Estoy tocando fondo, lo sé: tras defender en su día el derecho de huelga de los controladores aéreos, y ponerme del lado de los estibadores, hoy vengo a apoyar a los taxistas, que este martes harán huelga en protesta contra Uber y Cabify. ¿Qué será lo próximo, Isaac? ¿Solidarizarte con los pobres notarios?
En el caso de los taxistas, ni siquiera necesitan una campaña de intoxicación mediática en su contra, como pasaba con los estibadores, porque ya vienen odiados de casa. ¡El taxista, ese tío que va por la calle con una rueda en cada carril sin dejar que le adelanten, que se detiene en medio de la calzada a bajar viajeros aunque haya sitio junto a la acera! ¡El taxista, que por definición es derechista, reaccionario, fascista, machista, racista y todos los etc. que quieran! ¡El caradura taxista que siempre intenta dar un rodeo para cobrarte de más, y a los guiris los trae del aeropuerto pasando por Toledo! ¡El mafioso taxista que mercadea con licencias y vive del chollo de su monopolio (que supongo será un monopolio franquista, que es lo que se dice siempre para desprestigiar un poco más)!
Yo reconozco que todo lo anterior lo digo de oídas, porque los taxistas que conozco en mi barrio son buena gente, se pegan unas palizas de currar y ganan lo justo para vivir dignamente. Los conozco honestos, solidarios y hasta de izquierda, pero no me hagan caso, seguro que son la excepción, que la mayoría deben de ser esos mafiosos timadores que dice el tópico, no me creo que solo unos pocos garbanzos negros den la mala fama al colectivo.
Pues así y todo, aquí me tienen, dando mi apoyo a los taxistas en su protesta contra Uber, Cabify y demás empresas molonas que han venido a reventar el sector del transporte. Molonas, sí, porque hay que hacer un esfuerzo para rechazarlas, ya que vienen disfrazadas de “economía colaborativa”, de triunfadores de Silicon Valley, y todo lo que hacen es por nuestro bien: según sus activos lobbies, gracias a ellos bajará el precio del transporte, se creará más empleo, habrá menos contaminación y, last but not least, no tendremos que aguantar la conversación del taxista de turno, ya que sus conductores no tienen muchas ganas de hablar con la mierda de condiciones laborales que tienen, falsos autónomos auto-explotados.
De los impuestos y esas tonterías, de sus trampas o de cómo esquilman a sus conductores, otro día hablamos, que total, son compañía guays, californianas, no esperemos que funcionen como una vulgar empresa de toda la vida ni que estén sujetos a regulaciones propias del Paleolítico.
Pues sí, queridos, eso es lo que traen todas esas empresas: neoliberalismo salvaje en versión siglo XXI, enmascarado de colaborativo, ecológico y tecnológico. Puede que al principio nos beneficien como usuarios, ofreciendo coches con conductor más baratos que los taxis. Pero a medio y largo plazo deforestarán el ecosistema socioeconómico en que vivimos, y el daño al taxista te acabará golpeando a ti también. De la misma forma que cada vez que usas Airbnb en otra ciudad el efecto mariposa hace que el alquiler en tu barrio suba un poco más, cada vez que te subes en un Uber estás legitimando un modelo empresarial y laboral que acabará llegando también a tu sector.