La última mujer asesinada por violencia machista a manos de un hombre tenía 66 años. La anterior mujer asesinada por un hombre tenía 20 años. Antes de ellas, una mujer de 53 se murió de infarto después de la brutal paliza de su novio.
No se conocían entre ellas, pero sus asesinos compartían sin conocerse un mismo código machista: o eres mía, o no eres de nadie.
En el caso de Rubí, Barcelona, el asesino, mayor, actúo contra su mujer de toda la vida, 66 años, pero no le dio por asesinarse a él mismo. En el caso de Benicàssim (Castellón), el asesino, joven, 26 años, después de intentar atropellar a la víctima, 20 años, la secuestró tirándole de los pelos, la metió en el coche y se estrelló a toda velocidad contra una gasolinera. Antes la había chantajeado con las fotos de su padre, fallecido, y con el perro de Andrea, según han relatado la madre y la hermana de la víctima. Los dos jóvenes muertos, la mujer asesinada.
Vamos ya por cincuenta mujeres asesinadas en lo que va de año y la memoria nos dice que en “fechas tan señaladas” habrá más mujeres que pierdan la vida a manos de hombres con los que tienen o tenían un vínculo, así en Nochevieja como en los primeros días del año.
Un extraño efecto emulación parece recorrer las noches y las madrugadas de estas fiestas en las que el macho criminal se reta a sí mismo y parece pensar que no asesinar a la mujer que considera de su propiedad es una renuncia a sus principios machistas.
En el caso de la joven de Bemicàssim, tenemos fotos de ella con su asesino, los dos vestidos con la camiseta del equipo de fútbol que les gustaba, sabemos que había una orden del alejamiento del que apuntaba a criminal y que la amenazada tenía una escolta policial que en esos días, tan señalados, no debió actuar.
Hace muy poco, el Congreso de los Diputados aprobó ¡123 medidas, oiga!, para mejorar la ley contra la violencia machista. No sabemos que se haya aplicado ni una sola de ellas, y eso que muchas no cuestan un euro.
Hace quince días hemos recordado a Ana Orantes, la mujer que fue violada y maltratada desde la noche de bodas y que se atrevió un día a hablar en un programa de Canal Sur, hace veinte años. Su testimonio demoledor hablaba de cuarenta años de torturas, palizas, humillaciones y anunciaba el asesinato después de narrar la muerte en vida. El macho del marido no soportó que Ana Orantes lo contará en la tele y la prendió fuego después de rociarla con gasolina. Un juez dijo que cómo iba a maltratar el tal Parejo a Ana Orantes, con lo que lloraba por ella.
Sería injusto decir que no hemos avanzado nada, o que estamos peor que nunca, o enhebrar esas frases que forman parte de la idea de pensar que nuestro momento es el peor de todos.
No es cierto. No creo exagerar si digo que nunca antes se ha prestado tanta atención a la violencia machista y que este año, así en Hollywood, como en otras partes del mundo, muchas víctimas de la violencia de género han salido del armario del miedo y han dicho que sufrieron abuso y acoso. Abuso y acoso cometido por hombres que lo que tenían sobre ellas era, sobre todo, poder.
Aún conscientes de los avances, resulta insoportable convivir con la idea de que cada año medio centenar de mujeres son y serán asesinadas, como si fuera una fatalidad, algo inamovible. Insoportable que una decena de chavales sean también asesinados por violencia machista cada año y que centenares de niños y jóvenes hayan sido testigos de la violencia que sus padres perpetraban contra sus madres.
No hay libertad para las mujeres que viven con el miedo de que las puedan asesinar, como habían alertado la madre y la hermana de Andrea, la cría de veinte años.
Las fiestas pasadas, inauguramos el primero de enero de 2017 con una mujer, profesora, asesinada por su novio. Se llamaba Matilde de Castro Hernández y el crimen fue perpetrado en Rivas Vaciamadrid (Madrid) por un criminal también con orden de alejamiento.
No es cuestión de fiestas, es el criminal machista que se autoestimula con cualquier coartada.