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Ucrania: échame un poco más allá esa línea roja

El presidente francés Emmanuel Macron (d) y su homólogo ucraniano Volodymyr Zelensky (i). EFE/EPA/THIBAULT CAMUS/POOL
29 de febrero de 2024 23:31 h

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No es verdad, como repiten los analistas, que la guerra de Ucrania se encuentre estancada y apenas se muevan las líneas. Hay una línea que no ha dejado de bailar desde el primer día, justo la que parecía más inamovible de todas: la línea roja. Me refiero a esa “línea roja” de la que llevamos oyendo hablar dos años: la línea roja que Europa, Estados Unidos o la OTAN no querían cruzar; la línea roja que Rusia marcaba como límite para evitar un conflicto generalizado. La línea roja que nadie ha cruzado porque han hecho algo mejor: moverla, echarla un poco más allá.

La secuencia se ha repetido una y otra vez desde febrero de 2022: Ucrania pide nuevas armas; Rusia advierte de que se trata de una “línea roja”; los países europeos y Estados Unidos niegan, dudan, discuten y al final acaban enviando las armas solicitadas, pero no hay consecuencias porque la línea roja pasa a ser otra, un escalón más allá.

Pasó con los primeros suministros de armas, que según Rusia suponían “una espiral ascendente” de la que se arrepentirían los responsables. Pasó luego con los sistemas de artillería HIMARS, otra línea roja que según Moscú “aumentaría el riesgo de un conflicto de consecuencias impredecibles”, pero que llegaron puntualmente a Kiev. Pasó con los sistemas de defensa Patriot, que para Rusia eran “una provocación” que conducían a “una escalada”, y por supuesto fueron enviados. Pasó con los misiles de largo alcance: según Rusia podrían servir para atacar suelo ruso, lo que “escalaría el conflicto” y “Estados Unidos cruzará una línea roja y se convertirá en parte directa”. Pero llegaron los misiles, con los que Ucrania atacó objetivos en Crimea (considerado suelo ruso por Moscú) sin que pasara nada.

Los tanques eran otra gruesa línea roja, si recuerdas. Ucrania los pedía insistentemente, y Moscú advertía que supondría “llevar el conflicto a otro nivel”. Los países europeos se dividieron al respecto, Alemania se resistió a autorizar la entrega de Leopard, hasta que Reino Unido anunció por su cuenta el envío de carros Challenger, EEUU dijo que mandaría unos Abrams, y Alemania acabó por ceder y cruzar la enésima línea roja, o moverla al siguiente escalón.

Tras los tanques, los aviones, una línea más que roja, rojísima. Rusia lo consideró una amenaza equiparable al uso de armas nucleares, EEUU rechazó categóricamente enviar F-16, el canciller alemán aseguró que “no habrá entregas de cazas a Ucrania”. Luego Francia propuso estudiarlo, Polonia apretó con su flota de Mig-29, EEUU dijo que ellos no pero que tampoco impedirían que otros países sí lo hicieran, y hasta se ofreció a formar pilotos. Hoy los F-16 están a punto de llegar, y la nueva línea roja es que no se utilicen fuera del territorio ucraniano, pero ya se sabe para que están las líneas rojas: para moverlas.

Y así llegamos a la última, la madre de todas las líneas rojas: el envío de tropas. Lo ha propuesto Macron un poco a la ligera, y la mayoría de países lo ha rechazado, España entre ellos. Rusia por supuesto ha dicho que de cruzar esa línea lo tomaría como “una declaración de guerra” y “sería inevitable un conflicto con la OTAN”. Francia ha matizado que serían tropas de retaguardia, no beligerantes, que es otra forma de echar un poco más allá la línea roja.

¿Nos creemos que esta vez sí que es una línea roja-rojísima-rojérrima que nuestros gobiernos no cruzarán, o será tan movediza como las anteriores? ¿Será igual de roja-rojísima-rojérrima para Moscú, o la dejará pasar otra vez? Para vuestra tranquilidad, os dejo las palabras del propio Macron aclarándolo: “No hay que excluir nada. Mucha gente que hoy dicen ”jamás, jamás“ son las mismas que hace dos años decían jamás a tanques, jamás a los aviones, jamás a los misiles de largo alcance”. Se entiende todo, ¿verdad? Putin ha respondido que “las consecuencias serían trágicas” y desencadenaría “un conflicto con armas nucleares y la destrucción de la civilización”. Para terminar de tranquilizarnos, la presidenta de la Comisión Europea, Von der Leyen, dice que “el riesgo de guerra no es inminente, pero no es imposible”.

Así estamos dos años después en esta guerra que Ucrania no puede ganar, tampoco puede ganarla Rusia, pero sí sabemos quién puede perderla.

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