Mentiras peligrosas

  • '¿Y tú que miras?', de Mariola Cubells, es un libro sobre la televisión y sus tripas. Sus entresijos. Sus trampas, sus trucos, sus miserias

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“Por cierto, le advierto que nunca me he marchado, que sigo siendo excelente, y que hay algunos días en los que el cuerpo me pide volver.”

ALFREDO URDACI. Mayo de 2013, entrevista en Servimedia

Mentir, lo que se llama mentir, se hace a veces. Otras veces se omiten las cosas. Otras se tergiversan. En otras se intenta confundir al espectador. Y así va pasando la vida en buena parte de las televisiones públicas. Y fundamentalmente en TVE. Lo que sigue es una retahíla que he intentado que sea divertida a ratos para que ustedes no mueran. Otros ratos es desesperante, lo siento. Les dejo con casos concretos de censuras, manipulaciones burdas, órdenes absurdas y grotescas, modos y maneras de operar desde redacción, desde los despachos, desde realización. Cómo se dan las órdenes y cómo se acatan.

La mentira a veces se transforma simplemente en una burla, en algo grotesco o peligroso. Burla que a veces no está en los informativos, sino en el tipo de programación. A veces es una declaración de principios, que está ya en el logo de la cadena. En las declaraciones de sus responsables. Porque una cosa es tener un punto de vista y defenderlo con honestidad y argumentos y otra cosa es… Otra cosa es OTRA COSA. Otra cosa es aquella entrevista paradigmática que Urdaci le hizo a José María Aznar el 19 de enero de 2004, en TVE. Les recuerdo algunas de las preguntas, algunas de las frases del que era en ese momento director de informativos, por si no lo vieron en su día. No les doy las respuestas del presidente porque el enunciado casi las incluye. Ahora ya no podrán olvidarlo:

«Dice usted adiós, terminan ocho años de estabilidad política, de estabilidad económica…», «Este es un momento en el que España ha llegado a un desarrollo económico alabado por todos…», «Usted ha gobernado una legislatura marcada por las reformas y el diálogo social; se ha creado más riqueza, ¿cuáles son las condiciones para que se mantenga esa aventura económica?», «Usted ha conseguido una relación privilegiada con George Bush. Esa relación tan estrecha con EE.UU. ¿a qué responde?¿Por qué nos ayuda en temas de terrorismo, de seguridad de nuestro entorno, por qué nos ayudan en asuntos económicos, estratégicos?»

1.Cómo cambiar el cuento. El (o)caso de RTVE

Programa Parlamento de TVE, último sábado de junio de 2013, nueve años después del atentado de Atocha. Se habla de terrorismo. Tras un discurso de Jesús Posada, presidente del Congreso de los Diputados, la voz en off dice:

«Hace ya más de tres años que ETA no comete ningún acto violento, aunque permanecen grabados en nuestra memoria atentados como el de Hipercor o el 11M.»

Las imágenes que acompañan la narración son las de los trenes reventados por las bombas. El programa Parlamento está grabado. Lo han confeccionado redactores de la casa. La persona que redactó la frase FALSA estuvo liberada de CCOO durante muchos años. El programa lo dirige una periodista veterana de la casa, que ya lo hacía en la época de Fran Llorente y que está especializada en información parlamentaria. El programa, eso sí, depende de Jenaro Castro, el hombre que ha sido capaz de que nos riamos de un Informe Semanal (luego cito el ejemplo).

«Es un error, una necedad. Se mezclan las víctimas sin mala intención. No ha recibido consigna alguna, eso desde luego. Es un programa blanco, con una audiencia escasa y muy de servicio público. Y este caso coincide con la falta de control de los contenidos. ¿No hay nadie que lea el texto? Ahí es donde creo que se ha perdido en esta etapa. No hay tensión, ni vigilancia, ni cuidado en lo que se lleva entre manos, más allá de favorecer el discurso oficial. Ya no se oyen gritos en la redacción por una metedura de pata.

Tras la emisión, algún avispado espectador alertó de la frase. La dirección de la cadena pide disculpas públicamente con un comunicado, por la «ambigüedad de la frase». La directora del espacio asegura, en ese mismo escrito, que «no ha habido intención alguna de atribuir a ETA el atentado del 11-M». Y apostillan que la autora del reportaje lleva más de cinco años en ese programa, que viene a ser una manera de decir que no se vayan a creer que es una puesta por nosotros, no. Fin de las explicaciones públicas. Ahora lo que pasa dentro:

Joder, qué pesadez. ¿Y ahora a qué viene esto? Tendremos que hacer un comunicado. ¿Quién es la redactora? Ah, ¿pero esa tía no está desde hace años? Ponlo. Pon que hace años que hace el programa. A ver, qué se ha dicho exactamente… uf, bueno, tampoco es para tanto. NO os preocupéis, es este acoso y derribo. No pasa nada.

Poco después de hablar con mis colegas de TVE, que me explicaron los pormenores, decidí hacer algo que nunca hago: elevar mi queja a la defensora del espectador, Elena Sánchez. Me consta que algunos medios de comunicación, como infoLibre, también intentaron consultar su opinión. Yo no obtuve respuesta y ellos tampoco. El programa se encargó en cambio de responder al centenar de correos que llegaron sobre «por qué no dimos por La 1 la final de la Euroliga de baloncesto que enfrentó al Real Madrid con el Olympiakos griego». Que es una cosa de lo más alarmante, desde luego. Parece todo simple, ¿no? Bueno, sí y no. Detrás de esta aparente sencillez hay un universo entero de malformaciones: en la dirección, en la gestión, en la ejecución, en el montaje, en la redacción, en la emisión… Sin esas malformaciones, una tele pública contaría EXACTAMENTE lo que sucede. Los hechos. Y si Candela Peña hace un discurso incendiario al recoger su premio Goya a la mejor actriz de reparto en el que dice:

«Hace tres años que no trabajaba, en estos tres años he visto morir a mi padre en un hospital público donde no había mantas para taparlo, donde no había agua para darle de beber, se la teníamos que llevar nosotros. Estos tres años que hace que no trabajo ha salido de mis entrañas un niño que no sé qué educación pública le espera. Y en estos tres años he visto también que la gente se mata por no tener casa así que esta alegría de esta noche a mí no me la amarga nadie, en el idioma que sea. Y desde aquí os pido trabajo, tengo un niño que alimentar.»

… TVE, al emitir el resumen de la crónica de la gala de los Goya al día siguiente, no diría que le dedicó el premio a su padre.

Adelanto, a modo de decálogo, ejemplos de las cosas que suceden por esa malformación:

1. Imputan a la infanta Cristina. Pones la 1 de TVE por la mañana. Mariló Montero está empanando filetes en su espacio de cocina. Las noticias sobre la imputación de la infanta copan los medios. Pones La 1 de TVE por la noche, esperando un pormenorizado análisis. Nada.

2. El papa Benedicto XVI renuncia. TVE monta esa misma noche un especial donde vaticanistas y más vaticanistas hacen una hagiografía. El especial tiene un 3’3 de share. Medio millón de espectadores.

3. Salen las fotos del presidente gallego Núñez Feijóo con Marcial Dorado en los 90. Dorado era entonces capo del tabaco en Galicia y actualmente está en la cárcel por narcotráfico. En los informativos de TVE se le denomina «contrabandista» en lugar de «narcotraficante». Y Mariló Montero explica en su programa que «tú un día te vas a la playa, te hacen unas fotos y ya está, a ver…»

4. Una reportera tiene imágenes en un país en guerra de gente sin piernas. El asunto va de minas antipersona. La reportera vincula las minas con las amputaciones. Pero las amputaciones son por la polio. Nadie se entera.

5. Beatifican a San Juan de Ávila. Conexión en directo con Roma. La información aparece también en el sumario, en titulares.

6. El mismo día hay manifestaciones sindicales, que «solo han sido seguidas por cinco mil personas» y ha habido mucho desorden y mucha provocación. La noticia se da en 43 segundos.

7. Días más tarde se convoca una manifestación Pro vida. Hay más de 100.000 personas. La pieza dura un minuto y medio.

8. Muere Sara Montiel. Pones La 1 de TVE. Un especial mega completo sobre la cantante.

9. Tenemos que hablar, programa de testimonios presentado por Ana García Lozano. Se plantea abordar el tema del 11-M con testimonios de aquel fatídico día. Responsables de la casa dicen que, bueno, que mejor que no, que «ni siquiera se tiene clara la autoría aún.»

10. En la escaleta con los temas de debate del programa +Gente está el caso Bárcenas… pero, uy, que no tenemos tiempo. Se cae el tema, lástima…

He querido empezar con anécdotas, con ejemplos. Luego vendrán más, que sé que es lo que más les gusta. Pero ahora llega la historia de verdad. Antes de nada una cosita. Cuando acaben de leerlo pensarán que les tengo ley a los chicos y las chicas del equipo directivo anterior (época Zapatero, sí. Esto

lo hizo muy bien el de León). Pues sí, les tengo ley. Pero reto a cualquiera a analizar pormenorizadamente seis, siete y ocho informativos de aquellos años y compararlos con seis, siete y ocho informativos de esta nueva era.

De dónde venimos

TVE tuvo su momento de gloria durante la anterior legislatura. Me da igual lo que dijeran miembros del PP, me da igual que me tilden de tendenciosa. Insisto. Tuvo sus años de sosiego, de pluralidad, de transparencia, de crédito, de prestigio. Tuvo su tiempo de ponerla y no avergonzarte. De buscarla cuando sucedía algo. De sentir que era la tele pública que merecíamos, educados ya como estábamos en democracia, y audiovisualmente maduros.

Tenía fisuras, sí. Y problemas enormes, endémicos, irresolubles, sí. Pero sus informativos, por ejemplo, fueron impecables. Estuvieron liderados por un tipo poco frecuente en estos asuntos como Fran Llorente, un periodista con temple para aguantar los envites (que los había, ¿eh?, los había) de la Casa Real, del PSOE, del PP, de los jefes de prensa, de los bancos, de los grupos políticos alternativos, de TODO el mundo. Porque todo el mundo que manda un poco se siente con derecho a exigir un trato de favor en las teles públicas. Y desde luego todos tienen ese derecho, derecho a pedir, a levantar el teléfono y pedir. Otra cosa es que la persona que esté al otro lado del teléfono, decida ser obediente sin más, o actuar con criterio, conforme al servicio público que desempeña. Que es eso, y ninguna otra cosa, lo que sucedió durante los años en los que pareció que RTVE iba camino de convertirse, por fin, en algo parecido a la BBC. Fruto de un consenso entre los partidos, de leyes nuevas y más sanas que elegían al presidente de la corporación. Lo cuenta uno de los protagonistas de aquel equipo.

«Llaman todos, siempre. Tanto el PSOE, que estaba en ese momento en el gobierno, como el PP, que estaba en la oposición. O como cualquier otro. Llaman para vender cosas, algo que me parece normal. Para quejarse. Y desde luego para exigir que se den determinados contenidos. Eso es lo peor, porque si no les haces caso, no se conforman. Nosotros recibíamos peticiones de distinto calado todos los días a todas horas. Y cuando eran cosas que estaba bien que se dieran, que eran periodísticamente interesantes, las dábamos. Pero todo según nuestro propio criterio. Se discutía mucho, había reuniones, intercambios de opiniones permanentemente, broncas incluso. Y ese nervio está muy bien. Esa es una de las cosas que diferencia las dos etapas. Se ha perdido completamente esa implicación, ese espíritu bastante asambleario que teníamos y que creo que es lo que daba frescura a la información. Sabíamos que podíamos tener espíritu crítico porque todas nuestras decisiones serían respaldadas, sabíamos que podíamos plantarnos ante los excesos o ante las peticiones absurdas o desproporcionadas. Ante los intentos de censura, de manipulación. Evidentemente no era todo de color de rosa. TVE es una máquina grande y aparatosa, pero a mí me parece que nunca se había respirado un ambiente como ese, de tanta claridad. Yo al menos, que llevo allí 30 años, no lo había respirado nunca.»

Es decir, los progres, para que nos entendamos, también manipulan. Una de las certezas más absolutas de la televisión es: al político como concepto, a la iglesia, a los empresarios, a los grupos de poder en general, les gusta meterle mano a la pantalla. Les gusta controlar su mensaje en ella, les pone como una moto salir, salir, salir, les obnubila la posibilidad de dar órdenes que luego vean reflejadas en antena. Y ¿a quién no? ¿No le gustaría a usted que la tele sacara su empresa? ¿no le gustaría demostrar lo que usted vale y que el mundo entero conociera su arte? ¿su libro? ¿su disco? ¿su obra pictórica? Bien, pues los partidos políticos quieren, por este orden:

- Que por la tele no salga nada que ellos no quieren que se sepa, que es habitualmente LO ÚNICO QUE LE INTERESA A USTED COMO CIUDADANO QUE VOTA.

- Salir a menudo, diciendo lo que sea.

- Decidir qué mensajes, en qué momento, y a través de quién van a difundirse. Y evitar los otros.

- No salir feos, a ser posible.

Y luego está Juan Cotino, supernumerario del Opus Dei y presidente de las Cortes Valencianas, y su aparición estelar en el programa Salvados de Jordi Évole. Su corbata a la espalda, alejándose con soberbia de ese periodista insólito y maravilloso, capaz de aguantar un paseíllo atroz en silencio, preguntando, preguntando, preguntando, lo que los más de tres millones de españoles se preguntaban tras ver el reportaje, no creo que podamos olvidarla. Ya lo dije en Twitter, nunca le agradeceré lo bastante a Salvados que desenmascarara a Cotino, más allá de mis fronteras mediterráneas. Su comportamiento, sus respuestas, sus no respuestas, reúnen todo lo que un político nunca debería hacer en la televisión. Ni en la política, claro. Pero esa es otra historia. Pero a lo que íbamos. Ahora que estamos en la harina, con grumos, del momento actual de RTVE, quiero contarles una anécdota de esa misma cadena que pertenece a años atrás, cuando estaba al mando Zapatero. Con un objetivo: para que entiendan que los impulsos primarios los tienen todos los partidos. La diferencia está en los grados, por una parte y, como les decía, en la capacidad de resistencia de quién recibe la orden, en su criterio, en su espíritu crítico, en su buen hacer. Esto debería ser un principio insoslayable en las televisiones en general, e INCONTESTABLE en los medios públicos, que tienen como dueños a todos los ciudadanos. Qué bonita expresión. Lástima que la tenga clara tan poquita gente… Ahí va la historia:

Habíamos emitido en el informativo una pieza sobre la muerte de un preso en una casa cuartel de la guardia civil en Almería. Habíamos incluido totales (con la cara tapada) de testigos que insinuaban malas prácticas en el cuartel y que había conseguido Informe Semanal. Inmediatamente nos llamó un responsable de prensa del entonces ministro de interior, José Antonio Alonso hecho una fiera. No le había gustado nada, nada lo que habíamos hecho, me dijo. Yo le repliqué, la cosa fue subiendo de tono y él en plan jocoso acabó diciéndome «¿Qué pasa, que habéis descubierto la libertad de expresión, o qué?». Yo le contesté que afortunadamente trabajaba en libertad hacía tiempo, que parecía mentira que eso me lo estuviera diciendo alguien de un partido de izquierdas, y que no iba a aguantarle esas chorradas porque mi jefe no era ni él ni el ministro. Hubo más reacciones como esa por parte de distintos ministerios, no fue el único, y yo y mis compañeros que ocupaban distintos cargos en el informativo nos mantuvimos férreos porque sabíamos que teníamos el respaldo del jefe detrás, porque él era el primero que contenía los ataques, las órdenes, que nos filtraba los marrones. Y todos sabíamos que lo único que debíamos hacer era cumplir con nuestra obligación como periodistas, seguir el criterio. Y que si venían mal dadas él y su equipo iban a respaldarnos. Es más fácil así, más natural, te sale sola la capacidad para enfrentarte, para ser fiel a los principios más básicos del periodismo, del servicio público.

Dónde estamos

Yo siempre creí que tras consolidarse ese modelo de tele pública, ese modelo de informativos no invasivos (los premios recibidos, la ausencia de quejas de la oposición o de cualquier otro colectivo), no sería posible una vuelta atrás, una involución. Un regreso a las cavernas, a los momentos Urdaci, a los titulares que arañan, a los instantes delirantes… Pero me equivoqué. Debería haberlo intuido cuando Dolores de Cospedal comenzó a echar leña a un fuego que no existía en el programa Los desayunos de TVE, con Ana Pastor al frente. Recuerden que tuvo que reconvenirla incluso una periodista de La Razón. La misma Ana Pastor, por cierto, a la que el señor Bono, con esa chispa que le caracteriza, llamó señorita Rottenmeier, demostrando así que a la izquierda tampoco le gustaban sus entrevistas estilete. Según el propio Bono, «lo de Rottenmeier le vino genial, porque así la gente vio como una periodista de izquierdas se metía con gente de izquierdas», una frase que encierra un universo entero, por cierto. También debería haber hecho caso a todos los colegas de TVE que me advertían de lo fácil que era volver atrás, «basta con cambiar a 10 personas de la cúpula».

La sensación general del nuevo equipo directivo, tanto de TVE como de RNE podría resumirse así: «El PSOE nos quitó el poder y ahora han vuelto a gobernar los que no debieron haber sido descabalgados». Hay una frase muy buena que repiten como un mantra desde la dirección. Se la hemos oído a Jenaro Castro, director de Informe Semanal, a propósito del nuevo enfoque de Informe, pero vamos, son muchos los que piensan como él: «Hay una nueva mayoría social, y esa mayoría social es la que representa el PP, que tiene mayoría absoluta y los informativos y los programas y los contenidos, tienen que ser un reflejo de esa mayoría…». Y eso es porque tienen interiorizado que con la alternancia política llega la alternancia de los medios públicos. Luego está esa otra de otro directivo, que cuando la gente se queja de la línea editorial o de los desmanes, dice, «es que no ayudáis». ¿¿¿No ayudáis??? ¿a quién tenemos que ayudar? A mí me gusta mucho también una de la jefa de sociedad cuando sutilmente les dice a los contratados: «Tenéis que ser buenos», así, como de soslayo…

Todos los críticos con el nuevo modelo aseguran que nadie de la nueva dirección quería que se asociara esta nueva etapa a la de Urdaci, que tanto daño hizo a la imagen de la cadena. Pero se está dentro o se está fuera. Se hacen las cosas correctas o incorrectas. Así, lo que empezó de manera sutil está enardeciéndose cada vez más, aunque se siga intentando hacer de manera velada. Porque si quieres música clásica, no puedes contratar a Georgie Dann.

Se están volviendo a parlamentarizar los informativos. Habíamos conseguido que no hiciera falta ser político ni representante en el Parlamento para decir, para hablar. Dábamos voz al ciudadano, una voz discrepante o anónima. Intentábamos hacer unos informativos que pertenecieran a los ciudadanos. Ahora se acabó. Ahora los ciudadanos solo entran si están en Chipre, por ejemplo. Ahora se pregunta, ¿ese quién es? Es algo muy difícil de detectar si no estás dentro, si no sabes cómo se hace.

Una nueva moda: las piezas con final feliz. Se encargan explícitamente a algunos reporteros de la casa (que ejecutan, en muchos casos, horrorizados y de lo que luego dan parte al consejo de Informativos. La explicación de la dirección es: «Bastante tiene la gente, hay que darles optimismo, cosas graciosas, no podemos agobiar más al ciudadano». Es como el Diazepán, o como el mítico Prozac, pero audiovisual. Y luego está la banalización, la ligereza de las informaciones que persiguen, desde que el mundo es mundo, DISTRAER la atención, en el peor sentido de la palabra. Así, en el informativo de las 21 horas podemos encontrar piezas como esta: Tema, la feria del regalo en Madrid. La periodista que ha cubierto la noticia la encabeza con esta frase: «Las joyas son a veces el mejor amigo de las mujeres. La PENA (la mayúscula es mía) es que a veces no son accesibles».

Junto a esta chorrada ha habido otras (de hecho hay más de una TODOS LOS DÍAS). Como aquella que animaba al rezo para aliviar el dolor de estar parado, para calmar la ansiedad. Parece broma, sí, pero no. Estaba en el informativo. Les recomiendo, si no la vieron, que la busquen en la red. ¿Razones por las que se dio esta noticia?: «Es una manera de ilustrar la crisis desde el punto de vista social. Desde la crisis se ha duplicado la venta de velas. Y además España es un país de gran tradición religiosa», respondieron los jefes tras la polémica. Parece otra broma, sí, ya sé, pero no. También se emitió esa otra información en la que se contaba básicamente que, a las chicas de hoy en día las madres las dejamos vestirse como putas, para provocar, y claro…

¿Es todo esto manipulación? No, evidentemente no. ¿Es inoperancia, mediocridad, ineficacia, falta de profesionalidad, NECEDAD? Pues eso.

«La mayor parte de las veces en estos casos, no hicieron falta consignas. En el ambiente se nota que este tipo de noticias van a ser bienvenidas. Que son del gusto de la casa, que los jefes estarán contentos con nosotros, los que las propongamos y las llevemos a cabo. Como en la noticia sobre el decoro en el vestir. Es mentira que fuera una orden de arriba. Simplemente a la redactora se le ocurrió, se propuso el tema y se compró. Y la noticia, que en circunstancias normales no pasaría los filtros (editores, jefes intermedios, que habían alertado de la estupidez de la pieza, cuanto menos), en esta ocasión, pasa. La pieza, hacerla y enfocarla así, es pura ineficacia. De hecho, la responsable de la noticia y su entorno no entendía el revuelo que se había montado después de la emisión, estaban sorprendidas de que a la gente le hubiera parecido mal y aseguraban que era «manía persecutoria y ganas de cebarse en todo lo que hace TVE.»

LEOPOLDO GONZÁLEZ-ECHENIQUE, presidente de la corporación, cuando fue preguntado por esa tontería del decoro en el vestir en el Congreso, dijo que TVE no era para nada sexista y que prueba de ello era la presencia de mujeres en los dibujos animados, como Dora la exploradora, por ejemplo. Unas declaraciones tras las que no hay nada que apostillar.

Con qué contamos

Mientras escribo este libro asisto a un desprestigio importante de la imagen de la tele pública, un goteo de noticias delirantes, absurdas o patéticas como las de antes, y una audiencia que va cayendo y cayendo. Un equipo de profesionales que realizan críticos comunicados públicos, como los que viene haciendo el comité profesional de TVE. Y unos directivos que creen que la tele pública es del partido que gobierna. Simple y llanamente. Que vienen de lugares como Telemadrid (autonómica que, junto a la ilustre Canal 9, ocupa los primeros lugares de manipulación y censura informativa de todas las televisiones que conozco en esta parte de Occidente), que están en el Opus Dei… El otro día abuchearon al ministro Wert. TVE no dio la noticia. A ver si me llegan, antes de que tenga que entregar este libro, las razones que va a esgrimir la dirección.

Hace poco, en unas jornadas que organizó la Universitat de Valencia sobre la crisis y la televisión (y donde, por cierto, aprovecho para decirlo, no había ni una sola mujer entre los ponentes. Ni una sola, repito), estuvo Alfonso Nasarre, que era en ese momento el director de Comunicación y Relaciones Externas y ahora mismo es el director de RNE. Estuvo con Aznar en la Moncloa y viene directamente de la Cope. Las voces discordantes de dentro de la casa me aseguran que es uno de los verdaderos ideólogos de la nueva RTVE, pero como ustedes pueden comprender no me voy a fiar de esa panda de rojos desclasados que habita aún los pasillos de la tele pública.

Me fui a escucharle. Su perorata fue como de otros tiempos. Me impresionaron varios conceptos que soltó en su discurso, que por cierto, pronunció con un tono un tanto altivo, como si RTVE no estuviera como está —ha acabado junio con un 9,8 por ciento de share, el peor en sus cincuenta años de vida— y gozara en cambio de buena salud, de audiencia, de prestigio, de ausencia de problemas… En fin. El caso es que Nasarre dijo que la situación no era tan negra, que había un empobrecimiento de un 30 por ciento de España en general y que por eso pasaba lo que pasaba (¿?). Luego cargó contra las autonómicas, así en general, diciendo que solo cinco de las trece autonómicas que tenemos superan el 5 por ciento de audiencia y se preguntó si ese modelo era sostenible. Yo, mientras lo decía pensaba en ese 10% de cuota de pantalla que había tenido esa semana TVE, y no entendía nada. Pero lo que me causó terror fue su arremetida contra Internet, ante estudiantes universitarios de periodismo del siglo XXI.

Es una herramienta que corre el peligro de convertirse en un arma. No nos podemos enfrentar al desarrollo tecnológico, pero Internet nos está marcando el comportamiento de los medios de comunicación. Hace años los medios tradicionales marcaban el día a día, y eso está cambiando. Los medios digitales ahora son los que marcan la actualidad y a mí eso me preocupa porque es un criterio menos profesional. A la red hay que atenderla, pero no hay que ponerla como primera fuente, aunque está. Según los expertos, es muy utilizada por la juventud, y genera mucha interactividad.

Sí, así, con esa cara de pasmo, me quedé yo. Él, en cambio, se quedó tan pancho. Ahora, como ya he dicho, dirige la radio pública española, que no pasa por su mejor momento.