Ni el anuncio de la lotería, ni los mantecados en el súper ni los catálogos jugueteros de “me lo pido”: la verdadera señal de que la navidad se acerca son las ofertas de trabajo para la campaña navideña, que estos días llenan las webs de empleo y ponen en movimiento miles de currículum camino de centros comerciales, hipermercados, almacenes de logística, bares y restaurantes.
Si quieren soltar una lagrimita prenavideña, olvídense del efectista spot de la lotería y dense una vuelta por las ofertas de empleo, ya verán qué ganas de llorar: disponibilidad y flexibilidad totales, horarios comerciales, lunes a domingo, y a cambio de sueldos de calderilla. El clásico parado con disfraz de Papá Noel a la puerta del centro comercial se paga en el mejor de los casos a 7'25 euros brutos la hora, siempre que tengas “experiencia en puesto similar”, y no es de los peor pagados. Abundan los empleos de 6 euros (brutos), con horarios que además no suman horas suficientes para un sueldo mínimo; y otros que ni eso, comerciales que ganan según resultados.
Ya sé, es la campaña de navidad, las empresas refuerzan plantilla para los días de más actividad del año, y no nos vamos a poner exquisitos pidiendo horarios razonables, días libres o pago de horas extra. Son días de apretar los dientes y a empaquetar regalos, doblar ropa, llevar pedidos o servir cenas navideñas. Y agradecidos por tener trabajo, aunque sean unas pocas semanas. No te pongas muy picajoso con tus derechos si quieres que te llamen para las rebajas, la semana santa, el black friday o fines de semana.
Según las previsiones de la ETT Randstad, esta será “la mejor navidad de la historia”, y se firmarán 338.300 contratos nuevos. No sabemos a cuántos currantes equivale eso, en el país de los contratos por horas. Dice la misma ETT que el trabajo temporal navideño es una oportunidad para que los trabajadores “aumenten su empleabilidad y allanen el camino hacia el empleo estable”. Espera, que se me ha caído otra lágrima y no sé si es de pena o de risa.
A golpe de desmantelar industrias y sectores enteros, de reforma laboral en reforma laboral, y a la espera de encontrar algún año el famoso unicornio del “nuevo modelo productivo”, nos hemos convertido en un país de temporeros. La aceituna y la vendimia de toda la vida son ahora también el camarero de terraza en verano, el dependiente de navidad y rebajas, el profesor interino que va haciendo sustituciones, el comercial para campañas puntuales, el investigador a la espera de beca, y tantos precarios pendientes de que el mes que viene les renueven o salga otra cosa. Trabajadores de usar y tirar.
Por supuesto que siempre ha habido y habrá campaña navideña, y el calendario manda, aquí y en cualquier país. Pero lo que antes era una opción para el nieto de la abuela de la lotería, estudiantes que se sacaban un dinerillo, ahora puede ser la única salida para su madre o su padre.
Con millones en paro, y cada vez más trabajadores pobres que necesitan un segundo trabajo, la ley de la oferta y demanda cae implacable sobre las condiciones laborales: en esos mismos anuncios de empleo navideño puedes ver el número de gente que se inscribe en cada oferta, y parece que fueran oposiciones: para el de Papá Noel se han apuntado ya casi 400 para 5 plazas. En otra, de promotor de dulces navideños (6 euros/hora brutos), 500 interesados para una sola plaza.
“Campeones del trabajo temporal”, decía ayer mismo la OIT sobre España. Campeones, oé, oé.