El ticket se pide siempre, Alberto
Tengo que decirte, amigo Alberto, que no daba crédito a lo que te escuchaba decir esta semana. Me refiero a esa ocurrencia de que “No me voy a dedicar a ver los tickets de la comida de ningún dirigente de mi partido o de otro partido”. Tengo que reconocerlo aunque me cueste. Desde que bajó a Madrid no dejo de preguntarme quién es ese señor que antes llevaba gafas y ahora no. A veces, me dan las ganas de colarme en el edificio administrativo de San Caetano, la sede de la Xunta, para ver si encuentro alguna vaina oculta en algún sótano y confirmo que, el lugar de aquel presidente con sentido institucional, epidemiólogo en jefe y azote de Vox, ha sido ocupado por un ultracuerpo.
Ambos llevamos más de 25 años como funcionarios al servicio de Estado, Alberto. Si algo debiéramos haber aprendido es que los tickets hay que pedirlos y verlos siempre; sin excepciones. Exigir siempre el ticket constituye uno de los pilares fundamentales del Estado del derecho. Se empieza por no comprobar los tickets cuando había que hacerlo y de quien había que exigirlo y se acaba en el Tribunal Supremo o, peor aún, en la cárcel del Soto del Real.
Renunciar de manera irreflexiva a verificar los tickets, por mucho que parezca que funciona al principio, conduce irremediablemente a la corrupción y siempre acaba en lágrimas y procesos judiciales. Se puede ser eficaz y entregar los tickets a la vez. Se ha demostrado empíricamente. La transparencia no es incompatible con la eficacia.
Si en el PSOE y en Moncloa le hubieran reclamado los tickets a Koldo cuando debieron haberlo hecho, no andarían ahora tan pendientes de los tickets comentados que pueda entregar Víctor de Aldama para ver si le rebajan la pena al peso. Ya no te quiero contar si se los hubieran demandado a José Luis Ábalos. Con los tickets no se juega porque te la juegan a nada que dejas de pedirlos.
Pero es que, además de la importancia capital del ticket en la estructura de nuestro régimen jurídico, también está e importa el detalle. Cuando Carlos Mazón coloca hasta siete versiones diferentes de algo tan banal como una comida, cada cual peor y más contradictoria que la anterior, debe ser porque la verdad resulta tan horrible, tan injustificable, tan bochornosa, que conduciría a la inexorable y automática dimisión del President. Sólo así se explica someter a semejante escarnio público a la persona y a la institución.
Acaba el 2024. Es tiempo de hacerse buenos propósitos para el año entrante. Ahí va uno sencillo y fácil de hacer realidad. Recuperemos el deber de ver y entregar los tickets cuando se ocupa un puesto de responsabilidad, sea en el gobierno que sea, para no interrumpir la cadena de responsabilidad alegando el conocido principio de “ticket que no se ve, corrupción que no se siente”.
En tu caso, Alberto, me daría prisa en cumplir con el buen propósito, pues ya va más de un centenar de millones concedidos a dedo y por vía de urgencia gracias a esa gestión de la Generalitat Valenciana que tan orgullosamente sigues en tiempo real. Si hay problemas con el ticket de una comida, imagínate la que se puede liar con tanto ticket pendiente. Feliz aninovo para todas e todos.
103