Tráiganme la cabeza de Begoña Gómez
Ni la ley de amnistía, ni el caso Koldo, ni por supuesto la vivienda o la cesta de la compra: la trinchera donde la derecha política, mediática y judicial va a darlo todo es el que ya han bautizado como “caso Begoña Gómez”, la investigación contra la mujer del presidente del Gobierno. La derecha ha olido sangre fácil y no piensa abrir el bocado; ha encontrado un flanco débil en la defensa de Sánchez y allá dirige toda su artillería para ensanchar la brecha. Cualquiera diría que hay mucha más chicha en la amnistía o en el caso Koldo, o no digamos en el descontrol de la vivienda, pero se trata de una cuestión de eficiencia, ganar más con menos. Y saben que aquí pueden ganar mucho con muy poco, con casi nada.
Como en la mítica película de Sam Peckinpah de donde he parafraseado el título (“Bring me the head of Alfredo García”), alguien ha gritado “¡tráiganme la cabeza de Begoña Gómez!”, y allá van todos a cuchillo: preguntas parlamentarias, comisiones de investigación, declaraciones en pasillos, portadas, investigaciones periodísticas, columnistas a una como un solo hombre, tertulianeo, y por supuesto jueces dispuestos a dar recorrido judicial al asunto por endeble que sea, admitir denuncias sin pies ni cabeza, dosificar actuaciones, decretar secretos nada secretos y luego levantarlos, prolongar durante meses un proceso que seguramente terminará en nada, pero que por el camino da muchas horas de tertulia y grandes momentos en la sesión de control del Congreso.
Y como en el cine de Peckinpah, la cacería será sangrienta, con disparos a quemarropa y por la espalda, porque lo importante ya no será la recompensa (debilitar al gobierno), sino que entran en juego viejas cuentas pendientes y una interminable sed de venganza. Golpear a la mujer del presidente y extender la sospecha sobre ella equivale a romper el principio fundacional del sanchismo, la piedra angular de su llegada a Moncloa: la lucha contra la corrupción. La moción de censura contra Rajoy tras la condena al PP por el caso Gürtel. Escribir el nombre de su mujer, nada menos que su mujer, junto a todas las declinaciones posibles de la palabra “corrupción”, ya es un gran botín: “corrupción en la Moncloa”, “corrupción en el entorno del presidente”, “no es el caso Begoña Gómez, es el caso Sánchez”…
Pero además, la derecha vacía los cargadores de la metralleta como uno de esos vaqueros enloquecidos del cine de Peckinpah, mientras grita los nombres de aquellos por quienes hace justicia, todos aquellos que fueron arrastrados por el barro político, mediático y judicial: ¡Ratatatatatá! ¡Esta va por Rajoy! ¡Esta por los caídos en Gürtel! ¡Esta por la pobre Rita Barberá! ¡Esta por el inmaculado Francisco Camps, absuelto en todas las causas! ¡Esta por Feijóo, por sacarle el amigo narco en la campaña electoral! ¡Esta por el novio de Ayuso!
Y mientras Begoña Gómez es triturada con saña, recibe todos los golpes destinados a su marido y paga todas las cuentas pendientes de su partido, ¿qué hacemos los demás? Ya se lo digo yo, lo mismo que en cada cacería salvaje de la derecha, lo mismo que cuando vemos una película de Peckinpah: mirar para otro lado, que no es un espectáculo agradable, o quitarnos de en medio para que no nos salpique la sangre.
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