Saben que no soy muy dada a las historias personales en estos mis escritos, pero es que lo de hoy me viene tan al hilo de lo que quiero contarles que voy a saltarme mis propias normas. La noche de Reyes de este mismo año, estando mi padre ingresado en el Clínico, sufrió un derrame cerebral procedente de un hematoma antiguo en la cabeza. Ante aquella situación y los síntomas evidentes, se presentaron inmediatamente dos jovencísimos neurocirujanos de guardia, eran las diez de la noche o más, para explicarnos que era preciso intervenir inmediatamente y trepanar para extraer la sangre y evitar que la presión se incrementara. Nos pidieron la autorización y nos dijeron que en una hora podían estar en el quirófano. Mis hermanas y yo nos quedamos confundidas. Conocedoras del resto de las patologías del enfermo y de su edad, nos pareció una medida muy drástrica y que podía complicarse mucho. Y empezamos a consultar. Consultamos como Sánchez ha hecho hoy. Preguntamos a médicos familiares y amigos qué nos aconsejaban. Al final, volvieron los jóvenes neurocirujanos con la autorización y preguntamos, por última vez, si no había otra opción menos invasiva que pudiera evitar los riesgos ciertos que tenía el paciente concreto. Bueno, nos contestaron, podemos probar a poner primero corticoides a ver si se reduce el hematoma. ¡Corticoides!, dijimos, ¿en vez de trepanar?. No se lo piense. Corticoides. Hace ya un par de meses que el TAC fue normal y que dejó de preocupar el hematoma y sus eventuales sangrados.
Estoy convencida de que en la crisis catalana existen también esos corticoides. El análisis de la situación debe responder a la cordura, a la frialdad y a la proporcionalidad. Esas son las tareas de los gobernantes. Si se puede administrar corticoides, no hay que trepanar. Si se puede resolver el mantenimiento del orden público utilizando a las ya coordinadas fuerzas del orden, no es preciso activar la Ley de Seguridad Nacional y, si eso no es preciso, mucho menos aplicar el 155 o, como apunta Vox, decretar el estado de excepción o de sitio. Algo que no fue preciso hacer ni en los peores momentos en el País Vasco. Abascal no es que proponga trepanar, es que quiere rebanarle la cabeza al paciente y muerto el perro, se acabó la rabia.
Quiero pensar que algunos líderes políticos de la derecha funcionan en el convencimiento de que ni gobiernan ni gobernarán y, por tanto, lejos de hacer la reflexiva y compleja tarea del gobernante de ponderar y valorar los escenarios, los presentes y los futuros, y las respuestas adecuadas para cada uno, prefieren soltar bengalas incendiarias en periodo pre electoral o directamente volcar los bidones de gasolina. Rivera es el especialista en la bencina. Convocar en estas circunstancias una concentración en Barcelona el domingo forma parte de su fondo de armario de falta de rigor y de responsabilidad. En el caso de Casado, hay que pensar que se trata de la irresponsabilidad del que se sabe fuera de la responsabilidad. No actuó así ni Mariano Rajoy en su momento y eso que le hicieron dos referéndum ilegales y le declararon la independencia ficcional o del minuto. Aun así, no sacó a relucir la testosterona ni la mano dura ni el mechero. Me van a perdonar, pero Sánchez está ahí, en el genuino papel del gobernante, y el anatemizado Pablo Iglesias ha mostrado mucho más sentido de Estado que casi todos los que se golpean el pecho.
Y luego están los líderes catalanes. La protesta pacífica alberga en su seno un descontento profundo, no sólo con la sentencia sino con el futuro, con la propia forma de sus políticos de gestionarlo, con la división y quizá, como apunta Marchena, con un vago resquemor de haber sido engañados. De todo habrá. Los líderes catalanes tienen que controlar que esta respuesta lógica –la sentencia es extraordinariamente dura para lo que dice castigar– no se les vuelva en contra por derrape y que no convierta lo que hasta ahora fue mayoritariamente no violento, por mucho que se empeñen unos y hasta los ropones que la creen idónea, en una escalada que se sabe cómo empieza y no cómo termina. Nadie quiere otra trágica semana. Y si alguien lo quiere, algún descerebrado de los de cuanto peor mejor, hay que pararle los pies también desde dentro.
Las barricadas y los fuegos por las noches son comportamientos perfectamente controlables por las policías sin ninguna medida más. En este país, los astilleros, la metalurgia o los pescadores han montado jaranas llenas de imágenes dantescas como se dice ahora y no se descontroló el país. Nadie pensó en trepanar. Es verdad que el paciente de ahora es más delicado, pero, precisamente por eso, es más necesario analizar cada paso en su evolución y decidir adoptar la medida que, simple y llanamente, sea la menos gravosa y la más adecuada para ese momento. Tengo plena confianza en el Gobierno en funciones para realizar esa reflexión y se ha comprobado que, hasta esta hora, no ha habido ni dejación de sus obligaciones de los Mossos ni descoordinación con la Policía Nacional.
Cordura. Contención. Ni el Gobierno está sobrepasado ni nada que se le parezca. Sólo van a ser sensatos, que es lo único que puede ser cualquier gobernante. Debería tomar nota Torra. Su condena de los hechos ha sido cuando menos tibia y, desde luego, algo esquizofrénica. Lleva razón Colau cuando le dice que su sitio está en el Palau y no pateando autopistas. Sánchez ha afirmado que contempla todos los escenarios posibles. Lógico. Como cualquier buen médico debe tener previsto qué complicaciones se pueden presentar y cuál será la respuesta terapéutica para cada una de ellas. Trepanar cada vez que se presenta un obstáculo no es forma de afrontar los problemas.
La verdad, siempre pensé que si no hubiera sido Reyes y hubiéramos topado con un neurocirujano más maduro.... Pero no trepanamos y ahora me alegro.