No sé tú, pero yo ya empiezo a echar de menos los tiempos en que el rey estaba blindado, protegido política y mediáticamente, impune, intocable, y podía hacer lo que quisiera sin que casi nos enterásemos, solo rumores, cotilleos en voz baja, publicaciones en el extranjero, leyendas urbanas. Aquello era poco democrático, vale, pero vivíamos más tranquilos que con el actual exhibicionismo de sus miserias. Es que no hay quien aguante otra revelación más sobre el emérito.
Ahora empiezan a salir fotos y audios, y nos tememos que sea un no parar: Juan Carlos I borboneó del primer al último día, así que echa cuenta de los volquetes de cintas y carretes viejos que puede haber tras cuarenta años de reinado, que en este país hemos sido siempre de grabarlo todo: aquí grababan rutinariamente los servicios secretos, el ejército, la policía, los periodistas, los compañeros de partido, los socios de chanchullo, y por supuesto las amantes. En una época en que no era tan fácil como ahora, todo quisqui grababa. Y al rey, el primero.
Tras la aparición de unos cuantos audios, ya nos avisan de que saldrán muchos más. Y dicen los enterados que también hay vídeos. Huy. Incluso vídeos íntimos. Huy, huy. Muy íntimos. Huy, huy, huy. Ya te veo la mala cara que se te pone solo de pensar en ver el porno casero del rey, en la mejor tradición familiar (es sabido que su abuelo, Alfonso XIII, fue un pionero del cine pornográfico español).
Yo no tengo cuerpo para ver porno juancarlista, la verdad. Es que me imagino las escenas más íntimas, las más picantes, las más morbosas, y me muero de vergüenza: el rey desnudo, desnudado de toda majestad, en situaciones indecorosas. El rey acariciando un maletín de dinero entregado por alguno de sus patrocinadores del golfo pérsico. El rey excitadísimo en pleno mete-saca de comisiones. El rey montándose un trío con un constructor español y un jeque árabe, recibiendo fuerte y flojo de los dos a la vez. El rey en una orgía de comisionistas y testaferros, yendo de grupo en grupo. El rey metiéndole mano al presupuesto público para sus caprichos privados. El rey practicando el blanqueo, el cohecho, el tráfico de influencias, la evasión fiscal y otras parafilias que ni podemos imaginar.
Para, Isaac, para, que no puedo más… Espera, que quizás en la videoteca haya incluso porno duro, pero duro de verdad: imagínate, qué sé yo, un vídeo del rey con uniforme militar, pasando una noche loca el 23F, haciéndose el tonto, pasándose de listo, retrasando el clímax democrático… Igual es eso lo que Armada calló en sus años de cárcel, vete tú a saber.
¿Vídeos con amantes? Ah, no sé, a mi plin sus aventuras extraconyugales con esta o con aquella, que además eran sobradamente conocidas en la época, circulaban de boca en boca casi con orgullo patrio: ¡nuestro rey se acuesta con modelos y vedettes! Yo estoy esperando esos otros audios o vídeos del auténtico porno juancarlista: sus chanchullos económicos durante décadas. A ver si nos van a distraer con chucherías de amantes, y nos vamos a quedar sin ver y escuchar todo lo demás, todo aquello que también era sobradamente conocido por quienes podían denunciarlo y no lo hicieron: gobernantes, políticos, militares, jueces, policías, periodistas, empresarios… Todos los que estaban en el secreto y sabían de sus otras correrías, no solo las amorosas, pero se limitaban a ser espectadores. Espectadores-cómplices, como los cortesanos que un siglo antes disfrutaban en palacio de las películas encargadas por Alfonso XIII.
(Nota bene: Ya sé que el genial título de la peli de Soderbergh está muy manido, pero una vez en la vida todo articulista tiene que usarlo, y ya me tocaba)