La brutal paliza que cuatro militares españoles perpetran con saña contra dos ciudadanos iraquíes indefensos no puede quedar impune ni un minuto más.
La brillante idea de José María Aznar de meter a España en la Guerra de Irak, en premio a que le dejaran hacerse una foto con Bush y Blair, poner los pies encima de la mesa y hablar con acento de tío más poderoso del mundo, trae consecuencias tan espeluznantes, vejatorias e hirientes como esta degradante escena que acabamos de ver.
La tortura de los ciudadanos iraquíes, a pies de soldados españoles, jamás se hubiera producido de no haber enviado Aznar al Ejército español a la Guerra de Irak.
La eternidad dura aquí cuarenta segundos. En menos de un minuto, patada tras patada, los cuatro matones se sienten valientes clavando sus botas cruelmente con contra dos pobres iraquíes que no tienen fuerzas más que para gemir.
Las imágenes nos empatan en ignominia con aquellas en las que militares de los EE UU atan a iraquíes por el cuello con una correa, los hacen andar a cuatro patas, imitando a animales, les golpean de forma brutal, o bien se mean sobre cadáveres. La marca España ya ha alcanzado esa cota repugnante. Son todas escenas de homínidos, fieramente humanos.
Falta por saber por qué ha transcurrido tanto tiempo entre los hechos y la narración gráfica de los hechos. Por qué los responsables militares de los torturadores no nos han contado lo que pasó, por qué los servicios de inteligencia españoles no han desvelado este criminal delito, por qué los que necesariamente lo tenían que saber no nos lo dijeron y depuraron a sus responsables ipso facto.
Viene ahora el coro periodístico paniaguado, que sale con que la difusión de estas imágenes es un intento de desprestigiar a Trillo (¡lo he oído!), o dice que esto es un caso aislado dentro del comportamiento ejemplar de la inmensa mayoría de los militares españoles en acciones internacionales, cosa que es cierta, pero no exime de responsabilidad a los autores de la paliza. Los hay también que apuestan por la teoría del contexto para sostener que días antes de las torturas habían sido asesinados militares españoles en Irak.
Lo cierto es que, a pesar de los encargados de tapar la realidad, las imágenes nos sacuden con un hecho degradante, un acto brutal, protagonizado, no nos olvidemos, por humanos. Estamos ante una tortura ejecutada por militares españoles.
Existen testimonios de ciudadanos iraquíes -Flayed Al Mayali, por ejemplo- que certifican que han existido torturas semejantes a estas. Este hombre trabajó como intérprete de agentes del CNI y de periodistas españoles desplazados a Irak. Flayed fue víctima de malos tratos en 2004. No se investigó su caso, que reflota ahora, con la difusión de este testimonio grafico espeluznante.
Las imágenes son inapelables, aunque habrá quien las califique de presuntas y quizás reclame una prueba pericial al cámara para comprobar la autenticidad de la caligrafía de los planos.
Federico Trillo, ministro de Defensa en el momento de este crimen, ha usado mucho un latinajo para achacar responsabilidades a políticos enemigos que oficialmente no se enteraron de las irregularidades, mucho menores que esta, cometidas por sus subordinados. Decía Trillo, con su ampulosa solemnidad, respecto de aquellos jefes: “Tienen una responsabilidad in vigilando”. Pues eso Trillo, pues eso; tiene usted una responsabilidad in vigilando respecto de los autores de las torturas perpetradas por militares españoles en Irak que nos debería aclarar cuanto antes.