Trazas de veracidad en el esperpento español

“Ya no hablo con periodistas”, dijo la voz tensa que se oía al otro lado del hilo telefónico. Y luego una diminuta ventana de esperanza: “¿Qué quiere?”. La periodista de investigación canadiense Naomi Klein estaba escribiendo un libro sobre el shock, sobre personas y países que lo han padecido. Fue publicado en 2007. Gail Kastner  era una mujer víctima de ellos a manos de la CIA en sus “técnicas especiales de interrogatorio”. Klein estudió también al psiquiatra Ugo Cerletti y sus trabajos en terapias de electroshock. El médico se había inspirado en  la “matanza eléctrica” de cerdos a través de  grandes tenazas metálicas que fijaban en sus sienes. Acudió personalmente a estudiarlo en un matadero. Todo depende de las dosis y del objetivo perseguido. 

He recordado la brillante génesis de aquel libro esencial de Naomi Klein –que se anticipó para explicarla a la gran crisis del capitalismo del 2008– al ver profundizarse el esperpento español estos días. Ese circo de los horrores que se presentó en la Plaza de Colón de Madrid el domingo 10 de febrero nos mostró en gestos y encuestas lo que hace la propaganda malsana en los cerebros yermos. Uno de sus principales impulsores como presidente del PP, Pablo Casado, se atrevió a decir sobre el manifiesto cargado de mentiras que leyeron tres supuestos periodistas: “tenía grandes dosis de veracidad”. Y no pasó nada. Esa serie de enloquecidos ejemplares no quieren saber y quienes los usan no tienen piedad de ellos.

Si el esperpento español  podía ir a más, lo ha hecho. En el escenario, los líderes de la derecha y ultraderecha española. Abascal y Casado, pechos henchidos a reventar de orgullo. Rivera intentando que las banderas del arcoíris LGTB le ayudaran a ser camaleónico, a ver si algún despistado compra su teoría de que no está con la ultraderecha. Como en la Andalucía que, gracias a su partido también, entrega la igualdad y la violencia de género a los misóginos y la memoria histórica, vean, a una defensora de todo golpismos fascista. Un homosexual del PP, Javier Maroto, posando junto al homófobo Abascal. La mayor dosis de veracidad de la proclama de Colón fue su mentira, que mienten a plomo y sin pudor, ésa es la verdad. Sus tres altavoces siguen en activo, aun habiendo quedado absolutamente inhabilitados como profesionales del periodismo. Ahí lo tienen todo.

Y más, las portadas proclamando un éxito de convocatoria en Colón  que no existió. Con excepciones, como La Vanguardia. Porque, dando la vuelta a la tortilla sin pudor, alguno editado en Madrid hasta habló de un “pinchazo de Sánchez”.  Las informaciones resaltando las “decenas de miles” de manifestantes, que contados por la policía, la misma de otras convocatorias, cifró en cuatro decenas y media. Incluida RTVE. Previamente, si lo pensamos bien, la convocatoria de la manifestación de Colón se la hicieron los medios. Ahí tienen algo más.

Faltaba la musa naranja Inés Arrimadas para evidenciar la magnitud de la impostura que la sustenta. Riendo, encantadora y encantada, ante la patraña que convierte en líderes políticos a quien mejor diga la vaciedad que encandile a los incautos. En los preámbulos del programa Salvados fue gradaba una conversación con su asesor en la que acepta que lo importante es la actitud,  para que la gente diga: “mira que bien lo explica aunque no me esté enterando de nada”. Otra política más que quedaría desechada como tal en una sociedad madura. 

El inmenso fraude del esperpento español infecta como ponzoñosas bacterias a esos seres que luchan a favor de sus verdugos. Electroshock que perpetran políticos sin escrúpulos y amplifican los medios cuando los toman periodistas sin ética.  Luego llegan las consecuencias.

Cuando solo se tiene una bandera para llenar los vacíos y mucho odio que acoger ocurren catástrofes. Decenas de miles, pues, de seres airados y resentidos dispuestos a aplacar el ardor de iras en la venganza hacia los ciudadanos progresistas. Profanar las tumbas de Dolores Ibarruri, la histórica diputada comunista, y Pablo Iglesias, fundador del PSOE, es un signo de los tiempos. Al que acuden instigados por ultras que operan, sin problemas, en medios de comunicación. El colmo ha sido atacar además el monumento homenaje a las “13 rosas”, las 13 jóvenes ejecutadas por un  pelotón de fusilamiento franquista, ya terminada la guerra civil iniciada por el alzamiento de Franco. El clima de crispación empieza a ser irrespirable. Las soflamas de algunos agitadores violentos y su impunidad no dejan de crecer

La Transición como raíz una vez más

La mayoría de los países que sufrieron dictaduras como la nuestra y leyes de impunidad como las nuestras, las revocaron. Hasta Argentina echó atrás las de Punto Final. España paga ese inmenso error, fruto de una Transición en precario. Y de dirigentes que, pudiendo resolver estos problemas de fondo, no lo hicieron. Es especialmente penoso, ver a Felipe González, Alfonso Guerra, Corcuera, y algunos caciques que operan bajo las siglas del PSOE , apoyar la revuelta contra el presidente de un gobierno de su partido. 

Pedro Sánchez, entretanto, osado superviviente sin temor a desdecirse, y proclive a ceder a presiones para no verse comprometido,  pone en juego un posible anuncio de elecciones. Con la casa revuelta. Con Vox aupado a los altares por la impericia y fanatismo de sus colegas ideológicos Casado y Rivera. Vox fue el ganador de la convocatoria de Colón, sus órganos de propaganda aplauden la oportunidad que el juicio al procés le da para promocionarse.  Nos van a dejar elegir entre Vox  y demasiadas inconcreciones en el centro-izquierda

El procés

El procés. El juicio al procés. Para la justicia europea, no hubo delitos  de sedición, rebelión o malversación, como prueba que no entregaran ni al president Puigdemont, ni a otros políticos perseguidos. Juristas de prestigio como José María Mena, exfiscal superior de Catalunya,  o el ex magistado Martin Pallín tampoco lo ven así.   Entretanto los políticos independentista encausados que se quedaron en España llevan más de un año en prisión. El proceso se va a seguir con gran interés mediático internacional. Los “a por ellos” ya les han condenado. Los partidos que les representan se disponen a sacar tajada. Y los medios a su servicio también.

Hay una fórmula “mágica” para desactivar la estrategia ultra y sus elevadas dosis de falsedad. Desconectarse. Desenmascarar a sus activistas y desconectar de allí donde operan. Las vendettas políticas no caben en la democracia. Los problemas psicológicos y las carencias humanas no deberían dictar acciones políticas y judiciales. Una sociedad cabal  y honesta  procura aislar perversiones y  mezquindades malsanas.

Naomi Klein contaba en su libro que Gail Kastner resistió. Tenía 19 años cuando se experimentó con ella.  A los 70, contó que todavía la despertaban pesadillas. Sobrevivió cuerda (aunque con secuelas) a un centenar de electroshocks. Los cerdos del matadero, no.  Y es bastante revelador y aun alentador conocer estos dos datos.