¿Valen los pendientes de perlitas?

Ruth Toledano / Ruth Toledano

Madrid —

La expresidenta Esperanza Aguirre se inventó para la Comunidad de Madrid el Bachillerato de Excelencia (BdE), cuyo segundo curso se desarrolla en el Instituto de Enseñanza Secundaria “San Mateo”. El programa del Bachillerato de Excelencia se implantó para reunir a los ciento y pico alumnos más sobresalientes de la región, aquellos que a través de sus notas hayan demostrado “una especial capacidad académica”. Presuntamente, el programa persigue potenciar sus cualidades, que alcancen con excelencia los objetivos generales del Bachillerato y que queden preparados para una educación superior con garantía de éxito. Así lo presentó en su día la ahora funcionaria Aguirre, así lo vendió su Consejera de Educación y Empleo, la llorosa Lucía Figar, y así lo sigue defendiendo el director del IES San Mateo, Horacio Silvestre, que tiene nombre, por cierto, de novela del boom. Pero, en realidad, el Bachillerato de Excelencia supone más bien un experimento pedagógico de naturaleza espectacular, en el sentido debordiano del término: es a la enseñanza lo que Santiago Calatrava a la arquitectura, un “exceso mediático”, que diría Debord. Representa con precisión lo que para el situacionista francés es el poder del espectáculo: “esencialmente unitario (…) perfectamente despótico en su espíritu”.

Es un hecho que el espectáculo tiene la capacidad de deslumbrar. Así como Calatrava, arquitecto del pelotazo valenciano y ahora residente fiscal en Suiza, proyectaba y construía edificios y complejos urbanísticos espectaculares, es decir, grandilocuentes, megalómanos, ostentosos, para los que la Comunidad Valenciana le cedía terrenos y le adelantaba millones y millones de euros, aunque quedaran sin terminar, haya sido imposible su rentabilización y hayan contribuido a la bancarrota, así el Bachillerato de Excelencia, para cuyo instituto piloto se invirtieron ingentes recursos, tanto en ratio de alumnos por aula como en medios técnicos y humanos, que tanta falta hacen en la mayoría de los centros, no han dado los resultados pretendidos: los brillantes alumnos del San Mateo no son capaces de aprobar todas las materias y han bajado su nota media. Los excesos se pagan.

La práctica totalidad de la enseñanza pública madrileña se manifestó en contra de este proyecto, pero ya se sabe el caso que suele hacer aquí la mayoría política a la mayoría ciudadana, popular o como queramos llamar a la gente, es decir, a la mayoría de los profesores, a la mayoría de los padres de alumnos y a la mayoría de los propios alumnos. La Federación de Asociaciones de Padres y Madres (FAPA) Francisco Giner de los Ríos, mayoritaria en la enseñanza pública madrileña, alertó del fracaso del Bachillerato de Excelencia, que condena a los alumnos “a un futuro más incierto y con menos oportunidades del que podría haber alcanzado cursando el currículo ordinario”, y tildó el proyecto de “ideológico y mediático”. Soy Pública, colectivo independiente y asambleario que se creó en 2010 en respuesta a las agresiones contra la enseñanza pública en la Comunidad de Madrid, se declaró en contra de una medida que tachó de “ocurrencia” encaminada a segregar y salió en defensa de la mayoría de los alumnos madrileños, que, “aunque no son excelentes en cuanto a notas, lo son en otros aspectos y merecen la mejor educación”.

Esta alerta contra una ideologización elitista ha quedado patente en forma de felicitación madrileña, género en el que no se están mostrando muy finos los próceres de la Comunidad de Madrid. Ignacio González, actual presidente no votado por los madrileños sino heredado por designación de la lideresa Aguirre, se dirigió así a sus “amigas”, dice que por error: “Los Reyes Magos, tenían frío y les di un abrigo. Tenían sed y les di agua. Tenían hambre y les di comida. Querían sexo… y les di tu dirección. Así que ponte las pilas, porque son tres y uno es negro ja, ja, ja, ja”. Como no hay más que añadir, fijémonos en su puntuación y dejémoslo ahí. Por su parte, Horacio Silvestre, el del nombre de ficción, ha enviado su particular felicitación a los padres de los alumnos del IES San Mateo, recomendándoles que “digan a sus hijos que aparquen el amor y se centren en el trabajo”. Añade, eso sí, un guiño de excelencia literaria a su aberrante consejo: “Sé que es difícil y no pretendo ocasionar nada parecido a la historia de Romeo y Julieta, pero es importante que les hagan ver la cantidad de tiempo y de concentración que se emplea en eso”. Habla de chicos y chicas de entre 17 y 18 años, en cuya defensa han salido algunos padres, que añaden, aprovechando la coyuntura, que también se les conmina a no secundar huelgas ni protestas.

Así que esta es la excelencia que promovió Aguirre y con la que continúa González, el de las amigas y el sexo con negros. Una excelencia segregadora, conservadora, obediente. No hay más que leer el Reglamento del IES San Mateo, cuyo Artículo 21 reza: “La vida académica, el estudio y la actividad científica exigen concentración y hay que evitar las distracciones inconvenientes. Así pues, los alumno del BdE deberán vestir de manera adecuada, acorde con las actividades propias del instituto. Quedan prohibidas aquellas prendas de vestir que puedan perturbar o entorpecer el normal desarrollo de las clases y demás actividades académicas, ya sea por llamar la atención, ya sea por denotar falta de cuidado e higiene personal. Lo mismo cabe decir de cualquier adorno personal, como peinados llamativos con tintes de colores extravagantes, abalorios prendidos de la piel en zonas visibles del cuerpo, o cualquier otro atuendo o tocado que busque una ostentación de cualquier índole. En particular, no se puede llevar la cabeza cubierta dentro de las dependencias del instituto ni en las actividades relacionadas con el desarrollo del curso”.

Ay, Horacio, qué poco puedo añadir. Ya sé que de estilismos como los de las hijas de Zapatero ni hablamos. Solo una preguntita, relacionada con los abalorios prendidos de la piel en zonas visibles del cuerpo: ¿valen los pendientes de perlitas?