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Nos vemos en las urnas y las calles o en el juzgado

La diputada del Parlamento catalán Marta Rovira (ERC) entrega al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, un ejemplar del libro "El sentido común y otros escritos", de Thomas Paine. / Efe

Antonio Baños

  • El periodista Antonio Baños acaba de publicar La Rebelión catalana (eldiario.es Libros), un libro en el que retrata el proceso independentista “contra un régimen irreformable en el que las élites de perpetúan, con la Constitución y el rey a la cabeza”Antonio BañosLa Rebelión catalana

Unos hablan de una cosa y otros de otra. Agua y aceite. El paso de Turull (CiU), Rovira (ERC) y Herrera (ICV-EUiA) no es por supuesto el final del proceso soberanista, pero sí una inflexión. Una inflexión que, según como vaya todo, puede ser muy importante. La sesión del Congreso se parecía a la escena final de Casablanca. En blanco y negro y con un tono de despedida más que evidente. Este asunto no volverá a tratarse en las Cortes. Quedó claro que, a partir de ahora, se abren cuatro pantallas de jugabilidad. Por un lado, los tribunales y los despachos y, por el bando indepe, las calles y las urnas. Al comentar la sesión desde el Parlament, el diputado de las CUP David Fernández sentenció con pose de Arias Navarro: la transición ha muerto. Y algo de eso sí que hay en el debate. Hay algo de fin de una impostura autonómica y también fin para toda España de cierta impunidad del consenso político frente a la opinión de la calle como magníficamente expuso el diputado de Compromís Joan Baldoví.

Me pondré cursi pero creo que es bastante evidente que el Zeitgeist, el momentum catalán, se encuentra absolutamente alejado de la retórica de exaltación transicionista que PPSOE y aledaños hicieron en el Congreso. Fue una experiencia casi de choque cultural, de shock del imaginario. De colisión de perspectivas.

Evocar e invocar a la avejentada Constitución como una virgen inmaculada violada por la sevicia de Arturo Mas no puede más que mover a la compasión, visto desde este rincón peninsular. La Constitución no es ya, en el escenario político catalán, nada de valor, nada a preservar. Al contrario, a su superación es hacia donde se mueve la corriente política central del Principado. Y, por eso, el debate se hizo tan cacofónico. La diputada de Geroa Bai Uxue Barkos centró perfectamente la esencia del problema. Cuando Rajoy se escandalizaba porque “no existen soberanías regionales”, Barkos le daba la razón. “Claro que no”, dijo, “ninguna región puede plantear ese referendum. Pero es que es la soberanía nacional de Cataluña la que lo plantea”. Y una vez más aparece el meollo. Es así como volvemos al gran problema, al viejo problema enterrado de mala manera en el 78. La plurinacionalidad del Estado y, con ella, el asunto de las soberanias compartidas en España.

Un problema que ya se cerró en falso durante el proceso constituyente y que este martes los partidos dinásticos insistieron en mantener bajo tierra. Por poco tiempo, asumo. A partir de ahora, el proceso catalán dependerá exclusivamente de sus propias fuerzas para llegar a buen puerto y los borbónicos no podrán apelar a otra cosa que no sea la legislación vigente y la sanción penal.

Por lo tanto, el debate fue tan inútil como una despedida. No cambió el sentido de nada pero dejó claro que cada uno emprendía el camino hacia su trinchera. Y, en medio, solo, Duran i Lleida. Implorando casi lloroso que alguien (más allá del Grupo Godó, la burguesía catalana y el lobby del Puente Aéreo) confíe en la tercera vía.

Así que ahora sólo nos queda esperar a las europeas y la partida empezará inexorablemente hacia su pantalla final. Pero lejos de la Carrera de San Jerónimo. Así que nos vemos en las calles, en las urnas o, vete a saber, en los banquillos.

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