Quienes amamos la naturaleza, cuidamos el medio ambiente y defendemos a los animales necesitamos a Europa más que nunca. Y Europa, la Europa reverdecida, la Europa limpia y sana, la Europa renovable y sostenible, nos necesita como nunca. Por eso, para salvarnos y para salvarla, debemos votar en las elecciones al Parlamento Europeo del próximo domingo.
La UE ha sido la lancha salvavidas del Arca de Noé española. Más allá de impulsar la transformación territorial, social, política y económica de nuestro país, nuestra adhesión supuso un auténtico revulsivo para avanzar en la conservación de la naturaleza y la mejora del medio ambiente.
Las instituciones europeas prestan una atención especial al cuidado del entorno, exigiendo a los estados miembros que adapten a su legislación las ambiciosas directivas al respecto. Por eso es tan importante participar en las elecciones al Europarlamento. Unas elecciones que van a resultar trascendentales para fortalecer el compromiso europeo con el medio ambiente o retroceder a las cavernas del desarrollismo inconsciente y suicida.
Queda mucho, muchísimo por hacer para garantizar la conservación del patrimonio natural europeo, pero sería injusto no reconocer el alto valor de lo conseguido. Porque si hoy corretean más de cuatrocientos osos y medio millar de linces por nuestros espacios naturales, es gracias a la UE.
Si los ríos empezaron a dejar de ser cloacas a cielo abierto y volvieron a ellos las nutrias y los martines pescadores, fue gracias a las instituciones europeas. Si empezamos a clausurar vertederos y a avanzar en términos de reducción y reciclaje de residuos (insisto en que queda mucho por hacer), fue porque nos obligaron desde Bruselas.
Si se acabaron las tapas de pajaritos fritos en los bares y las fotos con aquellos pobres chimpancés disfrazados de payaso en nuestras playas, fue porque nos amenazaron con echarnos a patadas de Europa. Si el cangrejo rojo, las cotorras, los mapaches, la hierba pampera o los aliantos no se han adueñado de nuestros paisajes, ha sido por la UE.
Gracias a las normativas europeas contra el ruido o la contaminación lumínica, hemos recuperado un cierto confort acústico y algo de cielo en nuestras ciudades. Es por la UE por la que empezamos a respirar un aire más sano. Sin ella no habríamos podido librarnos del impuesto al sol ni de nuestra adicción energética al carbón, el gas y el petróleo.
Hay que echar la papeleta en la urna de las europeas para que leyes como la Directiva Marco de Agua y las Directivas sobre aves y hábitats de la UE sigan prestándonos auxilio en la conservación y mejora de nuestro entorno.
Gracias a ellas, hemos conseguido el amparo legal necesario para defender las especies y los hábitats más vulnerables y para luchar de manera más efectiva contra los ataques directos a la fauna y la flora: uso de veneno, caza furtiva, trampeo, talas ilegales…
El Programa LIFE convierte a la UE en el mayor mecenas de la naturaleza de todo el mundo y España ha sido el mayor beneficiario de esas ayudas. Gracias a sus fondos, se han llevado a cabo centenares de proyectos para la conservación de la naturaleza, el cuidado y la mejora del medio ambiente, el avance de la agricultura sostenible, el uso eficiente de los recursos o la acción contra el cambio climático, entre muchos otros ámbitos.
Y luego esta el inmenso regalo que nos hemos hecho todos los europeos (y que es el mayor legado a las generaciones futuras) con la Red Natura 2000: la mayor red de espacios protegidos del mundo, con más de 27.000 enclaves amparados por la ley que abarcan un millón de kilómetros cuadrados: casi el 20% de todo el territorio de la UE y más del 5% de su superficie marítima. Por todo ello, hay que votar en las europeas para seguir avanzando en la protección del medio ambiente.