque, según dicen, aunque llegó a vocal por amigo de la familia Rajoy, “ha votado muchas veces con los progresistas”.
Por lo bajinis los hay que dicen que Guilarte, ya que se ha quedado, va a intentar racionalizar un poco el funcionamiento del organismo zombie en el que está sentado. No sé, de hecho la Comisión Permanente es ahora mayoritariamente femenina, sólo dos hombres se sientan en ella, así que a lo mejor cambia la óptica, quién sabe. Entre otras cuestiones tendrán que gestionar la indigencia de magistrados en la que está quedando el Tribunal Supremo, por mucho que se haya querido arreglar modificando un recurso de casación para sacarse de encima trabajo que, en realidad, garantiza derechos de los ciudadanos. El 30% del alto tribunal está vacante y hay ya más de 100 vacantes de puestos discrecionales pendientes. Nunca me pareció buena idea lo de prohibir los nombramientos pero es que mira que luego, al final, llegan los otros y los hacen de golpe. No olvidemos que el PP tiene mayoría en el Senado y que los vocales se eligen por 3/5 de una cámara la mitad y 3/5 de la otra, el resto.
Y del futuro, ¿qué les cuento? Pues ya ven. Si hay pactos e investidura, durante meses las relaciones entre el PSOE y el PP pueden seguir muy tensas. Estos últimos pueden considerar que la inestabilidad parlamentaria a la que estaría abocado el gobierno progresista no será sostenible mucho tiempo y seguir negándose a pactar. Sobre todo si como resultado de los pactos las fuerzas independentistas exigen que su “sensibilidad” tenga representación en el Consejo. Eso sería excusa suficiente para la derecha para justificar un bloqueo pertinaz. Si tenemos que votar de nuevo, le añaden a eso todo el periodo intermedio. Por último está el problema de los candidatos a vocal que llevan seleccionados desde 2018, en un procedimiento que muchos consideran ya totalmente caduco. Normalmente las cuestiones pendientes de una legislatura no viven en la siguiente y estas candidaturas llevan ya unas cuantas. En este largo periodo ha muerto gente, otra ha cambiado de situación y, por último, muchos que no podían aspirar ya han obtenido las condiciones para hacerlo. Hay votantes jueces que se han ido incorporando. Probablemente todo el proceso de elección de candidatos debería repetirse. “No pueden siquiera hacerse planes porque todo el mundo ignora los plazos de los que hablamos. Sólo se puede ir al día a día y eso nunca permite grandes soluciones”, comentan desde dentro.
Una democracia sana no se resuelve solamente en las urnas sino que precisa de estabilidad y limpieza institucional. La cuestión de la no renovación del CGPJ, que está próximo a doblar su mandato, como si un presidente se quedara ocho años sin llamar a las urnas, es probablemente uno de los problemas que más evidencian el deterioro de la calidad democrática española a los ojos del mundo. El desastre es mayúsculo. Un barco encallado que nadie tiene muy claro cómo y cuándo reflotar. Mientras, los sueldazos han cambiado de manos tras ocho años y de ahí la agitación. Que no les confundan.