Hemos contenido la respiración de nuevo por si un mal fario frustraba la operación como pretendía la derecha con todo su aparato. Enhorabuena al arrojo y la pericia de Pedro Sánchez, que ha vuelto a saldar con éxito un reto audaz. Gracias por cuanto toca a esta sociedad que está asistiendo a un acoso intolerable pleno de irracionalidad que recuerda el pasado más negro de nuestro país. Por eso precisamente, ahora toca gobernar, con decisión, sin miedo, sin un solo paño caliente para resolver los pequeños y grandes problemas enquistados. Si algo demuestra lo sucedido es la imperiosa necesidad de un gobierno democrático, fuerte y decente que desplace a una oposición con los valores más negativos posibles para ejercer la política.
Se constata que llevamos casi medio siglo de retraso en erradicar la putrefacción que se arrastra desde la dictadura. Claro que podemos ser un gran país, en gran medida lo somos a pesar de las zancadillas, pero una y otra vez se comprueba que esa grave carcoma persiste y jamás nos permitirá avanzar cuanto merecemos si no se aísla y se permite a la sociedad crecer en salud.
Se hereda de padres a hijos. Vemos a nuevas generaciones de la misma infecta ideología. Una especie de curioso caso de Benjamin Button de la vida real. Jóvenes profundamente ancianos, como el vicepresidente de Castilla y León o la presidenta de Madrid. Una falangista de nuevo cuño y añeja desvergüenza capaz de llamar “hijo de puta” al candidato a la presidencia del Gobierno y en el Congreso de los Diputados y enorgullecerse de ello. Llamativo que el asunto de las mascarillas de su hermano –“en plena pandemia”, ¿era entendible?, dijo Pablo Casado y lo echaron a patadas del PP– incomode más a Ayuso que el protocolo de la vergüenza para las residencias, senda cruel de dolor y muerte para 7.291 ancianos. Esa hoja de ruta de insostenibles actuaciones políticas que competen a una justicia que nos dicen tan imparcial y modélica tiene alguna clave sin desentrañar.
El bochornoso espectáculo que ha prodigado y prodiga la derecha ultraderecha y sus terminales era el remate de un periodo insoportable para la ciudadanía, de tensiones y crispación, que ha culminado al alza con vandalismo y esperpento callejero. Lo peor es que no distaba demasiado del que se veía en el Parlamento, sede de la soberanía nacional y en las declaraciones mediáticas. Tal cúmulo de mentiras, improperios, exageraciones, desplantes, agresiones verbales, señalamientos sembrando discordia e incitando a la violencia ha terminado por materializarse en la calle.
Las hordas fascistas que azuzan estas derechas españolistas indistinguibles una de otra han vuelto a atacar librerías como hace casi medio siglo, y hasta se ha agredido a diputados del PSOE cuyas imágenes había divulgado al efecto el PP y medios a su servicio. Por aviso del Estado, han tenido que incrementar la seguridad de los políticos de centro izquierda y nacionalistas. Es bochornoso. Impropio de un país democrático.
Periodistas acosados e insultados, por ejemplo de la Cadena SER en Valladolid, Castilla y León, con el vicepresidente García-Gallardo entre los agitadores. Un activista de ultraderecha difundiendo una fotografía de la hija mayor de Pedro Sánchez como blanco de agresiones sexuales. Todo esto está pasando y más. Hasta llegar al manifiesto de los altos cargos militares en la reserva que piden subvertir el orden constitucional para que el Ejército destituya el presidente del Gobierno. Las terminales mediáticas lavan y lavan hasta semejante pronunciamiento. Realmente la lista de quienes les inspiran, según dicen, es para darle un par de vueltas.
Hay que parar esto de forma radical. Con esta repugnante derecha, España se podría convertir en un Estado fallido y tenemos un futuro mucho más esperanzador por delante. El silencio y gesto serio del jefe del Estado en la toma de posesión del presidente del Gobierno elegido con 12.600.000 de votos ha sido resaltado por la derecha mediática y no contribuye en absoluto al sosiego.
Sí, llevamos medio siglo de retraso en atajar esta peste. De ahí que renazca una y otra vez sembrando incertidumbre en la sociedad. La promoción que algunos medios hicieron de la ultraderecha los llevó al Parlamento y el PP, a las instituciones. Pero no solo son ellos, escuchar las mentiras de Feijóo abochorna, su vileza hasta al término de la investidura, los insultos de su cúpula, las tergiversaciones. Llamarle el Orbán del sur a Pedro Sánchez como osó Gonzalez Pons y da por hecho Ayuso es una auténtica aberración, cuando ellos y sobre todo Vox son los más próximos al ultra húngaro. Pasma cómo personas con responsabilidades públicas pueden decir las sarta de barbaridades que dicen dentro y fuera de España. Nos avergüenzan como país. Las manifestaciones de jueces nos han dejado perplejos y díganme si es posible que una sociedad esté informada con unos medios tan claramente sesgados.
La gran diferencia con el pasado -que ha agravado la situación- es la pérdida sangrante del rigor informativo en gran número de medios y la manipulación descarada que no les pasa factura al parecer. Deben pasarla ellos a quien corresponda, como se decía. No se entiende de otro modo.
Hay que gobernar afrontando una inaplazable regeneración de las instituciones que estén aquejadas de alguna forma de corrupción. Persiguiendo las conductas delictivas de todo tipo. Es trabajo del Gobierno, del Parlamento, de la justicia independiente. Del Estado de Derecho.
El programa que presentó Pedro Sánchez parecía un ensueño que hay que materializar. Esos objetivos de justicia social, de progreso, de cuidado del planeta y el medio ambiente. Era un futuro casi idílico. Ojalá. Once comunidades autónomas en manos de PP (y con Vox varias de ellas) tratarán de evitar las políticas de progreso que dicte Moncloa. Serían capaces de encerrarse en una campana para que ni pase el aire. Qué diferencia esta derecha españolista con el Partido Nacionalista Vasco, demócrata sin fisuras.
Se precisa limpiar el campo de malas hierbas para que las siembras fructifiquen. Hay que gobernar para acabar con las lacras, para recuperar décadas perdidas. ¿Los agresores van a quedar impunes de nuevo? ¿Qué se va a hacer con el atrincheramiento del PP con la justicia? ¿Si un partido declara que no va a respetar las leyes y así lo hace se le va a ilegalizar? ¿Y con la televisión pública? ¿no es hora de hacer en política nacional la información independiente a la altura de otras secciones menos comprometidas? ¿Y con las subvenciones extraídas de los impuestos de los ciudadanos a medios que manipulan? Que se gestionen solos sus mentiras. Más bronca sucia no puede haber ya, han cubierto el cupo. O sí. El Estado de Derecho tiene sus leyes y recursos.
Frente a la bronca de la derecha, tranquiliza ese bloque de apoyo al Gobierno, hay dentro ideas progresistas, se piensa en políticas para las personas y no para los intereses particulares y las grandes fortunas como a menudo hace la derecha. De cualquier modo, la derecha ha patinado en su desmesura. Este viernes la bolsa ha logrado -en una serie alcista- un récord no conocido desde febrero de 2020. Casi un volver a empezar y superar este calvario.
Coincido con lo que escribe un periodista serio como Enric Juliana en La Vanguardia, que el flanco más débil del Gobierno es precisamente el izquierdo, el que habría aglutinado teóricamente Yolanda Díaz. La operación para anular a Podemos como izquierda que presiona para lograr objetivos ha sido un éxito, pero hará falta esa izquierda. Y no solo fuera del Gobierno. Dádivas para que se callen redobla la penosa sensación que se ha venido gestando.
La gente teme los tiempos duros que vienen y solo pueden resolverse con mucha valentía -Sánchez la tiene-, mano dura cuando sea preciso y firme resolución. Si no, este país se verá otra vez angustiado y llorando dentro de diez y veinte y treinta años por el mismo mal que hoy nos aqueja.