El fiscal especial Jack Smith se dispone a poner fin, según se ha anunciado, a las causas federales contra Donald Trump dada la inmunidad de la que gozan los presidentes. Son las referidas a subversión electoral y retención ilegal de documentos clasificados. Smith ha tenido una intensa jornada: por la tarde ha pedido también a la jueza a cargo del caso por el asalto al Capitolio una pausa “para analizar la nueva situación”. Durante la campaña, Trump dijo que despediría a Smith “en dos segundos” si era reelegido. Algo que acaba de suceder y no toma posesión hasta enero, pero la maquinaria que se preparó -con el control de la Justicia-, y el regalo de los votantes que le han dado el poder ejecutivo y el legislativo marcan ya la pauta de lo que viene.
Este sábado 9 de noviembre se cumplen 35 años de la caída del Muro de Berlín. Cuando las ansias de libertad derribaron todo un sistema político y económico basado -teóricamente- en la igualdad de los seres humanos. Los estadounidenses han elegido esta misma semana un presidente -para ellos y para el mundo- dispuesto a establecer la desigualdad como organización social basada en reformas drásticas que se ajusten a la llamada ya Ilustración Oscura que elimina trabas democráticas a los intereses de las élites. Se han hecho en estos siglos demasiados cambios inconvenientes para ellas. No son las mismas, por supuesto, la nueva aristocracia -empresarial, tramposa, ávida de dinero,- la vemos en el equipo de Trump, con Elon Musk en cabeza y un círculo de afamados ultraderechistas.
En los incontables análisis que leo para explicar el fenómeno, se suprime una obviedad que no por serlo es decisiva: han sido los ciudadanos quienes han votado a Trump. A un hombre embustero, machista, clasista, xenófobo, convicto de algunos de los delitos que se le imputaron e impulsor del asalto al templo de la sacrosanta democracia estadounidense, el Capitolio, hace cuatro años cuando perdió las elecciones frente a Biden. Y que llega ardiendo en venganza y con ganas de establecerse como gobernante autócrata, tumbando pilares esenciales de lo conocido hasta ahora en las democracias liberales.
El periodista Claudi Pérez, en El País, recuerda una clave del triunfo de Trump que también han señalado compañeros de elDiario.es: “El PIB no es suficiente para ganar elecciones” de Sáenz de Ugarte, por ejemplo. El candidato republicano preguntaba a los ciudadanos: “de acuerdo, las macrocifras están mejor, ¿pero usted llega más holgado a fin de mes o no?” La trampa es inmensa. Y en España también funciona. ¿En serio han creído millones de personas que con Trump van a llegar más holgados a fin de mes precisamente ellos? ¿Saben qué han votado? Estoy convencida de que no, al margen de la laxitud moral que implica elegir a un personaje como éste.
Se inicia la vuelta atrás, la Ilustración Oscura, la tecnofeudal, la destrucción de las democracias tal como eran entendidas. Ése es el problema: no han dado las soluciones requeridas y el hartazgo es grande, pero elegir la peor de las salidas no parece de personas muy informadas. ¿Hay otra? Mientras esperamos otros cuatro años y otros cuatro más a cambios positivos para todos que no se producen, la ultraderecha avanza su modelo como anzuelo al descontento.
Algunos autores muy consistentes como Robert O. Paxton creen que “el fenómeno de Trump tiene una base social mucho más sólida, una base que no tenían ni Hitler ni Mussolini”. En mi opinión, no es tanto una base social -y menos aún informada- sino una que cree en promesas dudosas aceptando en el paquete la vulneración de fundamentos éticos esenciales. Educada en la frivolidad y la ausencia de pensamiento crítico. La primera arma usada por Trump en su anterior mandato fue la mentira. Las soltó casi cada vez que hablaba, como hacen en España líderes de la derecha, Feijóo o Isabel Díaz Ayuso en cabeza. Y la gente se las compra sin pensar en las consecuencias.
Un 52% de mujeres blancas han votado a Trump, probablemente por racismo. Y un 54% de los hombres latinos por machismo. Lo que llaman “la economía” ha primado también en muchos de los seguidores del republicano.
Hace falta ser muy torpe para votar a Trump “porque Biden dejó entrar a todo el mundo”… siendo de origen peruano. Se propone hacer deportaciones masivas. Y así pueden encontrar a miles y millones que se sienten excluidos de las amenazas que les sitúan como dianas de los fascismos. Lo mismo que ocurre en muchos lugares, España incluida.
En estos 35 años desde la caída del Muro de Berlín, han ido tumbando la globalización, el neoliberalismo y la posmodernidad. Lo de ahora es un abismo, una vuelta atrás. Extrema derecha, antidemocrática, reaccionaria y tradicionalista. Nacionalista y proteccionista en lo económico. Que combate los roles de género, la diversidad sexual y las migraciones. Es la antítesis de la Ilustración. Preconiza -como única “modernidad” el funcionamiento de los países como empresas. Jerarquizadas, por supuesto. Que el común de los mortales crea que puede estar incluido entre los beneficiarios es realmente peregrino.
Hasta ahora han usado a los ciudadanos. Si como avisó Trump, no van a tener que votar más, ya no los necesitan si no para seguir usándolos en otros fines. Pero los ciudadanos crédulos no son inocentes. Por grande que sea la decepción, hace falta algo más de curiosidad intelectual antes de tragarse todo lo que echan. Porque cada vez arrojan más basura para el consumo desinformativo e ideológico. A través de las redes infinidad de seres sin el menor conocimiento de nada se han sentido con poder para discutir a la altura de cualquier auténtico experto. El cambio climático, por ejemplo, una enorme amenaza que, para quienes lo niegan sin fundamentos, implica si se suprimen los controles … “vivir mejor”. Información no es lo que cuenta el primero que llega, exige comprobaciones, un orden de prioridades, verdad sobre todo. Y, en efecto, destruirla ha sido y es la gran baza de la ultraderecha.
España, Valencia, la DANA, causas y consecuencias, como ejemplo. Conociendo los perfiles y andanzas de Mazón y su gobierno, te preguntas siquiera cómo pudieron ser elegidos para gestionar asuntos básicos de la vida de las personas. Y no sorprende en absoluto el proceso de mentiras y contradicciones con el que intentan tapar su responsabilidad en el agravamiento de las consecuencias de la DANA, una auténtica tragedia. Pero igual ocurrió en el Madrid de Ayuso en la pandemia. Cierto que medios interesados lo manipulan, pero ¿al punto de disuadir de forma tan extrema la realidad? ¿no aprenden siquiera de las fatales consecuencias en otros?
Un momento muy preocupante, terrible, de la humanidad éste que va in crescendo porque nadie le pone coto. Orban y Meloni revalidados por el triunfo de Trump y todos juntos aprisionando a una Unión Europea que dejó entrar los fascismos hasta la cocina y se mueve cada vez más a sus órdenes. Europa y los partidos tradicionales necesitan una profunda reflexión, pero mayor incluso han de hacerla los ciudadanos que no son sujetos pasivos de corrientes, han de entender que las mueven ellos y a menudo con sus propios errores, esos que terminan por arrasarlos. A Trump le han votado los ciudadanos, a Mazón también. Somos los ciudadanos quienes elegimos a quiénes creer y los medios por los que informarnos.
Cuando hace 5 años un grupo de autores evaluamos los cambios operados tras la caída del Muro de Berlín (Derribar los muros, Roca Editorial 2019) anotamos varias ideas:
“Lo que de veras triunfó en 1989 y los años siguientes fue el capitalismo salvaje, el que se niega a aceptar cualquier tipo de regulación a la primacía del dinero en la vida de los seres humanos y en la explotación de los recursos del planeta. Triunfó universalmente”, escribía Javier Valenzuela. “Todo, desde el aire que respiramos, al agua que bebemos, los alimentos que comemos, pasando por la sanidad, las pensiones, la energía, la educación, la vivienda, la deuda, todo se ha convertido en mercancía objeto de especulación en los mercados bursátiles”, destacaba Lourdes Lucía. Se denunciaba el abandono de su papel de una socialdemocracia que dejó la política económica “en manos de la dogmática neoliberal”, Pérez Tapias
“La prensa parece no servir ya para situar a la sociedad en el tiempo en el que vive, para arrojar luz sobre las democracias y sus procesos de elección, para otorgar libertad a través de la buena información” anticipaba Pedro de Alzaga.
Constatamos también cómo habían brotado otros muros en los ojos espantados de los rescatados en alta mar, en las guerras, en las víctimas del frenético racismo, en la pobreza y en la injusticia que sufren millones de personas. Y Àngels Martínez Castells evocaba a Kavafis para lamentarse de quienes no ven el futuro, aunque lo tengan encima. Y viven sin escuchar el ruido que producen los “albañiles” cuando construyen los muros, sin darse cuenta de que los muros aíslan del mundo exterior“.
Ya hay otro casi insalvable. En lo alto Trump y todos los demás fascistas con millones de seres apoyando los ladrillos engarzados con sus cuerpos y sus vidas para sostenerlos. Esos son los principales responsables. Por cierto, también suelen ser ciudadanos quienes los derriban.