Su única patria es el dinero
Todo se resume en esa máxima absoluta. El dinero, como prioridad. Su patria, su nación, su emblema. Sucio. Desmedido hasta lo innecesario. A cualquier precio, por encima de quien sea. Parece el hilo conductor de la actualidad, de sus grandes atropellos. El dinero. El poder que da acceso a obtenerlo bajo mano, a torcer la ley, a comprar voluntades. El poder en sí de mover los hilos, de atar con ellos. La vida limpia late a otro nivel. Tan anulada en las decisiones que a veces sucumbe y se rinde.
Durante décadas la seguridad del Estado ha albergado en su seno, sin problemas, a un comisario –al menos uno que sepamos- que utilizaba su cargo para extorsionar por voluntad personal o por encargo con fines lucrativos, según se deduce de la acusación que lo mantiene en prisión a la espera de juicio. La lista de relaciones de Villarejo cuenta con nombres sonoros de la vida pública. Era el villano que encaja en esa España tramposa. Grabó a potenciales clientes, contactos, “confetis” de alto rango, que se soltaban la lengua como si no supieran con quién trataban.
La difusión dosificada del arsenal de bombas conspiratorias de Villarejo forma parte de la misma operación. Aquí de periodismo no hablamos. Sí, en posteriores investigaciones y análisis. No, de nuevo, en esas cortes de exculpaciones y paños calientes que se prodigan. Villarejo tuerce el Estado, argumentan. Viene ya bien torcido. Pero no se pueden paliar con nada –ni comparar con otro caso- las conversaciones en el filo de la navaja de la número dos del partido en el Gobierno entonces con un comisario inequívocamente conocido. Asistida por su cónyuge y empresario en calidad de tales, y avanzando la connivencia de la jefatura de esa empresa llamada PP. El dinero. El poder. La familia. Tan amplia y bien colocada en lugares estratégicos.
Cuando se descubre a un miembro que se ha dejado la piel o la cara en la organización, se le deja caer. Mejor si no hubiera sucedido, mejor cuando todavía no ha sucedido, mejor trabajar porque nunca suceda, pero lo básico es mantener el proyecto.
La justicia española pasa por Estrasburgo
Todo en línea. El Tribunal Supremo anula su propia sentencia y dicta a favor de los bancos. Había bajado la bolsa. Tras dos jornadas discutiendo sienta el precedente histórico de echar para atrás su decisión y beneficiar a la banca en el litigio: los clientes deberán pagar los impuestos de sus hipotecas. En la excepción española, junto al IBEX debería anotarse el TS como nuevo indicador de referencia bursátil. La justicia europea ya obligó a la banca a devolver todo lo cobrado por ‘cláusulas suelo’. Habrá que volver a su amparo. Los afectados lo anuncian. El descrédito de la alta justicia española registra un nuevo hito.
Estrasburgo va a precisar una sección para nuestro país. Como el Tribunal Superior europeo –que lo es- se está encargando de expurgar las sentencias españolas de la ideología que las contamina, de las salvedades no válidas en el sistema judicial. Lo ha hecho con la sentencia de Arnaldo Otegi. Los condenados de antemano del procés catalán se verán libres allí probablemente, aunque tras años de prisión.
Un ático de 10 millones de euros
El dinero. Me había quedado con ganas de comentarles, con esto de las prisas apagafuegos que nos gastamos en el convulso día a día, un tema desengrasante. Han venido en Madrid un ático por 10 millones de euros. En el complejo Canalejas de Madrid, que permanece aún como zona cero en obras que disuade el paso y la respiración. Este artículo es entrañable en los datos que nos aporta. Aquí tenemos a OHL, del amigo Villar Mir, y al millonario canadiense-israelí Mark Scheinberg de constructores. Las viviendas -22 de las que ya hay prevendidas 16- tienen un precio de 14.500 euros por metro cuadrado. Pero no los venden sueltos para colocar una minitienda de campaña con saco de dormir y camping gas pongamos el caso. No sería ninguna tontería porque los residentes disponen de los servicios del hotel adjunto si lo desean. “Pueden solicitar ropa de cama y mantelería, mayordomo, chófer, chef privado, llenado de la nevera, personal shopper, asesor de imagen, cuidado de mascotas” entre otros.
¿Y a que no saben quiénes están invirtiendo en esos pisos tan estupendos? Pues, según leo en las informaciones, la familia de Henrique Capriles “líder opositor venezolano” se encuentra en ellos y también detrás de varios complejos de viviendas de lujo de Madrid. Tienen todo el derecho, por supuesto, pero ¿a qué vamos atando cabos de las pasiones políticas de algunos ultranacionalistas españoles? Con suerte, Albert Rivera y Pablo Casado no tendrán más que cruzar un par de calles y la Puerta del Sol para consolar a su amigo, azote de Maduros.
Las élites
¿Y el pobre Mario Vargas Llosa, miembro destacado de las élites? Pues que Hacienda le reclama dos millones de euros impagados y, mientras litiga, ha tenido que embargar “su mansión en Madrid” a nombre de una compañía holandesa. Lo cuenta Vanitatis que es la publicación idónea para un premio Nobel de literatura, neoliberal de extremo centro, españolista en naranja.
No deja de ser curiosa la fijación de los patriotas más activos y entusiastas por el dinero y el poder, por el amor a las grandes fortunas y a los grandes afortunados. Por la evasión si se tercia. En ese Olimpo van entrando todos. Ya está Trump. Y Bolsonaro para, como los demás, despojar de sus bienes públicos a los ciudadanos. Alabados por sus medios. Por sus empresas. Por la Unión Europea que le felicita sin matices. Y está Macri. América se está llenando de ellos. Y, aquí, afilan los dientes en la banda Rivera y Casado, si no le tumban los trapicheos familiares. Por el bien de la derecha sería. Que una decente ayudaría.
A la familia le llegan refuerzos desde Francia. Manuel Valls declara: “Soy el candidato de las élites”, para responder con aparente ironía a sus críticos. De todas. Económicas, sociales, políticas y culturales. Con su ser mayestático. Nadie como las élites para ocuparse de las necesidades de la ciudadanía. Luis XVI y sus homólogos lo hacían de forma sin igual.
Dos años después, en Monessen, Pensilvania, los obreros que, desencantados, votaron a Trump ya saben que su ciudad no lleva el menor camino de ser “grande otra vez”. Lecciones que se pagan en ruina y dolor. Otros siguen soñando u odiando. Mientras la ciclópea resistencia a la destrucción intenta abrirse paso. La que sabe y practica que la sociedad con la que convivimos, poblada de personas, es nuestra patria.