A lo largo de los siglos, las ciudades se fueron ubicando en las inmediaciones de los ríos, con el fin de aprovechar los servicios que estos les aportaban. Sin embargo, a partir de mediados del siglo XX, las ciudades empezaron a crecer de manera espectacular, como no lo habían hecho en los siglos anteriores y, en la mayoría de los casos, de espaldas a los ríos. Estos dejaron de aportar los servicios que habían dado de manera continua a lo largo de los años, y pasaron a ser un estorbo, especialmente los más pequeños, por los que muchos fueron entubados o embovedados, mientras que al resto los encajaron entre verticales paredes de hormigón, con el fin de dejar “disponible” el terreno al crecimiento urbanístico, pasando a ser en todos los casos zonas marginales y abandonadas.
El estado de muchos ríos de nuestro país, como el Genil a su paso por Granada, el Besòs en el Área Metropolitana de Barcelona, el Río del Oro en Melilla, el Vinalopó en Elche, el Isuela en Huesca, el Guadalmedina en Málaga y el Manzanares en Madrid antes de la renaturalización, plasman con claridad esta situación. Prácticamente todos ellos fueron profundamente afectados y transformados por el crecimiento urbanístico del siglo XX y, asociado a éste, el vertido de aguas residuales y basuras. Se eliminó su vegetación de ribera y fueron encauzados en canales rectilíneos, y en algunos se construyeron presas porque estéticamente no se valoraban los ríos mediterráneos y había que hacer lo posible para aparentar un caudal grande. Aunque supusiera su muerte, porque se convertía en una piscina de agua estancada, oscura y en verano maloliente, incapaz de albergar apenas vida.
Sin embargo, la percepción social en los últimos años ha empezado a cambiar. De ser ignorados han pasado a ser reconocidos como un valor que hay que cuidar. La ciudadanía valora cada vez más la renaturalización de los cursos fluviales, pues es una forma de llevar la naturaleza al corazón de las ciudades, en las que predomina el hormigón. Contar en la ciudad con un río cuyas márgenes se encuentran cubiertas por árboles y arbustos, observar y disfrutar de una diversa comunidad de especies de peces y aves autóctonas, es considerado un elemento medioambiental y paisajístico que debe estar presente en las grandes urbes, pues de hecho contribuye a mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
Desde el punto de vista puramente ambiental, recuperar los valores ambientales de los ríos urbanos permite que vuelvan a ser corredores ecológicos que conectan ecosistemas bien conservados antes y después de la ciudad. Además, la extensión de la flora y el movimiento de la fauna a lo largo de estos corredores no sólo incrementa la biodiversidad, sino que hace más fuertes a los ecosistemas frente a la creciente degradación ambiental causada, entre otros procesos, por el cambio climático.
La renaturalización de los ríos urbanos ya se ha iniciado en diferentes ciudades del mundo. En Estados Unidos, a principios del siglo XXI, la ciudad de Los Ángeles inició la transformación del río que lleva su mismo nombre, Los Ángeles. El amplio canal de hormigón donde se hacían las carreras y persecuciones de coches de muchas películas, ha ido cambiando por la presión social y la voluntad de las administraciones públicas, que crearon el Plan “Los Ángeles River Revitalization” para limpiar las basuras del río, evitar los vertidos de aguas residuales, crear zonas de inundación para las crecidas del río y crear orillas y zonas con vegetación autóctona, entre otras actuaciones.
En Europa, a finales del siglo XX, la ciudad de Múnich, a la vez que otras ciudades alemanas, inició un proceso para renaturalizar su río urbano, el Isar, que estaba completamente canalizado. Se consiguió dar más espacio al río, se crearon islas con sedimentos, se eliminaron las defensas de hormigón antiguas y se creó una playa pública, entre otras actuaciones.
En España, la limpieza de basuras en los cauces y el saneamiento de las aguas residuales han sido unas de las primeras actuaciones generalizadas en las ciudades, que han supuesto una mejora de la calidad de las aguas de los ríos urbanos. Sin duda, la extensión de la red de alcantarillado y saneamiento, la construcción de estanques de tormentas, el incremento del número de depuradoras y la mejora de su funcionamiento, han sido claves para reducir la contaminación por vertidos de aguas residuales, siendo estas actuaciones imprescindibles para que puedan renaturalizarse tramos urbanos de ríos.
De esta manera, en España ya disponemos de ejemplos de renaturalización de ríos urbanos, como es el caso del río Arlanzón, en Burgos, o del Bernesga, en León. Ambos aportan actualmente a sus respectivas ciudades valores ambientales y estéticos notables. También es importante citar el reciente caso del río Manzanares a su paso por la ciudad de Madrid, cuya renaturalización se inició en 2016, a iniciativa de Ecologistas en Acción, que elaboró el primer proyecto, y que además ha realizado el seguimiento, tanto de las actuaciones de mejora ambiental y mantenimiento, como de la evolución natural del río.
La evaluación tan positiva desde el punto de vista social y ambiental que se ha hecho de la renaturalización del Manzanares, ha empujado a Ecologistas en Acción a extender la propuesta a otros ríos que han sido citados anteriormente como ejemplos del deterioro que han sufrido los cursos fluviales urbanos: el río Besòs en el Área Metropolitana de Barcelona, el río Genil en Granada, los ríos que atraviesan Barakaldo, el río Vinalopó en Elche, el Río del Oro en Melilla, el río Isuela en Huesca, el río Zapardiel en Medina del Campo, el río Piles en Gijón, el río Guadalmedina en Málaga, el río Tirteafuera en Argamasilla de Calatrava, el río Francolí en Tarragona y el río Lagares en Vigo.
La renaturalización de un río urbano tiene como finalidad recuperar en el mismo cierta naturalidad, dentro de las posibilidades que existen actualmente en las ciudades. No obstante, para que la renaturalización de un tramo urbano de un río sea ambientalmente efectiva, es esencial la eliminación o apertura de las presas que embalsan el agua, pues ésta debe correr libremente; la limpieza de residuos del cauce, incluyendo por supuesto la eliminación del firme de hormigón cuando lo hay; y la creación de márgenes y orillas, que deben ser revegetadas con especies arbóreas y arbustivas autóctonas. A estas actuaciones pueden y deben añadirse la eliminación de especies exóticas, los tratamientos selvícolas para fomentar la diversidad de hábitat y, por tanto, la biodiversidad existente, y la instalación de cajas-nido para aves insectívoras, pequeñas rapaces y murciélagos a lo largo del cauce, entre otras muchas. Todas son actuaciones factibles, con pocas o ninguna molestia a la ciudadanía, pues todas se realizan en el cauce, viables y sostenibles en el tiempo con poco presupuesto. A cambio, la ciudad gana mucho en calidad de vida y mejora ambiental.
Recuperar la vegetación de ribera en orillas e islas de los ríos urbanos significa mejorar el funcionamiento del ecosistema fluvial, favoreciendo la formación de refugios y el sombreado del agua, conformándose un hábitat ideal para un gran número de especies animales y vegetales. Además, las riberas arboladas mejoran el paisaje urbano e incrementan el interés y potencial socio-cultural del tramo.
Las actuaciones a llevar a cabo deben tener como objetivo incrementar la función de corredor ambiental para la movilidad de las comunidades de flora y fauna. La presencia de orillas, e incluso islas, con vegetación, permitirá a las diferentes especies animales utilizar el eje fluvial, recuperado la conectividad entre las áreas naturales situadas aguas arriba y aguas abajo del tramo urbano. Así como para la fauna migrante a escalas superiores, por ejemplo, contingentes de pequeñas aves que encontrarían en el arbolado fluvial un lugar de refugio para el reposo temporal en su ruta migratoria, y también para algunas especies como lugar de invernada.
Por otra parte, desde el punto de vista hidrológico, un régimen de caudales más próximo al natural es una importante mejora frente a los ríos represados. El embalsamiento supone una pérdida de la calidad de las aguas por los fenómenos asociados a las aguas estancadas –eutrofización, anoxia, turbidez, residuos flotantes, colmatación del lecho por sedimentos– mientras que el flujo natural del río acaba con estos problemas. Además, la vegetación que crece en islas y orillas depura de forma natural el flujo continuo de agua mucho más de lo esperado, como muestran los resultados de los análisis de las aguas que de manera periódica se realizan aguas arriba y abajo del tramo urbano renaturalizado del Manzanares. Todo ello siempre sin que suponga un riesgo frente a las avenidas, aunque lo cierto es que, si se mantiene una sección libre adecuada, estas actuaciones en general resultan positivas de cara a paliar los efectos de las avenidas, al reducir la velocidad del agua y sus efectos perniciosos.
Desde el punto de vista social, los efectos de las actuaciones que se proponen suponen también una gran mejora, no olvidemos que se trata de tramos de ríos junto a los cuales pasan casi a diario miles de personas durante una buena parte de su vida. La ciudadanía encontrará en el propio río, en su lámina de agua y sus orillas inmediatas, un espacio de interés para la contemplación y para el verdadero acercamiento a los valores naturales del río. Podrá apreciar la dinámica de la naturaleza cambiante en formas y colores según las estaciones del año, que contribuye notablemente a la educación y la sensibilización ambiental. La renaturalización de tramos urbanos de ríos incide directamente en una mejora de la calidad de vida de las personas que habitan en esas urbes.
Estas actuaciones han tenido buena aceptación por parte de algunas administraciones. De esta manera, en los Presupuestos Generales del Estado se incluyó para este año 2021, una importante partida económica para que los ayuntamientos lleven a cabo estas actuaciones en los tramos urbanos de sus ríos. Sin embargo, la respuesta por parte de los ayuntamientos está siendo desigual. Mientras que algunos ayuntamientos han manifestado ya públicamente su deseo de renaturalizar los tramos urbanos de sus ríos, y van a solicitar los fondos que para ello habilitan los presupuestos del Estado, otros no tienen intención de hacerlo, pues todavía consideran los cauces artificializados como una señal de progreso, e incluso alguno todavía lucha por embovedar el río y poder establecer encima construcciones e infraestructuras.
Lo que es cierto es que cuando se inicia un proyecto de renaturalización de un tramo urbano de un río, la naturaleza suele reaccionar de forma rápida e incluso espectacular, y pasa a contar de forma casi inmediata, con la aceptación por parte de la gran mayoría de la ciudadanía, tal y como ocurrió en la ciudad de Madrid, donde por primera vez en muchos años, la mayoría de la población madrileña se siente orgullosa de su río.
Esperemos que las administraciones competentes, tanto las que han mostrado interés y disposición, como las que todavía no lo han hecho, tengan la sensibilidad ambiental y social necesaria para llevar a cabo la renaturalización de los tramos urbanos de sus ríos, pues ello supondría siempre una importante mejora ambiental de las ciudades, así como de la calidad de vida de la población que vive en ellas.