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¿Y qué si eran niños?

Dos niños se preparan para entrar a clase en un colegio. EFE/Miguel Barreto
26 de octubre de 2022 22:34 h

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Civismo es la virtud del que sabe vivir como ciudadano

M. Vizoli

Perdonen mi estupefacción por los muchos titulares leídos que resaltan que se vaya a abrir una investigación interna a un interventor de tren por hacer uso de la facultad que le concede el Reglamento de Ferrocarril en su artículo 90 y que no es otra que la de “excluir de sus vehículos a los viajeros que, con su conducta, alteren el orden dentro de ellos o pongan en peligro la seguridad del transporte”. El interventor en cuestión hizo apearse en Palencia a 20 niños de unos 9 años y a los monitores que les acompañaban por haber hecho caso omiso de las reconvenciones realizadas tras las quejas reiteradas del resto de viajeros con su comportamiento. Ningún titular de prensa se pregunta, sin embargo, hasta qué punto tuvieron que ser insufribles los niños e inoperantes sus profesores para que se tomara tal decisión. No sé si nos están diciendo que el encargado del orden en el tren y los pasajeros eran unos exagerados, pero ¿lo fueron?, ¿hasta dónde hay que soportar o, mejor, hay que soportar algo cuando uno paga un billete para viajar en paz?

Mayoritariamente se cuestiona cómo se pudo aplicar al grupo la norma y no por qué el grupo la incumplió. Me resulta sumamente extraño que un interventor de Renfe tomara esa decisión sin motivo y mucho más fácil de creer que los monitores fueran demasiado laxos con el comportamiento de los menores. ¿Y qué si eran niños? ¿No están obligados sus cuidadores a enseñarles civismo y a obligarles a mantener una actitud correcta? ¿Qué les enseñan pues? 

La directora del centro escolar, Alba Saumell, ha señalado que les sorprende la “actitud desmedida” pero habla por referencias, porque dice que sus alumnos no hacen cosas así. Vean que los padres se han rasgado las vestiduras en redes afirmando que van a demandar a la compañía “por dejar abandonados a unos niños en una estación”. ¿Abandonados? Veamos. Iban con dos monitores -que al parecer debían de ser de escayola porque nadie cuenta con ellos-, acudió la policía a la estación de Palencia a acompañarlos y ¡hasta el subdelegado del Gobierno! RENFE sufragó un autobús para llevarlos a su destino. Ojalá siempre que alguien quede abandonado sea en tan buena compañía. Claro que si los padres reaccionan así empieza a no extrañarnos nada. Según la incidencia presentada por el interventor, “se habló con los monitores para que recondujeran su incívico comportamiento, haciendo estos caso omiso de las reiteradas advertencias y avisos”. Al parecer es un escándalo mayúsculo aplicar la norma a unos niños que viajan con sus educadores y, sin embargo, no me parece que haya mejor manera de mostrarles que un comportamiento incívico y asocial tiene consecuencias. 

La cuestión de los trenes es todo un síntoma de la pérdida de las virtudes cívicas que deben adornar a todo ciudadano. Los niños, luego, crecen. Hace un par de días hemos conocido la sentencia que obliga a once jóvenes a indemnizar a la compañía ferroviaria con 7.676 euros por retrasar la llegada de un AVE Madrid-Málaga. Los jóvenes iban de despedida de soltero y montaron una tangana de tal calibre que obligaron a aplicar ese mismo artículo y a bajarlos del tren en Córdoba para lo que fue precisa la intervención policial. No es un incidente aislado. La moda ha causado molestias y problemas a infinidad de pasajeros en ese trayecto desde el inicio de la primavera, tanto que la operadora ha hecho saber que actuará de forma “contundente”, acudirá a la policía si es necesario y a los tribunales para que se indemnice al resto de pasajeros por los retrasos y otras incomodidades. 

Hace un año, una pasajera en viaje a Valladolid denunció que un joven de unos 30 años se había sentado a su lado y había comenzado a masturbarse. Esperó hasta que el hombre se bajó en Medina del Campo y se lo comunicó al interventor, que avisó a la estación por si podían localizarlo. A pesar de ello la denunciante consideró que la actuación no fue suficiente. “Aunque me parece totalmente injusto que no sea un delito, me parece igual de mal que RENFE como empresa privada que puede reservarse el derecho de admisión en los trenes y que tiene la información de mi billete y del suyo tampoco se preocupe de buscarle e impedirle volver a viajar”. 

Por concluir, en Donostia ha habido heridos por una trifulca en la estación al intentar identificar a varios jóvenes que cruzaron delante de un Alvia en marcha tras colarse sin pagar. Son decenas de jóvenes los que cada fin de semana viajan sin billete saltándose los tornos y “sembrando el caos”. El guardia de seguridad de la estación fue asistido en urgencias tras ser agredido.  

Todo eso no viene sino a mostrar la decadencia del comportamiento cívico en el transporte ferroviario, y supongo que en otros lugares. ¿Debemos pasar por alto que ni los niños que viajan tutelados puedan ser instruidos en el respeto debido al resto de pasajeros? ¿Es normal que los propios padres y los profesores y directora de su colegio pidan responsabilidades a alguien que no sean ellos mismos? Lo correcto hubiera sido que los propios monitores hicieran su trabajo controlando a su grupo y no pensar que hay una bula social que obliga a centenares de personas a soportar un viaje infernal porque el mal comportamiento es infantil.

El civismo es un concepto íntimamente ligado al ideal republicano que, quiero recordar, no consiste únicamente en ponerse un lazo amarillo en el perfil de la red social. Civismo, en palabras de Montesquieu, es el amor a las leyes y requiere una preferencia del interés general al propio. No es posible la democracia sin ciudadanos que practiquen esta virtud que precisa de una devoción hacia la colectividad, hacia el bien común, que no parece que se incluya en los planes docentes ni que sea prioritaria para algunos padres.

Con respecto a los padres que creen que sus angelitos siempre lo hacen bien, no voy a pronunciarme. Tengo a gala cumplir con los límites legales en mis columnas.

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