El unicornio de Torra

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, no aspiraba a este cargo. Lo ocupó por descarte, porque Carles Puigdemont y un núcleo reducido de dirigentes y asesores de JxCat así lo decidieron. Pocos días antes de ser el elegido, él mismo lo descartaba. Torra no pretendía ser presidente, su implicación en la política pasaba más por el activismo que por la actividad institucional, y su actuación al frente del cargo ha demostrado que hubiese hecho bien en rechazar la propuesta de ser presidente. Ni era la persona indicada para ocupar el cargo ni Catalunya merecía esta agónica legislatura. Agónica desde el primer día.

El activista no supo entender cuál era su nuevo papel, el de presidente, en un momento complejo que precisaba de decisiones claras. Pero Torra optó por lo contrario, por abonar desobediencias estériles que ponían en jaque a la institución. Los presos, que eran seguramente los que tenían más motivos para expresar su cabreo, no lo reclamaban e incluso más de uno pedía que el Govern se dedicase a gobernar para demostrar que era tan “efectivo” como se prometió en campaña. Pero el president nunca supo anteponer el interés general al de una parte del independentismo, el que le jalea en las redes sociales para que vaya más lejos aunque nadie sepa a dónde va.

JxCat ha decidido que no hay trifulca mala si sirve para desgastar a ERC, a la que no le perdonan que no inmolase al presidente del Parlament, Roger Torrent, para intentar investir a Puigdemont. El verbo es intentar porque todos sabían perfectamente que Puigdemont no podría asumir el cargo y, en cambio, intentar que lo fuese implicaba abrir nuevos procesos judiciales a miembros de la Mesa de la Cámara, empezando por Torrent.

No todo ha sido culpa de Torra, pero él es la máxima autoridad del país y a menudo se ha dedicado más a crear problemas que a resolverlos. Ha contado con la inestimable ayuda de la Junta Electoral Central, dispuesta a hacer un trabajo sucio que no le tocaba. Es una anomalía democrática que pueda inhabilitarse a un presidente por negarse a retirar una pancarta. Y más si se le acaba aplicando una ley pensada para apartar a terroristas y corruptos de las instituciones. La JEC, que sobrepasó los límites de un órgano administrativo, aplicó una ley que no correspondía. Pero nadie la frenó. Al contrario, como siempre, ahí estaba y estará el Tribunal Supremo, dispuesto a empeorar todo lo que pueda empeorar.

Ahora bien, que Torra acabe inhabilitado por poner una pancarta ilustra cómo ha sido esta legislatura: desobediencias estériles (acabó retirándola) que solo han contribuido a paralizar todavía más el Govern y el Parlament. Extraña manera de defender las instituciones catalanas. La mala nota del Govern y la del propio Torra no ha parado de bajar con el paso de los meses y más de la mitad de los catalanes consideran que el Ejecutivo no sabe cómo resolver los problemas de los ciudadanos.

JxCat sigue apelando al “mandato” del 1-O pese a que ni se implementó la república ni se implementará. Torra propuso un nuevo referéndum como respuesta a la sentencia del procés, pero nadie le siguió. Hubo consellers que se enteraron el día que lo anunció en un pleno del Parlament e hicieron ver que no lo oían. Ni la CUP le siguió. Mientras, ERC optó por cambiar de estrategia e intentar explorar una negociación con un Pedro Sánchez que igual puede prometer que traerá a Puigdemont a España que proponer una reforma del delito de sedición que, en la práctica, permitiría a los presos independentistas salir antes. Tener un presidente del Gobierno que pueda decir lo mismo y lo contrario en función de la necesidad puede ser un inconveniente a la hora de confiar en él, pero puede ser una ventaja a la hora de sentarse a negociar.

A estas alturas la única duda que les queda a los catalanes es saber cuándo serán las elecciones. Nada hace pensar que la situación pueda mejorar pero es bastante difícil que pueda empeorar. El reglamento del Parlament y la ley de la Presidència establecen que uno de los motivos de cese del presidente de la Generalitat es la condena a una pena de inhabilitación por una “sentencia firme”. La cuestión es si el Govern podrá sobrevivir a esta agonía y al menos aprobar los Presupuestos antes de que el Supremo emita su fallo definitivo sobre la continuidad de Torra.

Posdata: En los plenos del Parlament nunca falta el espectáculo de los diputados de Ciudadanos. No necesitan un motivo concreto aunque haya días en que el Govern se lo pone fácil. Su líder, Lorena Roldán, pasa de la crítica al insulto con facilidad como demostró de nuevo este lunes, pese a que es una estrategia que, según todas las encuestas, no les beneficia electoralmente.