En la reforma de la educación que prepara Wert hay algo que me preocupa más que el ataque al catalán. De hecho, tengo la sensación de que el astuto Wert ha utilizado la extrema delicadeza de la cuestión idiomática y sus malas relaciones con la Generalitat para despistar.
Me refiero a la ganancia que en este río revuelto de la educación van a pescar los de la sotana. ¿No os parece sospechoso lo calladitos que están? No es para menos, dado el poder que están a punto de recuperar.
El PSOE, que no se atrevió nunca a denunciar el Concordato con el Vaticano, al menos fue capaz de imponerse a los deseos de la Iglesia y hacer que la asignatura alternativa a la religión católica no fuera evaluable. El Tribunal Supremo tumbó la medida, y el arreglo que se hizo fue convertir la Religión en materia evaluable, pero no computable para la nota final, mientras se mantenía una asignatura alternativa en la que no se calificaba.
Todo esto parece una tontería, pero no lo es: si los niños tienen que elegir entre Religión, que todo el mundo sabe que es una maría, y una alternativa evaluable y parecida la Filosofía, que es una cosa seria, todos los niños acabarán en la catequesis.
De hecho, la Iglesia siempre ha exigido que la asignatura espejo de la Religión fuera eso, una materia, no un taller de teatro, ni una escuela de ajedrez, ni mucho menos un partido de fútbol, actividades todas ellas mucho más interesantes que sus panfletos, disfrazados de religión, contra el aborto y los homosexuales.
En consonancia con la reconquista ideológica que mueve a este Gobierno de banqueros y meapilas, la reforma de Wert colma con creces esta vieja aspiración de los curas. Desde el momento en que se apruebe esta reforma, los niños catalanes y no catalanes tendrán que elegir entre la Religión, que aprueba todo el mundo y sube la nota final, y una asignatura de verdad, evaluable y que puede ser suspendida. Es obvio que con esa trampa tan católica e innoble subirá la clientela.
En circunstancias normales, todo esto habría sido un escándalo, porque supone un retroceso de varias décadas en el penoso camino que lleva hacia la escuela laica. Por eso Wert encubrió esta contrarreforma con un tocamiento de huevos a los catalanes, que mordieron el anzuelo. La ley Wert parece una ley anti catalán, y no dudo que lo sea; pero es también —y eso a mí me preocupa más— una reforma hecha a la medida ideológica y financiera de la Iglesia católica.
Algunas veces me da la impresión de que a los de Esquerra les da lo mismo la basura que los curas metan en la cabeza de los tiernos niños catalanes siempre y cuando lo hagan en su lengua vernácula.