Judicializar la contienda política, aunque sea con informaciones imprecisas, insuficientes o directamente basadas en bulos y mentiras ya superadas. Ocupar los juzgados con demandas llenas de ruido como se ocupan las calles con caceroladas irresponsables y atascos contaminantes. Envenenar el ambiente. Ensanchar todo lo que se pueda la persecución política de la oposición al Gobierno. Sí, de la oposición al Gobierno. La estrategia de invertir los papeles, mejor dicho, pervertirlos, no es nueva entre los neofascistas. Es más, este modus operandi les resulta altamente efectivo para subvertir la democracia cuando las urnas no les dan el poder. Si no que se lo digan a Dilma Rousseff.
Tergiversar la lógica de los derechos humanos para colonizar su discurso y expoliarlo como hacen y han hecho con todo aquello que contiene riqueza y potencia. Todo vale para garantizar los privilegios y conservar su imperio. Se puede secuestrar la verdad y volverla monopolio. Se pueden cambiar los sentidos y manipular los destinos. También se puede acusar en falso de restricción de libertades mientras celebran manifestaciones y regresan a casa sin sentir en su cuerpo un gramo de hostigamiento policial.
Es la estrategia internacional de los ultraconservadores más machistas, racistas y lgtbófobos para recuperar el poder político. Desestabilizar, desestabilizar y desestabilizar. Y dentro de esta estrategia, el Partido Popular y Vox son la delegación de esta gran corporación que son los fundamentalismos contemporáneos, tal y como los bautiza Rita Segato.
El discurso del enemigo, que lideran los de Casado y Abascal, responde a una táctica perfectamente diseñada fuera de España. Un discurso con el que se construyen y enseña a odiar a todo aquel que no represente la pureza, en este caso, de lo español. Una lógica excluyente que nada tienen que ver con la lógica de los derechos humanos. Una lógica que se apropia de una bandera constitucional para echar de ella a todos los sentires, culturas y pluralidades que no representen su idea monopólica de nación, de moral, de familia y.… de economía.
La ideología de Vox y PP no defiende los intereses de España, sino de un neoliberalismo internacional que se traviste de fascismo y construye un nuevo discurso de odio donde la falta de empatía justifica la insolidaridad y la irresponsabilidad individual, justifica la crueldad. Un proyecto político que reproduce un discurso de enemistad y de enemigos porque sabe que lo del “divide y vencerás” funciona como también lo de que “no hay nada que una más que un enemigo común”. En un contexto de fragilidad y ansiedad como la actual crisis, son mensajes que se fijan como parte de los mecanismos de defensa que se activan ante situaciones de estrés y sensaciones de peligro.
Y en toda esta estrategia global de “reconquista” nos encontramos que en España los delegados de la gran corporación quieren llevar al 8M al banquillo. Desde el primer momento, tuvieron la falta de escrúpulos de señalar la marcha de las mujeres como el epicentro de una pandemia que la OMS declaró tres días después. Sin analizar el contexto de conjunto.
Hay mucho de simbólico en que sea la causa contra el 8M la elegida por el PP y Vox para añadir presión en su anhelo de tumbar al Gobierno. Cuesta creer que sea casual. Parece ser que solo doblegando a los feminismos, a las mujeres rebeldes, lograrían recuperar un poder político y social que les ha sido arrebatado. Parece una ofrenda al patriarcado responsabilizar a la manifestación del 8M de la expansión de la COVID-19. Al pensarlo, nuevamente, cito a Rita Segato y el brillante análisis que hizo no hace mucho sobre cómo los nuevos discursos de odio y las políticas del enemigo tratan de frenar a los feminismos.
Para Rita Segato lo que realmente “ha molestado” a los fundamentalismos contemporáneos es el avance de la despatriarcalización que toca el edificio donde se construyen todas las jerarquías, afecta al patriarcado. La potencia del feminismo, continua Segato, propone que el poder cambie de manos. “Las mujeres hacemos una herida de muerte al edificio patriarcal y eso amenaza el poder económico, el poder político, el poder bélico, porque la potencia feminista va a trabajar en el mundo de otra manera, va a abrir la Historia a otra dirección, va a transformar la sociedad”.
No deja de ser otra violencia simbólica más por parte de la derecha fundamentalista, ultraconservadora y patriarcal señalar al 8M como responsable de la expansión de la Covid-19 y, con ello, poner bajo sospecha al movimiento por los derechos de las mujeres. La derecha descentrada no solo quiere tumbar a Sánchez y sacar a Podemos del Gobierno, también quiere desactivar la confianza de la ciudadanía en aquellos movimientos sociales que resultan inquietantes y amenazantes para el orden que no quiere perder poder, que no quiere dejar de oprimir, que no está dispuesto a convivir. Y entre estos movimientos, uno incuestionable y abrumadoramente imparable, es el 8M y todo lo que viene a representar: una transformación de la sociedad.