Ni los tediosos discursos de investidura de Jordi Pujol, los “listines telefónicos” como los periodistas bautizaron esas aburridas intervenciones, eran menos convincentes que el discurso que ha protagonizado Jordi Turull este jueves en el Parlament. Lo recordaron los plumillas con varios trienios (que todavía los hay) y lo hizo el socialista Miquel Iceta (que es de los diputados que tenía escaño cuando Pujol aburría a sus señorías).
Turull no disimuló. Subió a la tribuna sabiendo que no saldría elegido presidente y pensando en la comparecencia que le espera ante Pablo Llarena. Por la mañana se había despedido de sus padres por si el juez del Supremo decreta de nuevo su ingreso en prisión. No solo Turull se despidió de los suyos. También lo hicieron el resto de imputados a los que Llarena ha citado para revisar sus medidas cautelares. En muchas de las conversaciones de pasillo este jueves se habló más de hijos y padres que de hojas de ruta.
“Diálogo, diálogo y diálogo”, resumió un candidato que si en algún momento soñó con ser president nunca pensó que sería en estas condiciones. Los que esperaban que defendiese la República catalana se quedaron con las ganas. Deberá seguir en sus mentes, que es donde la situó Carles Puigdemont hace unas semanas.
Inés Arrimadas tampoco disimuló. Ni un ápice de cortesía parlamentaria, ni un mensaje conciliador. Fue otro discurso pensado solo en contentar a la propia parroquia y como es habitual íntegramente en castellano. ¿Para que cambiar de estrategia con los buenos réditos electorales que le ha dado?
Aunque Ciudadanos crea que es incompatible, Miquel Iceta y Xavier Domènech demostraron que se puede ser duro, muy duro, y a la vez mirar hacia adelante para buscar una salida. ERC citó a Unamuno en una sesión en la que el independentismo compareció más vencido que convencido. Ahora, tras el descuelgue voluntario de la CUP, la 'vía Tardà' parece un poco menos estrambótica.