Esperábamos turno en una sala llena de sillas metalizadas y paredes de metacrilato. El último en llegar nos miró al resto con las gafas de sol puestas, cara de pícaro y caminando como quien entra a la discoteca molona de la ciudad. Siempre nos pasa lo mismo cuando llegamos a este sitio, de repente tenemos 13 años otra vez y unas ganas enormes de salir al patio a jugar, o tirarle un tomate al profesor, o vete a saber tú. Siempre igual, siempre la misma risa floja cada vez que vamos a la cooperativa de abogados que lleva nuestro caso –eternizado– de despido improcedente.
Ahí estábamos, sentaditos, esperando nuestro turno y en las pantallas una coronación. Qué risa, joder, a que no sabes como se llama la segunda infanta, eh, nadie se acuerda nunca, igual se llama Josefa de Borbón y no te has enterado, juaaaaa, y así. En las pantallas, la coronación, y de repente alguien dijo: “¿Os habéis dado cuenta de que esta oficina es la hostia?”. Y miramos alrededor y la verdad es que lo era, remodelada, con muchos más metros que la vez anterior que estuvimos, una oficina de lujo para ser una cooperativa laboralista, un loft espléndido con su parquet, su hilo musical, su mostrador lustrado, muy distinta a aquel antiguo caos de mesas feas y fluorescentes verdosos.
-Joder, en estos tiempos los laboralistas se forran.
-Ahora me siento como en una peli de esas inglesas que narran el paso de los años en la crisis de los ochenta.
-Si hasta tenemos una coronación de fondo.
-Parece Full Monty.
-O Cuéntame.
Jajaja.
Y la vida sigue, sin llamar mucho la atención de nadie.
Alguien dijo que en Twitter se estaba liando con lo del nuevo rey, otro comentó que un periodista de la SER preguntaba a las chicas por la calle de esta guisa: “Os parece guapo el nuevo rey, ¿a qué sí? ¿Eh? ¿A que sí?”. Y nos acordamos de aquella canción que decía: “Las chicas más guapas me llaman de usted/ todas llevan tanga y yo nunca las tendré”. Y risas otra vez.
Después, mientras hacíamos cola entre otros que habían denunciado a sus empresas, uno comentó que ya no podía desgravar el alquiler en la declaración de Hacienda, pese a trabajar en casa porque han cambiado la ley. Ya no es para menores de 35 años, sino de 32. Después alguien habló de Podemos y Guanyem Barcelona, porque otra vez con Twitter, resulta que un afamado periodista catalán se pone nervioso ante una nueva candidatura. Decidimos ir a tomar una caña y alguien hizo chistes sobre la frase del alcalde Xavier Trias, que ahora se declara un entusiasta de la autogestión vecinal.
Al poco rato nos damos cuenta. Falta alguien. Uno de nosotros que había ido a sacar dinero al banco tarda mucho, no llega. Seguimos con la caña, total hace sol y ya hemos salido del sitio ese de metacrilato. De repente llega, resoplando, con las mismas gafas de sol de antes y la risa floja.
-Hostias, perdonad. Es que me ha entretenido el supervisor. Me quería colocar unas preferentes, hay que joderse.
Horas más tarde, cuando se lo intento explicar a alguien, no me cree. “Parece ficción”, me dice con recelo.