Topuria y los españoles en el éxito pero extranjeros en lo demás
Es difícil no cruzarse últimamente con el nombre de Ilia Topuria. Fue proclamarse campeón de la UFC y convertirse en omnipresente en noticias, redes sociales, vídeos de YouTube y hasta en columnas de medios. Consumí algo de ese contenido con curiosidad y lejanía hasta que un titular de Topuria llamó mi atención: “Cuando aterricé tuve que pasar por donde pasan todos los extranjeros y no los españoles”.
Busqué el vídeo y escuché las declaraciones. Encontré su biografía y leí pinceladas de su vida. Esa historia me sonaba. Me sentí como un detective de película en busca de un asesino en serie que ha vuelto a matar tras un tiempo desaparecido. Las pruebas eran claras y mi temor se confirmaba: Ilia Topuria era un nuevo caso de un español en el éxito, pero extranjero en todo lo demás. Dejé de lado mis quehaceres y me puse a escribir.
Resulta que el último héroe del deporte nacional es lo que muchos, sin ver su currículum deportivo, catalogarían como un inmigrante. Ilia Topuria nació en Alemania, creció en Georgia y a los 15 años aterrizó en España junto a su familia. Pero ahora, con 27 años, casi siempre es descrito como hispanogeorgiano o directamente como español. ¿Cómo es posible? Busco en Google ‘primer campeón español de la UFC’ y la lista de resultados es amplia y variada: RTVE, El Mundo, La Gaceta o La Voz de Galicia titulan así.
Sigo con la investigación para probar mi tesis: ¿Será cierto que es español en el éxito pero extranjero para todo lo demás? Tecleo las palabras ‘inmigrante georgiano’ en el buscador y hago clic en el apartado de noticias. De Topuria apenas hay unas declaraciones en las que, sorpresa, responde a quienes dudan de su españolidad. ¡Alto! No todo el mundo está tan impresionado con su victoria como para nombrarlo español de facto.
En el resto de resultados de la búsqueda, la normalidad del racismo: Marlaska sellando un acuerdo para deportar a georgianos en situación administrativa irregular o la noticia de un “inmigrante georgiano” multado con 225€ por robar chocolate valorado en 11,40€ en un supermercado de Zaragoza. No es un ladrón, es un inmigrante georgiano, lo que en la noticia parecen ser sinónimos.
La primera prueba sostiene la teoría de que estamos ante un nuevo caso de un español en el éxito, pero extranjero en todo lo demás. Vamos a por la segunda. Topuria aterrizó en Barajas con el cinturón de campeón sobre el hombro y España en la boca. Pero nada, derechito a la fila de inmigrantes. Mi tesis se tambalea. Los logros deportivos parece que no tienen valor cuando de una frontera se trata. Por sus declaraciones, Topuria esperaba que el campeonato ganado en nombre de España le indultara, pero no. Ahí solo sirve el color del pasaporte, donde el español es el más poderoso. Y tuvo suerte, porque entre los migrantes hay clases y clases: en ese mismo aeropuerto malviven durante semanas familias con niños en las salas de asilo de Barajas. Escuchen sus historias.
Pero esta historia ya nos la conocemos e Ilia Topuria pronto cruzará la frontera del aeropuerto por la fila de los españoles. Así se lo confirmó el propio Pedro Sánchez después de que el luchador lo pidiera en ‘El Hormiguero’, que debe ser la nueva oficina de Extranjería. No hay camino más rápido a la españolidad que el éxito deportivo. Ya hemos visto en el pasado en más de 100 ocasiones cómo las habituales trabas de la Ley de Extranjería desaparecen cuando llega un deportista que beneficia los intereses de España a través del deporte.
Respiro tranquilo. Bueno, no tanto cuando leo que a Topuria le ha patrocinado una empresa de desokupación de esas que hacen el trabajo sucio de los buitres inmobiliarios. Pero la segunda prueba no falla y la teoría está más que comprobada: estamos ante otro caso de un español en el éxito, pero extranjero en todo lo demás.
Con su victoria, Ilia Topuria recibió la nacionalidad española del éxito: la que te otorgan los medios cuando te bautizan como ‘el primer campeón español de la UFC’ y no como un ‘inmigrante georgiano’, aunque cruces la frontera española como tal. La que otorgan administrativamente las autoridades cuando ven que a través de ti pueden llenar de trofeos las vitrinas del deporte español.
Es el caso de un derecho que se reparte como si fuera un privilegio, la historia de la gruesa línea entre una vida abocada al tormento del racismo estructural y el pasaporte más poderoso del mundo. Y de cómo todo lo puede decidir el éxito deportivo, un criterio que sigue sin aparecer en la carta de los Derechos Humanos porque no todo el mundo puede ser campeón de la UFC. Hasta aquí la investigación. Caso cerrado.
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