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¿Terceras elecciones?

Con esa perplejidad titubeante que se le acentúa cuando le sorprende una pregunta, ha despejado Rajoy a córner la respuesta de si volvería a hacer lo mismo que en enero si no tuviera el próximo domingo apoyos parlamentarios para ser presidente.

Se ha encogido de hombros Rajoy, postura a la que llega sin apenas esfuerzo, que es casi un tic definitorio, y ha dicho que ir (a la investidura) para nada, es tontería.

De manera que si los resultados electorales del 26 de Junio no le garantizan a Rajoy una mayoría parlamentaria, como ya ocurrió en la legislatura express anterior, podríamos vernos abocados a ¡unas terceras elecciones! Posibilidad que con solo formularla me provoca urticaria. Creo que no soy el único.

Ha organizado Rajoy su estrategia en modo colaboración necesaria con Podemos. Primero, para desgastar lo más posible al PSOE y neutralizarlo como competidor, y después de haberlos fomentado, para agitarlos como un fantasma al que se invoca para llevarse todos los votos, los de Ciudadanos sobre todo, de los que se sientan atemorizados por esa campaña precisamente diseñada por el PP.

El problema lo va a tener Rajoy si, después de toda esa ingeniería electoral, calculada, y puesta en marcha desde hace tiempo, al PP vuelven a no salirle las cuentas, que es lo que parece.

La suma con Ciudadanos no da mayoría absoluta y Rivera ya ha dicho que para empezar a hablar, Rajoy tendría que salir, metafóricamente, por la ventana.

Si el miedo aventado no es lo bastante como para recuperar votos y tener mejor resultado que el pasado 20 de diciembre, ya nos ha dicho Rajoy lo que ocurrirá: no irá a la investidura, le volverá a decir no al rey las veces que haga falta y empezará, otra vez, una danza de imprevisible final, quién sabe si unas terceras elecciones.

Todo esto sobre la base del dato que sorprendentemente parece inamovible: el PP será el más votado, aunque siga perdiendo apoyos, aunque esté hasta las trancas de corrupción.

Si con esta nueva afirmación de pereza Rajoy pretendía movilizar en su favor a los indecisos, a los temerosos, a los votantes de Ciudadanos --a los que reiteradamente envía el PP el mensaje de que sus votos no sirven para nada--, no parece que lo vaya a conseguir.

Esa imagen de indolencia, de falta de voluntad, de dejar que las cosas se pudran, vuelve como una pesadilla. El PP pretende hacer de esa vagancia, de ese mirar a las alcachofas como si fueran ovnis, de esa reiteración de imágenes presuntamente campechanas --ahora le ha dado por mirar vacas y ovejas--, un catálogo de normalidad, de identificación con sus votantes de toda la vida. No parece que por quedarse absorto ante una alcachofa pueda llegar a tener mejores resultados que en diciembre.

Es probable que una porción de escaños se ventilarán por muy pocos votos, pero ni las encuestas más optimistas le dan a Rajoy una mayoría para la investidura. Ha dicho que hará exactamente lo mismo que la vez anterior. ¿Volveremos a votar en diciembre?