Juan Guaidó no se autoproclamó presidente de Venezuela, sino que le ordenaron desde la presidencia de Estados Unidos que se autoproclamara con la finalidad de tener una justificación para poder intervenir en dicho país. Ha sido el presidente Trump el que ha decidido que había llegado el momento de intentar dar un jaque mate a Nicolás Maduro y ha decidido que esta era la forma en que debería ser instrumentado.
La unilateralidad en la manera de proceder alcanza una dimensión superior a la que estábamos acostumbrados últimamente. Para intervenir en Irak el presidente Bush, aunque la decisión fuera casi exclusivamente suya, tuvo que intentar convencer a la comunidad internacional de que existían “armas de destrucción masiva” y tuvo que someter a debate la cuestión en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, además de contar finalmente con el apoyo de una número considerable de gobiernos de distintas latitudes. Barack Obama renunció a intervenir en Siria, tras haberse verificado que el presidente Asad había utilizado armas químicas contra sus propios ciudadanos, ante la negativa de Reino Unido a participar en la intervención como consecuencia de la votación en contra en ese sentido por la Cámara de los Comunes.
En esta ocasión el presidente Trump ha decidido poner en marcha lo que parece ser que se pretende sea el momento final de la operación de acoso y derribo del régimen bolivariano sin contar con nadie. Con su decisión está obligando a tomar posición a los demás países. El conflicto realmente existente en Venezuela ha dejado de ser un conflicto básicamente interno, para pasar a convertirse en un conflicto fundamentalmente internacional.
Y un conflicto internacional que llega en un muy mal momento, especialmente para los países europeos en general y España en particular. No resulta creíble, dada la trayectoria de la Administración Trump, que sea una preocupación genuinamente democrática la que está detrás de la decisión de los Estados Unidos. No es el restablecimiento de la democracia en Venezuela el objetivo que se persigue, sino algo distinto, que no sabemos con seguridad qué es, aunque podemos sospecharlo. Y que, en el supuesto de conseguirlo, supondrá la imposición inicialmente de una forma no democrática de ejercicio del poder con posibilidad de proyectarse en el tiempo de manera indeterminable.
Para Estados Unidos una salida no democrática a la crisis de Venezuela no le supone ningún problema. Más bien lo contrario. Una salida en ese sentido con una duración “razonablemente indefinida” es la mejor de las posibles. No tendría ninguna dificultad para “vender” esa solución en el interior del país y podría justificarla en el exterior en la necesidad de restablecer las condiciones necesarias para que una forma política democrática pueda operar.
Para los países europeos supone un problema enorme. En las elecciones de mayo el debate más importante va a ser el de la naturaleza de la democracia como forma política. Y en ese debate la forma en que se de salida a la crisis de Venezuela va a tener una gran importancia. Dejarse arrastrar por Estados Unidos en una salida autoritaria únicamente puede jugar a favor de todos los partidos que están juramentándose para destruir la Unión Europea desde dentro.
O los países de la Unión Europea consiguen desviar la estrategia unilateral de Estados Unidos en una dirección multilateral, que implique una negociación entre los venezolanos con tutela internacional, o acabaremos pagando un precio muy alto. El apresurarse a seguir a la Administración Trump en el reconocimiento de Juan Guaidó es un paso en la mala dirección. El liderazgo de Donal Trump no puede conducir a nada positivo y en el clima en que se van a celebrar las elecciones europeas en el mes de mayo, todavía menos. Para los países europeos en general y para España en particular la intervención europea en Venezuela liderada por Estados Unidos es una “trampa”. Esperemos que existan convicciones y reflejos para no caer en ella.
He tenido la impresión al oír al Presidente del Gobierno esta mañana, de que esta era la preocupación que rondaba por su cabeza.