Puigdemont vino a hablar de su libro

0

A la tercera fue la vencida. Ya no había manera de incumplir lo prometido sin caer para siempre en el tenebroso abismo de los memes. Tres elecciones y siete años después ya tocaba. Carles Puigdemont volvió, pero no para forzar su detención o la suspensión del pleno de investidura de Salvador Illa, como pronosticaban los augures mejor informados. Regresó para dar un mitin en la campaña electoral imaginaria de unas elecciones aún no convocadas. 

El objetivo no eran ni Illa ni su investidura. El objetivo era y es Esquerra Republicana. El episodio de hoy resultaba imprescindible no para impedir la investidura, sino para poner imágenes al relato que pretenden construir Puigdemont y Junts para quedarse a corto plazo con el monopolio de la causa independentista.

Este era el capítulo en que la víctima de la represión vuelve del exilio para denunciarla una vez más, mientras los republicanos colaboran con los malos haciendo president a un socialista. La máquina represiva del Estado español consigue finalmente su objetivo gracias a la colaboración imprescindible de ciertos traidores. 

Puigdemont pudo haber aprovechado su momento bajo el Arco del Triunfo para hablar como el líder de un país que vuelve para asumir su responsabilidad, por muy injusta que sea, como parte de la solución. Prefirió expresarse como el candidato que se conforma con el aplauso y el fervor de los suyos. 

Se prometió heroísmo y sacrificio, pero se acabó ofreciendo pillería. Nadie tiene derecho a exigirle otra cosa. El tiempo dirá si esta falta de épica de Junts no acaba jugando al favor del pragmatismo de los líderes de Esquerra. 

Puigdemont vino a hablar de su libro y luego se esfumó. Nadie sabe por cuánto tiempo, ni con qué objetivos, ni cuándo se emitirá el próximo capítulo. Junts se va y Esquerra se queda, casi parece 2017 y esta película ya la habríamos visto. Aunque la mítica 'operación Jaula' que siempre activan las fuerzas y cuerpos de seguridad cuando andan buscando a alguien que deberían haber encontrado horas antes parece tener un final -nunca mejor dicho- abierto. 

Lo único casi seguro ahora mismo es que todo acabará como debe. Illa será investido President y la causa de Puigdemont será resuelta por el Tribunal Constitucional. Es lo relevante. Lo sorprendente es el empeño de tantos en demorar o convertir en excepcional, sospechoso o ilegal aquello que parece simple normalidad democrática.