Triangulación progresista y plurinacional: un escenario que se consolida
El martes ERC y PNV anunciaban su voto afirmativo a los Presupuestos Generales del Estado, explicando a los medios de comunicación aquellos avances que habían conseguido en sus negociaciones con el Gobierno. A la vez, EH Bildu sumaba su apoyo a las cuentas públicas con una argumentación más política: contribuir a la abertura de una ventana de oportunidad para el cambio en España y el País Vasco. Con los “sí” de estas formaciones en el bolsillo, el Ejecutivo consigue reunir 179 votos, la mayoría para tirar adelante una de las leyes más importantes para el buen funcionamiento de la legislatura. A lo largo de estos días se añadirán más grupos, presumiblemente el apoyo será más amplio que el de la propia investidura a Pedro Sánchez. Durante los últimos dos años se ha actuado con los Presupuestos prorrogados que elaboró Cristóbal Montoro, situación insostenible si se le suma además la irrupción de la pandemia y la próxima llegada de fondos europeos.
Ahora bien, la aprobación presupuestaria va más allá del propio acto. Con distintos matices y explicitaciones, así lo entienden los distintos grupos políticos que apoyan al Gobierno. La suma de estos escaños significa la consolidación del escenario que se abre con la moción de censura a Mariano Rajoy de mayo de 2018 y la investidura de la noche de Reyes de este mismo año. La relevancia del acceso de Sánchez a la presidencia del Gobierno, refrendado posteriormente a través de unos comicios, no reside tanto en la alternancia política que se opera sino, sobre todo, por la correlación de fuerzas que la hace posible: una triangulación progresista y plurinacional que conjuga socialistas, morados y fuerzas plurinacionales. Se ha destacado el hecho histórico de que un partido a la izquierda de los socialistas se integre en el Ejecutivo, debe revisitarse la II República para encontrar una experiencia similar. Pero aquello que muta potencialmente con más intensidad el escenario es la interdependencia, con pesos relativamente equilibrados, entre los tres vértices del triángulo.
Además, este “sí” de los plurinacionales es también la negación de un escenario de cierre por arriba de las grietas que supuran del régimen del 78: un pacto socioliberal entre el PSOE y Ciudadanos o un acuerdo carteliano entre los dos grandes (PSOE PP). Cuatro décadas después de la recuperación democrática, este país se abre a hacer frente a importantes retos socioeconómicos, agravados por la crisis de la COVID-19 (un modelo productivo con pocos sectores que aporten alto valor añadido, un mercado de trabajo dual y altamente precarizado, con altas cifras de pobreza y exclusión, etc.) y los que presenta la crisis del sistema autonómico (un modelo agotado que ido ha generando cada vez más dinámicas centrífugas y centrípetas). Resuena a Pacto de San Sebastián.
Eso sí, todo momento con altas potencialidades tiene su doble cara. La triangulación progresista y plurinacional puede tener dos vías de evolución, estamos en un periodo en construcción y disputa. Una primera sería llevar a la práctica el cambio, desarrollar reformas y medidas estructurales que transformen el país. Hacer frente a los retos socioeconómicos y territorial-identitarios. Dar respuestas en clave emancipatoria a las nuevas preguntas surgidas en un mundo complejo e incierto. Ahora bien, una segunda deriva podría pasar por la tentación de seguir haciendo más de lo mismo (quizá con otro discurso). Y es este escenario de estancamiento el que podría facilitar la consolidación disruptiva de la extrema derecha. Existe una responsabilidad histórica: se ha abierto y apuntalado una grieta estrecha pero que puede ser muy profunda. Si la nueva correlación de fuerzas no llegase a materializar esperanzas, sería peor el remedio que la enfermedad. En el interregno nacen monstruos. Y si estos no se combaten, te devoran.
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