Violan niñas y están a su cargo
“Para los niños y los inocentes, todo es lo mismo”
Son casos crudos y sin excusa. Son casos de hombres que no tienen reparo en comprar y buscar carne cada vez más joven y que no tienen escrúpulos en machacar con su vicio la inocencia. Aquí no le cabe al putero escudarse en la manida “voluntariedad” ni en el “trabajo sexual” que debe reivindicarse. Aquí hablamos de violar niñas por un precio o violar niñas como regalo de promoción tras la adquisición de otros bienes y servicios, como la droga. Aquí hablamos de la cruda experiencia del putero sin subterfugio ninguno, expuesta a la luz, y del horror y la incapacidad de un sistema que no logra proteger ni la inocencia ni la esperanza de unas vidas que son quebradas y reventadas muchas veces ante las narices de las administraciones.
Leo en un informe del gobierno francés que se ha producido un aumento exponencial de la prostitución de menores y que aún ha sido más pronunciado al inicio de la pandemia. Yo leo informes de fuera por dos motivos: porque te traen contexto sobre los problemas que no son meramente ombliguismos y porque permiten exponerlos sin que la minúscula, rastrera y banal batalla política interna los deforme. Y es que si me pongo a hablar del Caso Sana, alguien gritará algo de Oltra y otros pedirán una comisión de investigación aquí y no allá o allá y no aquí. Es asqueroso y lo saben. Son niñas y no carne de cañón para una puerca batalla. Por eso leo cosas de fuera. Por eso y por otras cosas, como que no he sido capaz de encontrar estudios parecidos en nuestro país.
Habla el gobierno francés de un auge permanente del “proxenetismo de ciudad”, que definen como la explotación sexual de niñas desocializadas por delincuentes de ciudad, y que alcanza fundamentalmente a menores vulnerables y que tienen incluso dificultad para reconocerse como víctimas en lo que están viviendo. El 57% de ellas tiene conductas adictivas a diferentes sustancias.
¿Les suena, no?
Refieren también otro tipo de prostitución de menores, que alcanza a todas las clases sociales, y que es ejercida por niñas que banalizan el sexo y lo utilizan para la obtención de dinero suplementario con el que comprar lo que desean. En ambos casos funciona la figura del “lover boy”, que en el caso de las menores de Madrid era un pseudorrapero pero que adopta formas mucho más refinadas. Dice el estudio francés que los clientes, los violadores, “son hombres corrientes, a menudo casados, que consideran normal satisfacer sus deseos sexuales” que debido a la pornografía son cada vez más inmorales y más repugnantes. Apenas alegan que “no sabían que eran tan jóvenes”, como si no estuviera en su miserable mira esa lubricidad concreta.
Lo mejor del estudio francés es que no niega que el problema crece y crecerá en un sistema de protección de menores que no está adaptado a las necesidades y al tiempo de los menores sino que se estanca y muere en una irremediable burocracia, carente de fondos, que convierte la tutela de las administraciones en un pantano en el que naufragan las vidas de niñas a las que, en muchos casos, se alejó de su familia precisamente para protegerlas de ella. Otro día hablamos de la hipocresía social y política derivada de ese clamor por retirar la tutela de sus hijos a determinados padres y madres -¡no puede ser, no son padres, son monstruos!- sin que después importe una breva a qué tipo de depósitos deshumanizados les enviamos. El estudio francés no pide comisiones de investigación, ni aquí ni allá, que no sirven para nada que no sea convertir en carne de cañón política a quienes previamente ha traicionado el sistema.
Me da asco que se pongan de perfil para echarse la culpa unos a otros. Me repugna que de todo esto sólo les importe ver si perjudica a un partido o a otro y si pueden sacar tajada política de algo que debería conmoverles hasta la médula. Me dan asco cuando convierten a estas niñas violadas, vejadas, marcadas para el resto de sus vidas, en una respuesta ácida o en un titular contra el oponente. Asco. Todos.
El estudio francés deja clara la necesidad de coordinar y aunar los esfuerzos de las diferentes instancias locales y territoriales de protección. Entre otras cosas porque en muchos casos es muy necesaria “una estancia” en un lugar diferente y en otro entorno para permitir a las menores alejarse de personas y conductas. Hablan del establecimiento de un polo de recursos común entre las diferentes regiones, del aumento de presupuestos, de la formación de los profesionales de todo tipo de centros para detectar los casos -y no, en Madrid no fue la directora del centro la que denunció- y una educación activa y afectiva de las niñas tuteladas que incluya los riesgos de la prostitución, puesto que “los proxenetas tienen como objetivo particularmente a las niñas y jóvenes acogidas en establecimientos y servicios públicos”. El riesgo es mayor puesto que, continúan, la captación de una menor tutelada puede arrastrar a otras muchas bien porque ésta sea convertida en reclutadora o bien por efecto imitación. Esto también nos suena.
¿Ven cómo es bueno leer fuera? Porque este mismo informe podía estar en las mesas de las presidentas de Madrid, Mallorca, Valencia o Canarias y, seguro, en la del resto de comunidades, porque no es un problema de un signo u otro, porque es el síntoma de un sistema de estabulación de niños, de falta de medios y de iniciativas, de desidia institucional. Es un problema cada vez mayor y global y no se va a arreglar haciendo paripés de investigación ni aquí ni allá sino poniéndose a trabajar y si es de forma conjunta, mejor.
En España hay alrededor de 19.000 menores tutelados en familias y otros 17.000 en estos centros que pueden convertirse en una trampa. No hacemos nada apartándolos de padres y familias insanas para lanzarlas a otro infierno.
Rediseñen todo el sistema. Son niñas y las están violando y vendiendo y profanando. Son niñas y dependen de ustedes, responsables y autoridades. Son su responsabilidad. Piensen en ellas cuando vuelvan a sus casas y dejen de repugnarnos con sus miserables batallitas.
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