Era inevitable. Se mascaba la tragedia en la política española desde que se convocaron las elecciones y los partidos se entregaron a esta alocada carrera de fichajes e incorporación de cracks, más propia de la Liga de fútbol, las cadenas de televisión o los autos locos que de la política. El duelo a muerte por ver quién sumaba más “celebrities” ha terminado con el pelotazo incontestable de Vox al fichar a Carmen Lomana y el padre de Monedero. Nadie puede superar eso.
Cuando el famoseo es lo que importa lo fenomenal se vuelve lo normal y los fenómenos dominan el mundo. Nadie puede ser más fenomenal. No se les puede ganar y se convierte en un síndrome. El siguiente fichaje siempre debe resultar aún mas relumbrante e impactante que el anterior y, antes o después, todos se acaban pareciendo a Carmen Lomana.
El Partido Popular ha seguido una política de traspasos a cada cual más sonado. El grupo parlamentario saliente tras el 20-D no estará para bollos así que solo caben los marianistas que han probado su marianismo más allá de cualquier duda razonable. La purga haría llorar de emoción a un estalinista. Librarse de Marta Domínguez un minuto antes de que el tribunal la condenase a los infiernos revela mucho sobre la catadura moral de quien la fichó en su día porque representaba un ejemplo para todos. No se abandona a los compañeros caídos en el campo de batalla. Ni en la guerra, ni en la política. Siempre se acaba pagando.
El PSOE, tras haber iniciado la temporada de incorporaciones con fuerza, parece haberse tranquilizado. Sus espectaculares fichajes han pasado a un anonimato que roza la clandestinidad. Queda por ver si sólo responde a una táctica para evitar su desgaste y jugar con el factor sorpresa. En Ciudadanos han optado por sumar “celebrities” para que actúen de figurantes desde la platea. El liderazgo de Rivera brilla tan galáctico que nadie debe hacerle sombra.
Podemos se ha revelado sin duda como la sensación de la temporada. Pablo Iglesias se ha convertido en el Florentino Pérez de la política. Se desconoce si jugarán mucho pero se les ve convencidos de que venderán muchas camisetas. A algunos de sus cracks les ha podido la presión escénica, y de la otra. Tanta novedad ha creado unos cuantos líos en el vestuario porque gestionar tantos egos tiene sus costes, requiere paciencia y no siempre sale bien.
La buena noticia es que no hay nada que un buen resultado electoral no pueda arreglar. Igual que una buena audiencia en el mundo de la televisión. Es lo que tiene el show business.