Tumbar a Yolanda Díaz
La reversión de la reforma laboral es algo personal para Yolanda Díaz y también su mayor legado político. El patrimonio moral de la líder de Unidas Podemos es su defensa de la clase obrera, por eso no resistiría políticamente el hecho de que no fuera derogada o revertida de manera ambiciosa. Díaz es consciente de eso, pero también cree profundamente en que su trabajo solo tiene sentido si consigue mejorar la vida de los currelas, como se le escapa de forma cariñosa en cada conversación. Es la primera vez en la historia de la democracia que el Ministerio de Trabajo lo ocupa una persona que tiene como principal objetivo ser el canal que lleve la voz de la clase obrera a los textos legales. No se va a conseguir la socialización de los medios de producción, pero venimos de una ministra que ahora ocupa una silla en la CEOE.
El coste de no sacar adelante la reforma laboral para Yolanda Díaz de cara al idilio que vive con la opinión pública progresista sería demoledor si los postulados de la CEOE priman sobre los de la clase trabajadora. Eso lo saben quienes ven en Yolanda Díaz una amenaza para su propio electorado, y cuando eso ocurre se afilan los cuchillos. La estrategia de desgaste que se ha producido contra cualquier elemento que pretendía sacar la cabeza a la izquierda del PSOE ya la vimos con Pablo Iglesias. No hay piedad para quien pueda perturbar al partido que proporciona estabilidad a la monarquía como clave de bóveda que sustenta todo el aparataje constitucional surgido en 1978.
La estrategia de golpe blando que la judicatura ha llevado a cabo contra la coalición de gobierno solo lo ha sido porque incluía en sus postulados para gobernar las tesis de Unidas Podemos y el acercamiento hacia los partidos independentistas que conllevaban acuerdos como los indultos que han sido anatema para los jueces con espíritu de cacique. El PSOE quiere volver al redil y el Estado le quiere con el PP. El Congreso en Valencia en el que Pedro Sánchez se reconcilió con Felipe González es un mensaje que Meritxell Batet se ha encargado de rubricar cediendo al capricho de Marchena justo después de los acuerdos con los conservadores que llevaron al Constitucional a jueces como Concepción Espejel. El PSOE será siempre bien recibido de vuelta a la institucionalidad de los que manejan el poder al margen de la soberanía popular. Por eso, para eso, la próxima pieza de caza es Yolanda Díaz.
La ministra de Trabajo no es Rosa Luxemburgo, sino una abogada laboralista que tiene en su cultura política la lucha sindical y el acuerdo en el seno del diálogo social para lograr mejoras concretas de condiciones para la clase trabajadora. Es una reformista, que nadie espere en ella a una revolucionaria guiando a las masas proletarias a cruzar las aguas congeladas del Neva hacia la Catedral de Kazan. Su objetivo es ser útil para la clase obrera atendiendo a las condiciones subjetivas con las que nos ha tocado lidiar. Ni es un peligro para la democracia liberal ni tiene fuerza para lograr algo más que la recuperación de los derechos perdidos desde la crisis de 2007. Para muchas personas no será suficiente, es comprensible, pero es la mano de cartas con las que toca jugar la próxima década.
Pero eso no les importa a sus enemigos. Tumbar a Yolanda Díaz es un objetivo necesario para el éxito electoral del PSOE porque, si bien es cierto que necesitan a una izquierda aliada para gobernar, los sondeos son tan demoledores a favor de la líder de UP que empiezan a poner nerviosa a la masa gris de Ferraz. La coyuntura a la que nos enfrentamos en los próximos meses es dilemática, la derogación de la reforma laboral más lesiva para los derechos de los trabajadores solo será revertida con Yolanda Díaz en el cargo y empujando para que sea lo más ambiciosa posible. Con ella en Trabajo no sabemos hasta qué punto será una reforma laboral propicia para mejorar derechos, pero lo que es seguro es que sin ella solo ganarán las tesis de Nadia Calviño, que son las de la CEOE.
70