Como todos los años al llegar el mes de julio los medios de comunicación se acuerdan del turismo. La mayor parte de las noticias están dedicadas a contar los récords que se están batiendo por lo que parece que muchos periodistas se han contagiado del “síndrome de San Ildefonso” del que padecen la mayor parte de los políticos en puestos de poder y cuyos síntomas son evidentes: al igual que los niños en la lotería, cuantos más millones cantan más contentos se ponen.
Todo el mundo sabe que el año pasado vinieron más de 75 millones de turistas extranjeros y que este año se esperan 83. Juntando los datos españoles con los que ofrece la Organización Mundial del Turismo: 1230 millones en el 2016, los más cualificados comentaristas han sacado sus conclusiones: hay demasiada gente moviéndose por el mundo por lo que el turismo está pasando de ser una bendición a convertirse en un problema. Un Manuel Vicent en El País, un Marius Carol en La Vanguardia, diario que dirige, y otros del mismo nivel nos advierten que es imposible manejar a tanta gente.
¡Ay! Si ellos supieran que esos 1230 millones de viajes son solo los que han implicado cruzar una frontera, pero que los que viajan y ocupan el espacio común son muchos más. En realidad muchísimos más. Solo dentro de la Unión Europea se realizarán este año dos mil millones de viajes. En el conjunto de la unión la gran mayoría de las estancias son realizadas por nacionales del país donde pernoctan y en algunos países como Alemania el 90% de las pernoctaciones las realizan alemanes. Francia o Italia andan por encima del setenta por ciento.
En España los residentes realizaron el pasado año 182 millones de viajes, más del 90% dentro de nuestro propio país, y aunque una gran parte no utilizó alojamientos turísticos realizaron unos doscientos millones de pernoctaciones en hoteles, pensiones, campings, etc. frente a trescientos de los residentes fuera.
En países como Suiza o Alemania no cuenta el número de personas que cruzan las fronteras, sino el número de pernoctaciones y lo mismo hace Eurostat, el sistema de estadísticas de la Unión Europea. En Estados Unidos, turista es todo aquel que viene de fuera y que pernocta. Los entes de promoción turística, que suelen ser locales, buscan sus clientes principalmente en otros estados.
Un examen detallado de los viajes de los españoles en España nos indica que un 40% son turísticos, que la estancia media es de tres noches y que gastaron 30.000 millones de euros el pasado año repartidos a partes casi iguales entre bares y restaurantes, transporte y alojamiento. Como los extranjeros gastaron 56.000 queda claro el peso del turismo nacional.
Los españoles viajan sobre todo a casas de amigos y familiares, ocupan los alojamientos turísticos del interior y, en verano, son los principales clientes de grandes destinos como Benidorm.
La preocupación por el exceso de turismo se olvida de ellos porque no se limitan a pasear por Las Ramblas cuando van a Barcelona, por ejemplo, y usan en menor medida los alojamientos turísticos no regulados en las ciudades donde se cree que existe ese exceso.
Al contrario, el crecimiento del turismo nacional este año, sin que nadie haya señalado los efectos negativos, nos indica que el sistema turístico español funciona bien en general y que la turistificación es un problema que afecta al centro de algunas ciudades y a algunos destinos de limitado espacio como Ibiza, donde las autoridades tienen la obligación de tomar las medidas correspondientes para que parte de la población local no se vea perjudicada por lo que debería ser una bendición.
Pero a la hora de cantar millones o de contar desgracias no podemos olvidarnos de nosotros mismos, los que hacemos turismo en nuestro país.