Hace unos días estaba limpiando mi bloc de notas del móvil, como tesista que soy tomo apuntes de cuanta idea llega a mi cabeza en el momento menos pensado y todo va al móvil. Bueno, también va la lista de la compra, los gastos o los pendientes que tengo, en verdad es que me gusta hacer listas.
El caso es que en esa limpieza de notas encontré una que había hecho hace dos años y que se llamaba: “Mi historia de amor con Madrid”. Me enterneció leerla, no recordaba que la tenía por ahí. Yo siempre voy diciendo a los cuatro vientos lo feliz que soy en Madrid, a pesar de los ires y los venires, pero nunca lo había escrito y eso es un poco colmo para una columnista madrileña por adopción y para alguien que cree que, al igual que a las personas, a las ciudades también se les habla y se les agradece, así que hoy quiero hacerlo.
Hay dos palabras que atraviesan esta historia. Como colombiana de origen que soy sigo pensando muchas cosas en colombiano y por más que busque, no encuentro otras que reemplacen, en la jerga española, la carga semántica. Son: tusa y traga. La tusa ya se la enseñó al mundo Karol G (la cantante de reguetón) con su famosísima canción. Una tusa es una tristeza profunda causada por alguna decepción amorosa. Se está entusada/o cuando una extraña muchísimo a esa persona y no puede estar con ella. La traga en cambio es un sentimiento fuerte de atracción o enamoramiento hacia alguien y ¡ojo! que la traga puede ser correspondida o no. Una/o puede tragarse hasta platónicamente.
Así que podría iniciar diciéndoles que mi estado emocional con Madrid es de traga permanente y las razones se las voy a contar ahora. Caminar por ella es regocijarme una y otra vez con sus calles, sus historias, la tranquilidad que me generan, lo bonitas que son, siento que cada edificio me puede contar algo sorprendente. Quisiera capturar en imágenes con mis ojos cada rincón que de ella encuentro. Algo que no acabo de superar es su cielo azul profundo y perfecto, antes de ella nunca había visto un cielo tan despejado, tan enorme, tan imponente y dueño de sí.
Con Madrid pude sentir por primera vez la tranquilidad de ir por las calles sin miedo. Y sí, es parte de esta feminidad instaurada socialmente que nosotras vayamos por las calles con miedo. Pero hablo de otro tipo de miedo. De saber que no me iban a agredir por robarme o que podía hablar por el móvil mientras caminaba sin que algo malo me pasara, o sin tener que agarrar mi bolso todo el tiempo (sí, cada quien según sus historias tendrá sus razones para ser más feliz en un lugar). Madrid me enseñó la utilidad real de las cebras. Hasta entonces para mí solo eran unas líneas gruesas de pintura en el suelo que no tenían ningún fin práctico para los peatones. Todavía recuerdo la primera vez que crucé sobre una y que los coches amablemente se detenían, yo no lo podía creer, lo que para la gente aquí era rutina para mí estaba siendo todo un descubrimiento.
A la chica que venía del país de los jugos (zumos) y las frutas, Madrid le enseñó a beber agua. A beber agua con los alimentos, a beber agua a lo largo del día, a beber agua, sin más. Todavía cuando vuelvo a Colombia mi madre ve con tristeza que a veces prefiera solo beber agua en lugar de un jugo. Pero se anima cuando ve que ahora también como ensaladas y cocino verduras.
En Madrid conocí la fuerza del feminismo y las manifestaciones del 8M más grandes y poderosas del mundo y con ello a mujeres que me inspiraron y me acompañaron a ser libre. Conocí la dignidad pensionista en las calles defendiendo sus derechos. El movimiento de discapacidad reivindicando autonomía y no caridad. El pueblo gitano resistiendo y luchando. La dignidad migrante. El poder crítico y de movilización social de la gente. Tuve maestras y maestros que me mostraron otros paradigmas. Conocí la utilidad y la defensa de lo público (aunque por estos días ya escasea un poco).
Un día me fui de Madrid y ahí empezó mi tusa, en ese momento supe que una tusa se puede sentir también por una ciudad, ¿les ha pasado? No hubo un solo momento en que no la pensara, en que no la echara de menos, en que no planeara mi regreso, en que no soñara con volver a encontrarme con ella. Ese quererla y no poder verla que me hizo volver y quedarme. Verán, a veces pienso que somos tan distintas, que nuestra forma de pensar y de votar es tan diferente (no vamos a discutir sobre esto, pero es verdad que ella y yo tendemos a votar distinto) o en que hay cosas que nos separan; por ejemplo, la insistente manera en que algunas/os me hacen sentir que por mucho tiempo que pase nunca voy a ser parte de ella. Y hay otras tantas que yo le crítico y que seguiré haciéndolo, las cosas son así; pero yo, que soy una obstinada de primer nivel, una terca que no se da por vencida tan fácil, he decidido seguir queriéndola y ser feliz en ella. Hace 9 años que la conozco y la traga no se me pasa.