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Los valientes que llegan tarde no son valientes

1 de noviembre de 2023 22:09 h

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Ser valiente no es solo cuestión de suerte

El pecado original de Sánchez reside no en lo que va a hacer ni en lo que va a aceptar sino en el hecho de no haberlo hecho antes, en el de no ser coherente y no haber tenido la valentía de defender cuestiones por justicia que ahora va a aceptar por unos votos. Ese es el sentido de la crítica profunda que creo cabe hacer a algunas de los llamados “peajes” que el PSOE aceptará para lograr la investidura. El problema es que haber aceptado el marco propuesto por la derecha para no divergir de ese ambiente de demonización profunda y delincuencial del problema catalán, de esos parámetros de opinión pública que hacían difícil disentir, de esas trampas electorales que hacían más práctico alinearse con lo que parecía ser el sentir mayoritario; haber aceptado todo eso en primer tiempo de saludo, haber remado en ese sentido, te convierte en un incoherente y en un maquiavélico. No son los hechos en sí sino tu postura inicial y el cambio de rumbo realizado no por convicción sino por necesidad. 

En abril de 2018 publiqué en este mismo medio una columna titulada 'La hora de los valientes' a la que obligatoriamente me tengo que remitir ahora que se va a convertir en piedra de escándalo que los encausados por las causas de los CDR y Tsunami Democratic vayan a estar comprendidos en la ley de amnistía. Algo que hoy se atribuye al pacto con ERC pero que hasta donde sé ya se había pactado también con Junts. “Rebelión, golpe de estado y, ahora, terrorismo. La mutación de los hechos que todos vivimos en virtud de este impulso justiciero, que no justo, ha alcanzado las máximas cotas del surrealismo represivo”, me autocito, porque ya era obvio en 2018 lo que se estaba haciendo. Explicaba entonces cómo de la metáfora de los acólitos –comparando las protestas catalanas con la kale borroka– se pasó a las acusaciones judiciales, igual que en el caso Alsasua, y cómo se olvidó por los jueces de la AN, no predeterminados por la ley para estos sucesos, que en la reforma de 2015, ante la posibilidad represiva del nuevo tipo de terrorismo, los socialistas se autoenmendaron y reflejaron en el artículo 573.bis 4 del Código Penal que los delitos de desórdenes públicos sólo se considerarán terroristas si se realizan al amparo de una organización terrorista. ¿Dónde está la organización terrorista catalana que servía de soporte jurídico para la acusación de terrorismo? ¿Va ahora Sánchez realmente a amnistiar a terroristas o va a reparar una ficción judicial que se alarga en el tiempo de la injusticia? Yo creo que esto último pero, ¡y claro que hay un pero!: ¿por qué no fueron valientes y lo dijeron desde el principio?

En este diario nunca me pusieron problemas para denunciar “el estrés al que están siendo sometidos los principios que sustentan una democracia liberal (...) porque la deriva que está tomando la respuesta judicial al problema catalán no es ni mucho menos la que debería tomarse en una democracia sana”. Ese es el verdadero sentido de la amnistía. Solventar esos manejos que algunos, pocos, venimos denunciando desde 2017. Algunos catedráticos, algún juez y fiscal con prudencia, pocos, intentaron elevar su voz técnica para alertar de estos abusos. Fueron aplastados por la espiral del silencio, y en esa espiral de silencio también estaba el PSOE de Sánchez. Ese y no otro es el reproche real. En el pecado llevan la penitencia ya que, cuando se conozca esta misma semana o a principios de la que viene el contenido de la ley de amnistía y de los acuerdos políticos que la acompañan, la oposición va a tener en su mano un verdadero arsenal que lanzarle encima. 

Cuando no has hecho ni el más mínimo gesto para insinuar que “no es aceptable la manipulación del Derecho Penal que se está realizando para reprimir al independentismo” –sigo citando mi artículo–, cuando todo te ha parecido correcto, decir ahora que lo borras es un ejercicio de cinismo utilitarista. Ojo, y no fue sólo por deber institucional estando en el gobierno, tampoco antes de la moción de censura el PSOE tuvo el menor atisbo de cuestionar las locas acusaciones por terrorismo ni por golpe de estado ni de ninguna otra cosa. Ese es el pecado original; si no fuera por él la amnistía cobraría un sentido diferente al que ahora tiene de peaje encubierto. Pero no sólo no se fue crítico con la deriva represiva sino que la hemeroteca revela cómo Sánchez se posicionó directamente en el lado de la represión. 

“Hay que salir a dar la cara (...) Hace falta perder el miedo a decir lo que está pasando. Entre estos los políticos que no deben escudarse en su respeto a la separación de poderes cuando toca denunciar los excesos”. No me hicieron caso en 2018 y ahora tienen que avergonzarse de incluir a los procesados de Tsunamic –sustentado ya solo por la acusación de Vox– y de los CDR –devuelto una y otra vez por la Sala al instructor por defectos palmarios– en la amnistía, cuando en realidad no están amnistiando terroristas, como les afearán, sino volviendo las cosas a un cauce del que no debieron salir. 

Hacían falta valientes hace cinco años. No los hubo o fueron muy pocos. Desde luego bastante más entre los socios del PSOE que en ese partido. La valentía de ahora no es desde luego heroísmo. Si acaso penosa enmienda de los propios actos. Ese es mi reproche que difiere, con mucho, de los que van a lloverles en cuanto se conozca estos próximos días lo que han pactado.