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Cómo la ultraderecha nos marca la agenda

El poder ideológico de un sector no es solamente el número de seguidores que tiene en una sociedad, sino también su capacidad de imponer sus temáticas en la agenda informativa. Olvidamos que, incluso cuando parece que generan un debate absurdo del que salen perdiendo, solamente con haberlo creado y haber hecho a medios, clase política y ciudadanos entrar han conseguido un éxito político. Sobre todo si logra desplazar del enfoque ciudadano problemas más importantes. Es lo que está sucediendo en España con Vox y la ultraderecha. Se diría que no hay mes que no terminemos debatiendo sobre su última salida de pata de banco. A primeros de agosto lo logró un diputado de Vox por Barcelona sobre el topless en las piscinas municipales. Le bastó decir algo como esto: “El Ayuntamiento de Barcelona ahora decide que mis hijos han de ver topless cuando yo como padre he decidido educarles en el valor de la intimidad. Esta izquierda es terrorífica. Defender la libertad es respetar a quien quiere ir a una piscina pública y no ver topless”. No importa tanto si consiguió aplausos como abucheos con su comentario, el éxito fue acaparar la agenda. 

Pero es que una semana antes, un concejal de un pueblo de Cuenca con menos de mil habitantes, que nunca hubiera conseguido protagonismo haciendo cosas sensatas en su pueblo, tuvo ardiendo a todos los medios, a la clase política y a las redes por un tuit en el que criticaba “los pelos del sobaco” de Irene Montero. Por un momento, el asunto pareció más importante que la votación de investidura de Pedro Sánchez, que es el hashtag que incluyó en el tuit. 

Antes de estos dos temas, recordamos las declaraciones de Santiago Abascal defendiendo el derecho de los españoles a tener en su casa una pistola para defenderse. Fue en una entrevista en una minoritaria revista especializada en armas, pero logró que ese comentario, que ni siquiera era una propuesta o iniciativa formal de su partido acaparara la actualidad durante dos semanas. 

A finales de enero, la presidenta de Vox en Madrid, Rocío Monasterio, hizo unas declaraciones sobre la fiesta del Orgullo Gay en estos términos: “Llevaría el Orgullo Gay y fiestas similares a la Casa de Campo”. En esa entrevista se trataron muchos asuntos, pero esa declaración ocupó la actualidad informativa hasta la celebración de esa fiesta, nada menos que durante seis meses dando vueltas a la fiesta del Orgullo y la Casa de Campo. 

Podríamos decir que no ha existido momento en nuestra agenda informativa en que no estuviera presente alguna boutade de la ultraderecha que nos haya tenido entretenidos. Muchos pensarán que salían escaldados y perdedores ante la masiva reacción de rechazo o burla entre la mayoría de los ciudadanos, pero olvidamos que lograr imponer su agenda es ya una victoria, más todavía si eres un partido político minoritario. 

Por otra parte, si observamos bien los asuntos, se trata de cuestiones que ya estaban aceptadas y asumidas por nuestra sociedad: movimiento LGTB, no llevar armas de fuego, libertad para depilarse o no, topless... El mero hecho de generar un debate sobre estos temas ha supuesto un retroceso social. No importa que las tesis de la ultraderecha hayan terminado siendo minoritarias, ya han logrado una pequeña victoria si han conseguido que nos ocupáramos de ellas. 

En Estados Unidos está sucediendo algo similar con las salidas de tono de Trump. Las congresistas demócratas atacadas por el presidente con mensajes racistas dejaron muy claro cuál debería ser la adecuada respuesta: “Quiero pedir a los estadounidenses y toda la gente en esta sala y más allá no morder el anzuelo. Esta es una distracción de las cosas que importan y tienen consecuencias para los estadounidenses, y por las que fuimos enviadas aquí a trabajar”, dijo la representante por Massachusetts Ayanna Pressley

Pensemos por un momento los importantes temas que podríamos haber debatido, reflexionado y sensibilizado los periodistas, los políticos y los ciudadanos en las redes mientras estábamos ocupados por pelos del sobaco, pistolas en casa, topless o fiestas gays en la Casa de Campo.