Sí, ese día ha llegado ya

20 de agosto de 2024 21:51 h

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  Son los pasos de un manual. 29 de julio. Southport, ciudad costera de Inglaterra. Un hombre armado con un cuchillo irrumpe en una sesión de baile para niños, asesina a tres chicas y hiere a otras 10 personas. Inmediatamente la desinformación de ultraderecha se moviliza en Internet y asegura que el agresor es un inmigrante islámico solicitante de asilo. Como respuesta se desatan violentas protestas: turbas racistas atacan e incendian mezquitas, alojamientos para migrantes, saquean sus tiendas, golpean a personas de color, algunos británicos llevan a sus hijos a aprender el oficio de racista. Numerosos policías resultan heridos.

  Es la respuesta a la desinformación que difunden conocidos agitadores de la extrema derecha. Tommy Robinson, por ejemplo, a quien Elon Musk ha devuelto su cuenta en la red ahora llamada X, él mismo difunde bulos. Porque lo son. El atacante es un joven de 17 años, británico de padres ruandeses no musulmanes que vive apenas a 6 millas de la escuela, unos 15 minutos en coche. Los alborotadores se niegan a creerlo orientados por sus gurús.  Les alienta Nigel Farage que ha conseguido plaza en el Parlamento Británico.

  Era la primera gran explosión fascista en Europa. Dirigida. Y estaba absolutamente claro que se intentaría reproducir en otros países. La ola ha llegado ya. La libertad de mentir y extorsionar con fines desestabilizadores se ha impuesto sin oposición y tampoco parará ahí si no se actúa con total contundencia.

  Los británicos antifascistas actuaron. De inmediato. Miles de personas se echaron a la calle en todo el Reino Unido en contra del racismo, y en apoyo de la tolerancia, la unidad y la inclusión. Las manifestaciones se extendieron durante unos diez días hasta que empezaron a perder fuerza. El gobierno laborista del recién nombrado Keir Starmer actuó con rapidez y contundencia. Refuerzo policial, mano dura, y sentencias exprés, han sido las claves para frenar la oleada. 779 personas han sido detenidas por los disturbios. 349 de ellas ya están encausadas y se enfrentan a penas de hasta diez años de cárcel.

 Pasamos a España. Los extremistas de ultraderecha, con representación en el parlamentario europeo uno de ellos también por votación en las urnas, agudizan sus habituales ataques al conocerse el asesinato de un niño de 11 años mientras jugaba al fútbol en Mocejón,Toledo. Siguen los pasos del manual. El agresor ha de ser un emigrante “de color” no blanco, sin lugar a dudas. Alvise Pérez encamina las sospechas a 50 africanos que han sido alojados en un hotel de la ciudad cuyo nombre cita, Desde entonces, según él hay robos, violaciones y este asesinato. El manual. Los vecinos no se mueven. Por cierto, el origen sería irrelevante si se piensa de un modo racional. Hay que ser extremadamente bruto para adjudicar maldades generales por el comportamiento de una persona.  En la misma provincia, en Otero, el día anterior un hombre blanco, español, descerraja un tiro mortal en la frente a una menor, hija de su pareja, y le dispara también a ella de tal gravedad como para ser traslada en helicóptero a un hospital de Madrid.

  Las sospechas sembradas por la ultraderecha activan a las hienas que les sigue y dan un carácter de circo mediático al terrible suceso. Al día siguiente se detiene al autor confeso del crimen: tiene 20 años y es de nacionalidad española. Su padre y sus abuelos residen en el pueblo, él va a temporadas. Truncaron el sueño de los fascistas que deseaban fuera un emigrante. Algunos han insultado a la familia del pequeño Mateo por pedir que no se fomentara la xenofobia con su caso. Y en particular al primo portavoz porque trabaja como periodista en una ONG que se dedica a una labor misionera en países africanos. Se ha fotografiado con niños negros: “Tiene lo que se merece”, le dicen.

Les importan un pito las víctimas, solo quieren utilizarlas, con una serie de mentiras tan toscas que cualquier persona con dos dedos de frente lo vería. Niegan todas las evidencias, rechazan todas las explicaciones. Un universo ultra de seres irracionales y violentos se siente con fuerza y poder. No lo tienen. Son minoría aún pero ¿por cuánto tiempo a este ritmo?

 La extrema derecha, toda, la más “oficial” y la menos, con su corte de epsilones se han lanzado contra todos sus odiados con una agresividad desbordada. En la tierra sin ley que es ahora X de Elon Musk, crecen los insultos y brutales amenazas, que son carne de juzgado y cárcel.

Lo que ocurre es que tampoco difieren tanto de las que sueltan algunos políticos “solamente” conservadores. García Albiol, sigue siendo alcalde de la Badalona que quería limpiar su racismo congénito. Ahora se sorprende de que haya emigrantes que no van desarrapados, tienen cuerpos de Gym, y usan móvil para comunicarse con sus familias. Antes Albiol era una excepción -insoportable- en el PP, ahora el mensaje xenófobo es de todo el partido. Vox es punto y aparte en esa línea. La perfomance de la líder inequívoca de la ultraderecha española, única dirigente política en liderar una manifestación contra Maduro en un país extranjero da la medida de lo que se está cociendo.

Y no nos olvidemos de los medios que rerfuerzan los mensajes fascistas. Al obviarlos incluso. TVE en su telediario de este martes a las 15.00 ha culpado de todo “a las redes” sin nombrar ni una sola vez a la ultraderecha que las usa para desestabilizar. Las redes no hablan solas. Y están llenas también de antifascistas.

Pero el PSOE sigue con sus “reproches” tibios, sin actuar. La delegada del gobierno en Castilla La Mancha pide “corazón” y “humanidad” en lugar del rigor de la ley contra los difamadores que es lo exigible. Estamos asombrados de que, tras lo ocurrido con los bulos estos días sobre el asesinato del pobre niño de Mocejón, no haya ocurrido nada y todo siga igual. No se haya movilizado ni el gobierno, ni el Fiscal General del Estado aunque dice que va analizar los mensajes racistas por si fueran constitutivos de delito. Ni el Congreso para retirar actas de periodista a farsantes de ultraderecha. Hay modos. En el Reino Unido se ha hecho y ha parado de momento la revuelta racista, brazo del fascismo, que ahora lanza la pelota al tejado español. Mano dura, juicios ràpidos, sentencias.

El modus operandi clásico se extiende: bulo monumental, grave, incitación a la violencia, negación de todo argumento racional. Así lo ha sufrido también el periodista, actualmente de Canal Red, Raúl Solís. Con mensajes trucados se le ha acusado de pedófilo y las amenazas llegan hasta la castración y la muerte.

 

Ha llegado ese día. No se quieren enterar de que esto es una guerra y, enfrentarla, su obligación como dirigentes; no abrirles más la puerta pensando que vale con algún que otro reproche. La revuelta fascista está aquí. Hay muchas más evidencias. Y mucho silencio cómplice también. Con una negación de la realidad asombrosa en personas informadas en el caso de políticos, periodistas o juristas. Con honrosas excepciones como el profesor de Derecho Constitucional Joaquín Urías cuando dice: “En democracia es intolerable tanto el inventarse bulos con acusaciones gravísimas contra alguien para incitar a la masa contra él, como el amenazar a otras personas. Si nuestro sistema quiere sobrevivir tiene que perseguir a quienes hoy actúan así contra Raul Solís o cualquiera”-

Existen leyes, hay que aplicarlas.

Y la ley prevé compensaciones que frenen esta deriva, como explicaba la jueza Victoria Rosell, pero hace falta más aún.

 El bolsillo les duele especialmente a los canallas, pero no es suficiente. También está la cárcel, tras el pertinente proceso. Un país democrático con un gobierno progresista no se puede permitir esta irracionalidad, esta violencia, todo este cúmulo de actos desestabilizadores. O se corta en seco o será una espiral que irá a más, ¿Hasta dónde?