El silencio europeo de #metoo
Esta semana Rebecca Corbett, la editora del equipo de investigación del New York Times que destapó los casos de violación y acoso de Harvey Weinstein y otros poderosos, dio la conferencia anual del Instituto Reuters para el estudio del periodismo en la Universidad de Oxford. Corbett recordó la labor minuciosa de documentación, comprobación y re-comprobación de las periodistas Jodi Kantor y Megan Twohey durante casi un año. Y el resultado incontestable del mejor periodismo, que nada tiene que ver con la opinión y el activismo y tiene gran impacto social.
“El veredicto periodístico sobre la historia de Weinstein es el impacto. Hizo que fuera más seguro para las mujeres hablar, dándole un nuevo significado a la frase 'ella dijo': la oportunidad de que te escuchen”, dijo Corbett.
Entre el público estaban el director del Washington Post, la directora editorial de Le Monde, el exdirector del Guardian, profesores célebres como Timothy Garton Ash y ejecutivos de Google. Tras mucha admiración y alguna cuestión sobre Trump, en el turno de preguntas la directora editorial de Le Monde, Sylvie Kauffmann, sacó un tema peliagudo sobre la prensa europea: la protección de la Primera Enmienda para los periódicos, que no existe en muchas otras democracias. Kauffmann aseguró que Le Monde no podría haber publicado algunas de las historias del New York Times y que, de hecho, había dejado de publicar casos de acoso por miedo a querellas. Corbett contestó que, con o sin Primera Enmienda, el Times tenía tantas “pruebas” que no habría dejado de publicar la historia de Weinstein.
Mi pregunta fue por qué la prensa europea apenas ha investigado casos de #metoo de cualquier gravedad (el de Weinstein está entre los más extremos). ¿Falta de recursos? ¿Falta de interés? ¿Falta de protección para la libertad de prensa? Javier Moreno, actual director de El País América y parte del debate, reconocía su “sorpresa” por el hecho de que ningún periódico, incluidos el suyo y el mío, haya investigado en España las acusaciones de acoso contra Plácido Domingo.
La agencia AP publicó su investigación cuidadosa y repleta de fuentes en agosto. Desde entonces, y hasta la conclusión de la investigación del sindicato de la ópera hace unos días, han pasado seis meses y en la prensa española apenas hemos hecho refritos de las investigaciones estadounidenses, alguna entrevista complaciente al protagonista y mucha opinión.
Pasa lo mismo en Reino Unido y en otros países de Europa donde cuesta encontrar casos donde se haya destinado a reporteros a investigar a fondo durante meses, algo que requiere un asunto tan complicado y privado como suele ser éste.
Telemadrid emitió hace unos meses un reportaje del equipo de Tomás Ocaña contando en parte la dificultad para que las mujeres acosadas hablaran en España, y más con su nombre y apellido. El precio social sigue siendo demasiado alto. Y esto es algo para la reflexión de todos. ¿Qué falta para que las mujeres se sientan seguras para denunciar abusos? ¿Por qué las redacciones no dedicamos tiempo a esto?
Le pregunté a Corbett su consejo para redacciones con menos recursos. La editora sugiere esforzarse en “documentar” lo que pasa poniéndolo como prioridad editorial y empezar por los casos más pequeños, sobre los que a veces es más fácil conseguir los primeros testimonios. “Incluso con menos recursos, si hay acusaciones serias sobre personas importantes, investigadlos de la misma manera en la que lo hicimos nosotros”, dijo.
Pero, ¿por qué sigue sin pasar?
Tras la conferencia de Corbett, varias personas me preguntaban a mí y a otros periodistas europeos en Oxford. ¿Será que los poderosos lo son demasiado? Pues, en realidad, no. Los “poderosos” en Europa no se acercan ni en dinero ni en influencia a los estadounidenses y a menudo las historias de acosadores se refieren a personas que no son tan importantes. ¿Será que los jefes en los medios son todos hombres? En muchos sitios así es, como revela este gráfico de La Marea. Pero la persona al frente del periódico de España con más recursos es una mujer y también hay directoras en otras redacciones más pequeñas. ¿Será que no tenemos suficientes recursos? Tenemos, pero los dedicamos a muchas tareas a la vez y no tanto a investigaciones de incierto resultado. ¿Será que hay menos acoso? Permítanme dudarlo.
La poca sustancia de #metoo en Europa revela que queda camino para elevar los estándares y ofrecer información más cuidadosa y para hablar con más libertad. Al menos el camino está claro. Para recorrerlo no basta con manifestaciones multitudinarias.
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