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Más Trapero y menos Orriols

El major Josep Lluís Trapero, durante una comparecencia en el Parlament.
17 de enero de 2024 22:25 h

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Para ser antirracista lo primero que hay que tener claro es qué es el racismo. Si vamos al diccionario se trata de un concepto que surgió en el período de entreguerras aunque es evidente que es un fenómeno que existía antes de ser designado así puesto que la historia de las colonizaciones y de los grandes imperios no se puede explicar sin este tipo de discriminación. 

De las distintas definiciones que podrían darse, una de las más acertadas es la que surge a partir del concepto de desigualdad racial. Esta se produce cuando dos o más grupos raciales no están prácticamente en pie de igualdad, según resume Ibram X. Kendi, doctor en Estudios Afroamericanos y autor de ‘Cómo ser antirracista’ (Rayo Verde). Así que las políticas racistas son aquellas que promueven o mantienen esa desigualdad y una persona racista es alguien que apoya políticas racistas o expresa ideas racistas.

A partir de ese principio, bastante fácil de entender, pueden añadirse los adjetivos que se considere: institucional, estructural, sistémico…Todos con sus características, aunque sean las que sean, siempre es racismo. Y pese a que cueste asumirlo, probablemente es más fácil ser racista que antirracista, por tradiciones culturales o porque no siempre sabemos cómo relacionarnos como iguales cuando tenemos diferencias que van desde el género a la clase o la biología.

En ‘El racismo: una introducción’ (Gedisa), el sociólogo Michel Wieviorka analiza cómo el racismo ha ido mutando en el tiempo y cita al filósofo Étienne Balibar, también francés, cuando explica que este tipo de discriminación constituye un gusano frecuentemente presente en el fruto de la idea de comunidad nacional (u otra). “El racismo no es una ‘expresión’ del nacionalismo, sino un suplemento del nacionalismo, más concretamente un suplemento interior del nacionalismo, siempre excesivo en relación con él, pero siempre indispensable para su constitución y, sin embargo, aún insuficiente para llevar a cabo su proyecto”, defiende Balibar. 

Este es uno de los argumentos, el de la construcción nacional, que subyace en algunos de los discursos de Junts, también cuando se reclaman las competencias en migración. Porque las ideas racistas no siempre anidan y crecen en grupos marginales. De hecho, la manera de que obtengan mayor proyección es cuando saltan al debate político a partir de vinculaciones peligrosas como la de relacionar delincuencia y migrantes o señalarlos por las disfunciones en las escuelas, cuando en realidad son las principales víctimas de ese mal funcionamiento. El tratamiento que hagan los medios y sin ninguna duda, la proliferación de bulos, especialmente en las redes, son vectores de propagación del racismo. 

Hace un mes, antes de que de la mano de Junts y su acuerdo con el PSOE arreciase el debate sobre el tratamiento de la migración, se celebraron en Barcelona unas jornadas sobre interculturalidad, y en las que, a diferencia de algunos de los mensajes que se han escuchado estos últimos días, se acertó en el diagnóstico y la estrategia. Uno de los invitados fue el major Josep Lluís Trapero, un nombre que ha regresado a las portadas después de que la investigación de elDiario.es y La Vanguardia confirmase este miércoles que fue otra de las víctimas de la guerra sucia de la policía política en la etapa del Gobierno de Rajoy. 

En esas jornadas del Palau Macaya, el que fuera máximo responsable de los Mossos pronunció una conferencia que deberían leer muchos de los que hoy, ya sea desde los partidos o los medios, abonan la xenofobia y vinculan alegremente delincuencia y migración.

Tras reconocer que también a la policía le queda camino por recorrer, Trapero abogó por que esta tenga un componente más social: “Hay que tener la fuerza de ir a la raíz, al inicio, anticiparse, y eso es más prevención, eso es contacto con la gente, patear los barrios, impregnarse de sus olores y de sus sabores. Creo profundamente en una función policial más enraizada en los barrios y en los pueblos, como creo en la figura del voluntariado policial como herramienta para acercarnos más a la sociedad, y ser más de ayuda”. 

El major ofreció datos sobre la falta de diversidad en los Mossos, una deficiencia que no es exclusiva de la policía puesto que se da en otros tantos colectivos. Y es algo que también explica la falta de comprensión por parte de muchos de los ciudadanos que, incluso sin ser conscientes de ello adoptan, adoptamos, actitudes racistas. La plantilla de la Policía catalana es de 18.556 agentes. Solo 243 agentes han nacido fuera de España. Es decir, 1 de cada 76 mossos ha nacido en el extranjero: 39 en Marruecos, 30 en Francia, 20 en Alemania, 10 en Colombia, 5 en Rumania y 4 en la África subsahariana. Según esta radiografía, si descontamos los europeos, que son 108, los extranjeros no comunitarios quedarían en 135, y la proporción sería de 1 de cada 137. Y la proporción de africanos es de 1 por cada 4.639 agentes de policía. Las cifras aportadas por Trapero prueban cuánto camino queda por hacer para que la Policía se asemeje más a la sociedad.

En plena oleada de repliegue identitario, aquí, pero también en Francia o Alemania, por citar dos ejemplos próximos, Trapero lanzó este mensaje en favor de la tolerancia: “Para luchar y prevenir la discriminación hay que estar permanentemente vigilantes y atentos… ¡es muy fácil caer en ella! Pero no basta con ser conscientes del riesgo de caer en la trampa (la trampa de la intolerancia) … sino que además debemos adoptar una actitud combativa para no ser víctimas ni protagonistas de ella. Digamos que ¡Tenemos que ser intolerantes con la intolerancia!”  

En Catalunya la máxima intolerancia tiene un nombre: Sílvia Orriols. La alcaldesa de Ripoll, referente del partido de extrema derecha independentista Aliança Catalana, restringe el empadronamiento a los inmigrantes, tal y como se explica en este reportaje publicado esta semana en ‘El Periódico’. La dirigente ultra les niega así el derecho a la sanidad o a la educación puesto que estas familias no pueden iniciar trámites básicos como son disponer de la tarjeta sanitaria o la escolarización de los menores.

A Trapero se le apartó del puesto que ocupaba al frente de los Mossos mientras la alcaldesa de Ripoll se jacta de su racismo y presume de que partidos como Junts copien parte de su mensaje. Ojalá una Catalunya en la que se escuche más a Trapero y se combata más a Orriols. Ojalá.

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